UNA BUENA NUEVA PARA ECHARSE A TEMBLAR. «Estados Unidos ha vuelto», afirma Jose Biden. Los verdaderos EEUU, óptimos e incomparables, capaces de hazañas como el exterminio de los indios, la esclavitud negra, la apropiación del 45% de México o las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki, vuelven. Angela Merkel allánase como una alfombra para que Biden mantenga en Alemania las tropas de ocupación norteamericanas que Trump ordenó evacuar. Y Biden advierte que ciertos regímenes no son de su agrado porque se le antojan poco democráticos, lo que significa, en realidad: poco liberales, hostiles a la dictadura de los banqueros imperante en el llamado «mundo libre» (¿libre para quién?). Se confirman así nuestros análisis: el trumpismo ha representado sólo, en última instancia, una escenificación circense, un elemento transitorio, teatral y desechable —de usar y tirar— en el proyecto de blanqueamiento de fachada de la política estadounidense. Todos sus errores y horrores —incluidos una tentativa de golpe de Estado y un genocidio sanitario— se cargan en la cuenta del «fascismo», es decir, de un fenómeno maligno —en términos bíblicos, diabólico— que nada tendría que ver con la esencia divina de los EEUU. El mensaje es claro —teoría del mal menor—: la única alternativa al sistema oligárquico occidental de ideología neoliberal sería algo parecido a Trump, quien nos ilustró, con fines pedagógicos, sobre esta espantosa posibilidad, a saber: el nacionalismo y, en definitiva, el fascismoTrump ha representado sólo un papel a cuenta de la oligarquía financiera y, por consiguiente, quedará impune. Algunos de los detestables ultraderechistas que le apoyaron como comparsas sí que pagarán por los muertos del Capitolio según reclama el propio Trump —¡el mismo que les incitó!—, y manifiestan que se sienten utilizados y traicionados, pero su sorprendente ingenuidad no merecía otro desenlace. Es hora de que quienes apoyaron a Trump a sabiendas de que era un lacayo oligárquico del sionismo y del Estado de Israel reconozcan que, en el mejor de los casos —si no estamos ante verdaderos cretinos integrales—, algún elemento importante de su patrimonio ideológico ha hecho posible el fraude y debe ser corregido.

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LA TRAICIÓN DEL LÍDER A SUS SEGUIDORES ULTRAS COMO MÉTODO PARA REINTERPRETAR RETROSPECTIVAMENTE EL TRUMPISMO

Durante meses, CARRER LA MARCA ha afirmado, y demostrado —con hechos incontestables— que Trump era un títere de la oligarquía financiera sionista. Sin embargo, los seguidores ultraderechistas de Trump no respondían a los argumentos racionales, que ignoraban con desprecio, congratulándose de la descalificación, el insulto e incluso la amenaza a los críticos del área patriótica. Ignoraban, por ejemplo, el sonrojante sionismo de Trump, bien patente en su sumisa y hasta lacayuna actitud hacia todas las exigencias del Estado de Israel. Ignoraban que quien mandaba en la Casa Blanca era el judío sionista Jared Yushner. Ignoraban que la hija de Trump, Ivanka, se había convertido al judaísmo y casado con Kushner. Ignoraban las fotos de Trump con los rabinos de Chabad (Jabad) y el hecho de que tanto Ivanka como Kushner asistían regularmente a los oficios de una sinagoga de esta secta en Nueva York. Ignoraban la ideología de Chabad, la cual no es  judía a secas, sino racista y supremacista: según el mesías de Chabad Menachem Mendel Schneerson, el Rebe Lubavitcher, todos los no-judíos somos animales que sólo existimos para servir a los judíos. Esta última apreciación incluye, por supuesto, a los propios ultraderechistas no-judíos seguidores de Trump, pero la propaganda de los trumpistas prefería inventar amenazas islámicas o chinas o mexicanas para canalizar y satisfacer el odio xenófobo crónico de la extrema derecha cristiana.

Las declaracions de Trump advirtiendo que los asaltantes del Capitolio deberían ser castigados por sus actos de violencia constituye la clave para re-interpretar retrospectivamente no sólo las acciones u omisiones de Trump, sino el conjunto del proceso que conduce desde el escenario de la crisis económica de 2008, con el descrédito del sistema oligárquico financiero neoliberal en primer plano, a su restauración triunfante, tras el fiasco pseudo «nacionalista», pseudo «proteccionista» y pseudo «fascista» de Trump, bajo la figura decrépita de Joe Biden. Esta hermenéutica reconstructiva de los hechos debería ser objeto de especial interés para quienes se tienen por nacionalistas en política internacional, proteccionistas y antiglobalistas en economía y críticos del antifascismo en lo cultural, porque a la postre quienes pagan los platos rotos del payaso Donald J. Trump son los seguidores de esta ideología, la única que constituye un desafío y una alternativa reales al despotismo de la oligarquía financiera.

Figueres, la Marca Hispànica, 21 de febrero de 2021.

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