LA TEOLOGÍA DEL «PUEBLO ESCOGIDO» Y EL FUNDAMENTO DEL SUPREMACISMO JUDÍO. Si existe una idea que caracterice el judaísmo no es su creencia monoteísta en un sólo Dios o en la inmortalidad del yo personal —fraudes que comparte con otras religiones—, sino el eleccionismo étnico. En efecto, mientras que el cristianismo y el islam son religiones universalistas volcadas en el proselitismo con la pretensión de unir a toda la humanidad bajo un dogma teocrático (la iglesia y la umma, respectivamente), lo propio del judaísmo —que no excluye la conversión pero la explica en términos racialistas— es la perpetuación hasta nuestros días de un prejuicio etnocéntrico tribal, común y generalizado entre los pueblos primitivos, que convierte al ego y sus consanguíneos, en este caso judíos, en los únicos verdaderos «hombres» —y, por ende, a los no-judíos en seres de segundo rango, incompletamente humanos, no-hombres o incluso satánicos. Los judíos serían así seres superiores, los más inteligentes, los más morales y hasta divinos, etcétera. Las formulaciones del supremacismo judío pueden variar y existen corrientes modernas del judaísmo donde los rasgos supremacistas se encuentran muy atenuados (o disimulados), pero en todo caso la idea de «elección» y de diferencia esencial entre el judío y el no-judío, con un sesgo más o menos acusado de superioridad en favor del judío, constituye el elemento central de esta religión, la cual se confunde, por tanto, con una ideología política nacionalista de extrema derecha incluso en sus versiones más «liberales». El presente artículo es la continuación y segunda parte de El judaísmo como ideología racista, supremacista y genocida, publicado el pasado 29 de mayo. Mientras que en la primera parte acreditamos la temprana justificación teológica del anatema en las sagradas escrituras hebreas —institución cuya práctica, en la medida en que se dan también anatemas colectivos, santifica el genocidio—, aquí documentaremos el dogma teológico de la superioridad judía. Con esto queda esquematizado nuestro guión temático básico, que va del judaísmo como doctrina genocida al judaísmo como doctrina racista pasando por el judaísmo como doctrina supremacista. Ahora bien, el genocidio (1) implica lógicamente el supremacismo (2) y éste, a su vez, el racismo (3). ¡Pero no a la inversa! Se puede ser racista sin ser necesariamente supremacista; y cabe concebir un supremacismo no genocida que se limite a mantener la propia comunidad racial separada de las «comunidades (presuntamente) inferiores». Conviene subrayar, por otro lado, que no estamos hablando ahora de hechos históricos, sino de las relaciones internas de sentido en el seno del sistema ideológico judío tal como aparece expuesto en el Tanaj (sagradas escrituras judías) en cuanto fe o creencia comunitaria con pretensiones normativas (Halajá, ley judía). Sólo a partir del análisis de dichas estructuras semánticas, que motivan las pautas de conducta de los sionistas, es decir, de los nacionalistas judíos, podremos acto seguido interpretar, comprender y prever la política de la oligarquía financiera occidental. Una ideología bíblica conducente al apocalipsis mundial de la humanidad. Para la presente publicación valen, en cualquier caso, las mismas aclaraciones conceptuales o legales que, a fin de desautorizar de antemano cualquier interpretación antisemita de nuestras afirmaciones, ya se explicaron en la anterior.

EL GEN JUDÍO

Como puede comprobarse examinando multitud de documentos judíos sobre el eleccionismo étnico hebreo, el judaísmo no es de hecho una raza, sino una religión. Desde el momento en que alguien de cualquier raza puede en principio convertirse al judaísmo, no hay raza judía, luego tampoco debería poder hablarse de racismo y, mucho menos, de supremacismo judío. Por lo que respecta al racismo judío nos ocuparemos con más detalle en la tercera parte de esta serie; baste señalar, por de pronto, que dicha idea —incuestionable— del judaísmo en cuanto ideología, entra en flagrante contradicción con las pretensiones racistas de ciertos rabinos —no precisamente marginales— como Ovadia Yosef (rabino-jefe sefardí del Estado de Israel) o el séptimo Rebe de Chabad (asquenazí) y presunto (postrero) Mesías judío Menachem Mendel Schneerson. Pero también chirría con las políticas oficiales del Estado de Israel. Verbi gratia, la administración israelí cuando practica pruebas genéticas a los inmigrantes antes de concederles la ciudadanía judía (no existe oficialmente una ciudadanía israelí). Además, sépase que ningún judío puede casarse en Israel con un no-judío y, en cualquier caso, sin el permiso del Gran Rabinato. El estudio de la legislación civil israelí pone en evidencia que estamos ante un Estado legalmente racista que vulnera además, entre otros muchos imperativos «liberales», los preceptos laicistas republicanos sobre la separación institucional Religión/Estado.

Israel hace pruebas de ADN para certificar si los migrantes son realmente judíos para poder casarse

Solo los migrantes judíos conforme a la ley religiosa judía pueden casarse en Israel, un país que no reconoce los matrimonios civiles salvo que tengan lugar en el extranjero. Muchos migrantes de la antigua Unión Soviética descubren en el último momento que no pueden casarse porque el rabinato no los considera judíos.

JERUSALÉN 21/03/2019 07:45 EUGENIO GARCÍA GASCÓN

Israel está practicando pruebas genéticas para verificar si migrantes de la antigua Unión Soviética son realmente judíos de acuerdo con la halajá (la ley religiosa judía), y en función de los resultados de los análisis de ADN se les autoriza o no a contraer matrimonio con sus parejas judías, según ha confirmado el gran rabino de los judíos asquenazis.

La noticia saltó a los medios de comunicación hace unos días pero entonces el ministro del Interior, Aryeh Deri, del partido ultraortodoxo Shas, lo negó taxativamente en una declaración que transmitieron las cadenas de televisión hebreas y fue recogida por la prensa.

Sin embargo, posteriormente el gran rabino de los judíos asquenazis, David Lau, corrigió al ministro del Interior y confirmó que el rabinato está haciendo pruebas de ADN a parejas que quieren casarse con el fin de certificar si son realmente judías. Según Lau, se trata de “casos aislados” que se están haciendo sin ningún tipo de “coerción”.

La revelación, sin embargo, no ha tenido ninguna repercusión en Israel, inmersa ahora en la campaña electoral para los comicios del 9 de abril. En las últimas legislaturas, el voto de los diputados religiosos ha sido decisivo, de manera que ningún partido, especialmente los más grandes, quieren entrar en este tema.

El diario Yediot Ahronot dice que el “complicado procedimiento” de análisis genético se está haciendo no solo a ciertas parejas que quieren casarse sino también a los familiares de las parejas, una circunstancia que puede ayudar a determinar el origen genético de las personas analizadas, y también su religión de acuerdo con la halajá.

“En una ocasión, a una mujer joven que fue al rabinato antes de casarse, le pidieron que se hiciera una prueba de ADN juntamente con su madre y su tía, para eliminar la posibilidad de que su madre fuera adoptada”, dice el rotativo de Tel Aviv. “A la mujer joven se le dijo que si rechazaba esa petición, su solicitud de matrimonio sería rechazada”.

El rabinato tiene listas negras y secretas de israelíes que no son judíos según la halajá

En Israel el rabinato tiene competencias exclusivas para celebrar matrimonios entre judíos. De hecho, Israel solo autoriza matrimonios religiosos entre judíos, cristianos y musulmanes por separado. Los matrimonios mixtos, o los matrimonios entre judíos que no son judíos de acuerdo con la halajá, se han de celebrar necesariamente fuera del país para ser reconocidos en Israel, aunque nunca serán reconocidos por el rabinato.

El rabinato trata siempre de determinar si un judío es realmente judío, aunque hasta ahora no constaba que hiciera pruebas de ADN para verificar el judaísmo de las personas que se quieren casar. No es extraño encontrar casos en los que uno de los novios descubre en el último momento en el rabinato que no es judío según la halajá y en consecuencia no se puede casar.

El rabinato tiene listas negras y secretas de israelíes que no son judíos según la halajá. Los rabinos ortodoxos que son los únicos que pueden casar a los judíos dentro de Israel, miran las listas negras antes de celebrar cualquier matrimonio para comprobar si figura el nombre de alguno de los novios.

Según la halajá, es judía cualquier persona que tiene una madre judía o que se ha convertido al judaísmo por medio de un rabino ortodoxo. Sin embargo, la ley israelí dice que cualquier persona hija o nieta de un judío puede emigrar automáticamente a Israel y acceder a la nacionalidad de este país.

Entre lo que dice la halajá y lo que dice la ley israelí se produce una disfunción dado que, por ejemplo, una persona que es nieta de un abuelo judío puede emigrar automáticamente a Israel según la Ley del Retorno, pero el rabinato no la considerará judía de acuerdo con la halajá. Las personas de esta categoría tendrán que seguir un proceso de conversión al judaísmo con un rabino ortodoxo para que el rabinato las certifique como judías.

Alrededor de un millón de judíos de las repúblicas de la antigua Unión Soviética emigraron a Israel desde los años novena. Se estima que cientos de miles de estos judíos no son realmente judíos de acuerdo con la halajá, de manera que si no se convierten al judaísmo, se encuentran en una especie de limbo jurídico y religioso, y cuando llega el momento pueden descubrir que no se pueden casar. Si no se convierten al judaísmo, también el nombre de sus futuros hijos figurará en las listas negras del rabinato y dentro de veinte o treinta años tendrán el mismo problema.

“Hay algunos casos en los que hay personas que dicen que son judías pero no disponen de los documentos necesarios para confirmarlo, o nosotros encontramos contradicciones entre sus declaraciones y lo que nosotros hemos descubierto de esas personas”, ha aclarado el gran rabino Lau. El gran rabino añade que entonces “se sugiere” a esas personas que pasen una prueba de ADN, “aunque no se obliga a nadie a pasarla”.

“Desgraciadamente, continúa Lau, “hay inmigrantes que a pesar de que pueden emigrar a Israel acogiéndose a la Ley del Retorno, no son judíos de acuerdo con la halajá”. Por su parte, el diario Yediot Ahronot añade que el fenómeno de las pruebas genéticas por parte del rabinato “está creciendo”.

Fuente: https://www.publico.es/internacional/israel-israel-pruebas-adn-certificar-migrantes-son-realmente-judios-casarse.html

Los excluidos dejan de serlo si se convierten, luego —se concluirá— no hay en verdad problema racial. La pregunta sería entonces si dicha conversión religiosa al judaísmo de los no-judíos —-catalogados de esta manera en términos «científicos» ¡¡¡e incluidos en una lista negra!!!— produce algún cambio genético que transforme su ADN, lo que es absurdo. Ahora bien, esta ambigüedad conceptual a medio camino entre la teología y la genética, que evoca el doblepensar de Orwell, constituye la sustancia misma del judaísmo. En ella vive y pervive la anacrónica creencia tribal etnocéntrica hebrea como una negación de toda lógica, siendo así que esta institución filosófica, en cuanto imperativo espiritual —griego, ario—, sería para la rabulística rabínica cosa satánica y mortífera que el judío debe ignorar. Por cuanto la lógica y, por ende, la ciencia, conduce fatalmente a explicitar, conceptutalizar e institucionalizar la experiencia de la finitud, a saber, a la filosofía. Cuya negación resume en una palabra el credo judaico de la obstinada persistencia colectiva: todos los pueblos perecen tarde o temprano; el judío, no (la inmortalidad individual es una idea procedente de la religión persa y tardíamente incorporada al judaísmo en el primer Exilio babilónico). Ahora bien, estas cuestiones (que abordaremos en la tercera parte) nos apartan por ahora del tema central del presente artículo, el supremacismo judío. Éste debe ante todo ser documentado en los textos más ancestrales del canon judaico, a saber, la Torah y el conjunto del Tanaj (la Biblia hebrea, muy anterior al Talmud). Recordemos que el Tanaj se corresponde de forma aproximada, mas no exacta, con aquéllo que los cristianos denominan Antiguo Testamento.

EL SUPREMACISMO EN EL TANAJ

La cuestión que nos ocupa aquí, por consiguiente, es si el concepto de «pueblo escogido», racial o no, implica necesariamente el de superioridad, es decir, el supremacismo, biológico o cultural. Hay corrientes moderadas del judaísmo que niegan la relación necesaria entre eleccionismo y supremacismo. Pero los textos sagrados sobre el anatema —y ya no digamos las políticas sionistas e israelíes—, permiten objetar, como poco, una duda razonable en el caso judío. Véase, por ejemplo, el capítulo séptimo del Deuteronomio:

1 Cuando Jehová tu Dios te haya hecho entrar en la tierra en la cual tú has de entrar para poseerla, y haya echado de delante de ti a muchas naciones, al heteo, y al gergeseo, y al amorreo, y al cananeo, y al ferezeo, y al heveo y al jebuseo, siete naciones mayores y más fuertes que tú,

2 y cuando Jehová tu Dios las haya entregado delante de ti, y las hayas derrotado, las destruirás del todo. No harás con ellos alianza ni les tendrás misericordia.

3 Y no emparentarás con ellas; no darás tu hija a su hijo ni tomarás a su hija para tu hijo.

4 Porque desviará a tu hijo de en pos de mí, y servirán a dioses ajenos; y el furor de Jehová se encenderá sobre vosotros y pronto te destruirá.

5 Mas así habéis de hacer con ellos: sus altares destruiréis, y quebraréis sus estatuas, y cortaréis sus imágenes de Asera y quemaréis sus esculturas en el fuego.

6 Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra.

7 No por ser vosotros más numerosos que todos los pueblos os ha querido Jehová y os ha escogido, pues vosotros erais los menos numerosos de todos los pueblos,

8 sino porque Jehová os amó y quiso guardar el juramento que juró a vuestros padres; os ha sacado Jehová con mano poderosa y os ha rescatado de la casa de servidumbre, de manos de Faraón, rey de Egipto.

9 Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que aguarda el convenio y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones,

10 y que da el pago en la cara del que le aborrece, destruyéndolo; y no se tarda en retribuir al que le odia; en su cara le dará el pago.

11 Guarda, por tanto, los mandamientos, y estatutos y decretos que yo te mando hoy que cumplas.

12 Y acontecerá que, por haber oído estos decretos, y haberlos guardado y puesto por obra, Jehová tu Dios guardará contigo el convenio y la misericordia que juró a tus padres.

13 Y te amará, y te bendecirá, y te multiplicará y bendecirá el fruto de tu vientre, y el fruto de tu tierra, y tu grano, y tu mosto y tu aceite, la cría de tus vacas y los rebaños de tus ovejas, en la tierra que juró a tus padres que te daría.

14 Bendito serás más que todos los pueblos; no habrá en ti varón ni mujer estéril, ni en tus bestias.

15 Y quitará Jehová de ti toda enfermedad; y todas las malas plagas de Egipto, que tú conoces, no las pondrá sobre ti, sino que las pondrá sobre todos los que te aborrecieren.

16 Y destruirás a todos los pueblos que te da Jehová tu Dios; tu ojo no les tendrá piedad, ni servirás a sus dioses, porque te será motivo de tropiezo.

17 Si dices en tu corazón: Estas naciones son mucho más numerosas que yo, ¿cómo las podré desarraigar?,

18 no tengas temor de ellas; acuérdate bien de lo que hizo Jehová tu Dios con Faraón y con todo Egipto,

19 de las grandes pruebas que vieron tus ojos, y de las señales y de los milagros, y de la mano poderosa y brazo extendido con que Jehová tu Dios te sacó. Así hará Jehová tu Dios con todos los pueblos en cuya presencia tú temes.

20 Y también enviará Jehová tu Dios sobre ellos avispas, hasta que perezcan los que queden y los que se hayan escondido de delante de ti.

21 No desmayes delante de ellos, porque Jehová tu Dios está en medio de ti, Dios grande y temible.

22 Y Jehová tu Dios echará a estas naciones de delante de ti poco a poco; no podrás acabar con ellas de inmediato, para que las bestias del campo no se aumenten contra ti.

23 Mas Jehová tu Dios las entregará delante de ti, y él las quebrantará con gran destrozo hasta que sean destruidas.

24 Y él entregará sus reyes en tus manos, y tú borrarás el nombre de ellos de debajo del cielo; nadie te hará frente hasta que los destruyas.

25 Las esculturas de sus dioses quemarás en el fuego; no codiciarás la plata ni el oro que las recubren para tomarlos para ti, no sea que tropieces por ello, pues es abominación a Jehová tu Dios.

26 Y no traerás cosa abominable a tu casa, para que no seas anatema como ella; del todo la aborrecerás y la abominarás, porque es anatema.

El hebreo es un «pueblo especial», santo, bendito más que («superior a») todos los pueblos de la tierra y, por si fuera poco, con derecho a destruir sin piedad (anatema) cualesquiera pueblos que nieguen su condición de sometidos o inferiores al escogido. La elección de unos comporta necesariamente la exclusión de otros. Si hay un pueblo santo, el resto de los pueblos han de ser profanos. Para incurrir en «falta» merecedora de destrucción total no es menester, empero, ni siquiera omitir el debido «amor» a Yahvé, el dios judío, como único dios («un dios celoso»), ya sea de forma explícita o implícita (verbi gratia, adorando a otros dioses o a ninguno, vulnerando sus innumerables preceptos, ofendiendo a un judío, etcétera): la elección de Yahvé es completamente gratuita. Mas una vez honrado Yahvé como dios, hay que acatar también el rango «especial» y el plus («más») —de santidad— que Él concedió graciosamente a su pueblo. O sea que no basta con reconocer a Yahvé como dios exclusivo de los judíos: es obligatorio someterse acto seguido a los judíos mismos. En caso contrario, las naciones «transgresoras» serán aniquiladas. Quizá no inmediatamente («no podrás acabar con ellas de inmediato»), pero tiempo al tiempo… Y el tiempo, para los perturbados mentales y criminales genocidas sionistas de la oligarquía, ha llegado. Pregunten si no por Irak, Siria, Libia, Líbano…

Según el antifascista Michel Onfray (Traité d’athéologie, p.199) la Torah inventa la desigualdad étnica, ontológica y metafísica de las razas. Bien entendido que las prácticas racistas, supremacistas o genocidas eran habituales y comunes en la Antigüedad y no exclusivas de ningún pueblo, los judíos son los primeros en teorizar dichas prácticas para «santificarlas» (=legitimarlas). En consecuencia, cuando afirmamos que el judaísmo inventa el racismo y el genocidio, no nos referimos a unas meras pautas de conducta de facto, sino a su justificación discursiva y consecuente institucionalización litúrgica (el anatema deviene acto sacrificial regulado por los sacerdotes del Templo). Al decir de André Gaillard en su imprescindible Le judaïsme et l’invention du racisme culturel (p. 23 de la edición en pdf), esta noción judía de pueblo elegido puede descomponerse en tres elementos: 1/ el mito de la Alianza divina/Pueblo elegido; 2/ la ley rabínica de la transmisión hereditaria de la judeidad; 3/ la mística bíblica de lo puro y lo impuro. Nos remitimos a su argumentación para quienes quieran profundizar más allá de los límites del presente artículo introductorio.

Gaillard basa sus afirmaciones en las siguientes referencias bíblicas explícitas (por supuesto, hay muchas más): Éxodo 19:5-6: Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel. Y 1 Crónicas 16:13: Oh vosotros, hijos de Israel su siervo, hijos de Jacob, sus escogidos. Jehová, Él es nuestro Dios; sus juicios están en toda la tierra. Él hace memoria de su pacto perpetuamente, Y de la palabra que él mandó para mil generaciones. No hace falta insistir mucho en la relevancia antropológica de todas estas cuestiones, pero cuando a semejante interés puramente científico se añade el hecho de que dicha ideología, en su versión secularizada —el sionismo—, es la oficiosa del Estado de Israel y, por si fuera poco, fundamenta la agenda social de la oligarquía financiera judeo-cristiana occidental, comprendemos su importancia política. [El jefe de Goldman Sachs: «Los banqueros hacen el trabajo de Dios»].Ahora bien, un tema que debería ser abordado en los medios de comunicación de masas, los foros intelectuales y los parlamentos liberales es censurado sistemáticamente o falseado con pretensiones maliciosas —difundidas por la propia oligarquía o sus secuaces de extrema derecha cristiana— como, por ejemplo, que las élites son progres o carecen de toda ideología excepto la del enriquecimiento. Por cuanto si alguien osare plantear la idiosincrasia ideológica real de la oligarquía, será acusado de antisemita y nazi, encarnación del «mal absoluto». Una estigmatización teológica que desvela sin quererlo, por sí misma, la verdad del judeo-cristianismo oligárquico. (De ahí que el judaísmo tenga que ser objeto permanente de análisis filosófico en CARRER LA MARCA, porque no hay otro lugar en la red donde este imperativo democrático sea llevado hasta sus últimas consecuencias). A continuación añadimos otros veinte pasajes de la Biblia en los que se puede documentar la noción supremacista de «pueblo elegido»:

Deuteronomio 14:2. Porque eres pueblo santo para el Señor tu Dios; y el Señor te ha escogido para que le seas un pueblo de su exclusiva posesión de entre los pueblos que están sobre la faz de la tierra.

Deuteronomio 26:17-19. Has declarado hoy que el Señor es tu Dios y que andarás en sus caminos y guardarás sus estatutos, sus mandamientos y sus ordenanzas, y que escucharás su voz. Y el Señor ha declarado hoy que tú eres su pueblo, su exclusiva posesión, como Él te prometió, y que debes guardar todos sus mandamientos; y que Él te pondrá en alto sobre todas las naciones que ha hecho, para alabanza, renombre y honor; y serás un pueblo consagrado al Señor tu Dios, como Él ha dicho.

2 Samuel 7:23-24. ¿Y qué otra nación en la tierra es como tu pueblo Israel, al cual viniste a redimir para ti como pueblo, a fin de darte un nombre, y hacer grandes cosas a su favor y cosas portentosas para tu tierra, ante tu pueblo que rescataste para ti de Egipto, {de} naciones y {de} sus dioses? Pues tú has establecido para ti a tu pueblo Israel como pueblo tuyo para siempre, y tú, Señor, has venido a ser su Dios.

1 Reyes 8:53. Pues tú los has separado de entre todos los pueblos de la tierra como tu heredad, como lo dijiste por medio de tu siervo Moisés, cuando sacaste a nuestros padres de Egipto, oh! Señor Dios.

1 Reyes 10:9. Bendito sea el Señor tu Dios que se agradó de ti para ponerte sobre el trono de Israel; por el amor que el Señor ha tenido siempre a Israel, te ha puesto por rey para hacer derecho y justicia.

1 Crónicas 17:20-21. Oh! Señor, no hay nadie como tú, ni hay Dios fuera de ti, conforme a todo lo que hemos oído con nuestros oídos. ¿Y qué otra nación en la tierra es como tu pueblo Israel, al cual Dios vino a redimir {como} pueblo para sí, a fin de darte un nombre {por medio} de cosas grandes y terribles, al echar naciones de delante de tu pueblo, al que rescataste de Egipto?

Salmos 105:8-15. Para siempre se ha acordado de su pacto, de la palabra que ordenó a mil generaciones, {del pacto} que hizo con Abraham, y de su juramento a Isaac. También lo confirmó a Jacob por estatuto, a Israel como pacto eterno (…)

Salmos 135:4. Porque el Señor ha escogido a Jacob para sí, a Israel para posesión suya.

Isaías 41:8. Pero tú, Israel, siervo mío, Jacob, a quien he escogido, descendiente de Abraham, mi amigo.

Isaías 43:1-3. Mas ahora, así dice el Señor tu Creador, oh! Jacob, y el que te formó, oh! Israel: No temas, porque yo te he redimido, te he llamado por tu nombre; mío eres tú. Cuando pases por las aguas, yo {estaré} contigo, y si por los ríos, no te anegarán; cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama te abrasará. Porque yo soy el Señor tu Dios, el Santo de Israel, tu Salvador; he dado a Egipto por tu rescate, a Cus y a Seba en lugar tuyo.

Isaías 44:21. Recuerda estas cosas, Jacob, y tú Israel, porque mi siervo eres. Yo te he formado, siervo mío eres; Israel, no me olvidaré de ti.

Jeremías 31:1-4. En aquel tiempo –declara el Señor– yo seré el Dios de todas las familias de Israel, y ellos serán mi pueblo. Así dice el Señor: Ha hallado gracia en el desierto el pueblo que escapó de la espada, Israel, cuando iba en busca de su reposo. Desde lejos el Señor se le apareció, {diciendo:} Con amor eterno te he amado, por eso te he atraído con misericordia.

Jeremías 31:9-11. Con llanto vendrán, y entre súplicas los guiaré; los haré andar junto a arroyos de aguas, por camino derecho en el cual no tropezarán; porque soy un padre para Israel, y Efraín es mi primogénito. Oíd, naciones, la palabra del Señor, anunciad en las costas lejanas, y decid: El que dispersó a Israel lo reunirá, y lo guardará como un pastor a su rebaño. Porque el Señor ha rescatado a Jacob, y lo ha redimido de manos más fuertes que él.

Jeremías 46:27-28. Pero tú no temas, siervo mío Jacob, ni te atemorices, Israel; porque he aquí, te salvaré de lugar remoto, y a tu descendencia de la tierra de su cautiverio. Y volverá Jacob, y estará tranquilo y seguro, y nadie lo atemorizará. Tú no temas, siervo mío Jacob –declara el Señor– porque yo estoy contigo; pues acabaré con todas las naciones adonde te he expulsado, pero no acabaré contigo, sino que te castigaré con justicia; de ninguna manera te dejaré sin castigo.

Ezequiel 36:24-28. Porque os tomaré de las naciones, os recogeré de todas las tierras y os llevaré a vuestra propia tierra. Entonces os rociaré con agua limpia y quedaréis limpios; de todas vuestras inmundicias y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Además, os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros; quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne.

Ezequiel 37:21-25. Y diles: Así dice el Señor Dios: He aquí, tomaré a los hijos de Israel de entre las naciones adonde han ido, los recogeré de todas partes y los traeré a su propia tierra. Y haré de ellos una nación en la tierra, en los montes de Israel; un solo rey será rey de todos ellos; nunca más serán dos naciones, y nunca más serán divididos en dos reinos. No se contaminarán más con sus ídolos, ni con sus abominaciones, ni con ninguna de sus transgresiones; sino que los libraré de todos los lugares en que pecaron y los limpiaré. Y ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios.

Joel 3:1-2. Porque he aquí que en aquellos días y en aquel tiempo, cuando yo restaure el bienestar de Judá y Jerusalén, reuniré a todas las naciones, y las haré bajar al valle de Josafat. Y allí entraré en juicio con ellas a favor de mi pueblo y mi heredad, Israel, a quien ellas esparcieron entre las naciones, y repartieron mi tierra.

Amós 3:1-2. Oíd esta palabra que el Señor ha hablado contra vosotros, hijos de Israel, contra toda la familia que hizo subir de la tierra de Egipto, diciendo: Sólo a vosotros he escogido de todas las familias de la tierra; por eso os castigaré por todas vuestras iniquidades.

Romanos 11:1-2. Digo entonces: ¿Acaso ha desechado Dios a su pueblo? ¡De ningún modo! Porque yo también soy israelita, descendiente de Abraham, de la tribu de Benjamín. Dios no ha desechado a su pueblo, al cual conoció con anterioridad.

Hebreos 8:8-13. Porque reprochándolos, Él dice: mirad que vienen días, dive el Señor, en que estableceré un nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá; no como el pacto que hice con sus padres el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque no permanecieron en mi pacto, y yo me desentendí de ellos, dice el Señor. Porque éste es el pacto que yo haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: pondré mis leyes en la mente de ellos y las escribiré sobre sus corazones. Y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.

Se recomienda leer los capítulos completos para la correcta contextualización de los fragmentos. En color azul aquellos pasajes que acreditan el supremacismo judío en el Tanaj. Parece obvio, para concluir, que el racismo judío es supremacista, es decir, que no se limita a guardar una identidad volkisch, sino que preténdese superior a otros pueblos y, por tanto, institucionaliza la existencia de pueblos inferiores. Por otro lado, como ya vimos en el artículo anterior, también institucionaliza el genocidio (anatema). Puede afirmarse, por tanto, que el judaísmo inventa la noción de «holocausto» (¡que significa, precisamente, sacrificio!) aplicada luego a otros pueblos y a los propios judíos por naciones occidentales que, lamentablemente, fueron aculturadas en el molde bíblico. En la tercera parte de esta serie nos ocuparemos del racismo judío haciendo abstracción de las cuestiones relacionadas con el supremacismo y el genocidio.

Figueres, la Marca Hispànica, 2 de octubre de 2021

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