Pedro Sánchez con el hijo de Soros.

LOS ATENTADOS SUPUESTAMENTE ISLAMISTAS Y FASCISTAS SON CHISPAS DEL PENTÁGONO O EL MOSSAD PARA CALAR EL FUEGO DE UN INCENDIO BÉLICO GLOBAL. Nada es lo que parece y, sobre todo, como nos lo cuentan los periodistas, los políticos y los intelectuales a sueldo de la oligarquía. Mucho menos, las versiones oficiales de los atentados del 11-S, 11-M y tantos otros, hitos del presunto choque de civilizaciones islámica y judeo-cristiana… Todo este escenario ha sido minuciosamente construido para desembocar en una guerra civil de religión —la internacionalización del conflicto palestino-israelí— que ya fuera ensayada a pequeña escala en Bosnia y se cobró el genocidio de la población islámica local, pero que, en el caso de los genocidas gentiles, terminó también —aviso para navegantes— con el juicio y condena de esperpénticos personajes matamoros cuyos virtuales equivalentes actuales en España son cada vez más abundantes. La repetición de Sarajevo, por tanto, servirá para encubrir la solución final del problema palestino en Gaza y Cisjordania, pero no salvará de su Nüremberg a los islamófobos europeos, los cuales serán duramente ajusticiados por virtuosos y humanitarios judíos de la Diáspora en el circense Tribunal Internacional de La Haya. 

Benjamín Netanyahu saluda a un terrorista herido que restablece su salud en un hospital de Israel.

El presente artículo es la tercera entrega de una serie que comenzó aquí y prosiguió aquí.

Para resumir muy brevemente el contenido de la argumentación desarrollada convendrá recordar

  • que los inmigrantes africanos o mahometanos penetran en Europa y, por ende, en Occidente, de la mano del oligarca liberal (derechista) judío Georg Soros y con el pleno consentimiento de las autoridades de Bruselas, las cuales justifican este colosal movimiento demográfico apelando a razones humanitarias.
  • que dichos inmigrantes son radicalizados en el islamismo yihadista por un aliado de los EEUU, a saber, Arabia Saudí, en mezquitas financiadas por piadosos jeques multimillonarios saudíes, amigos del Pentágono y dentro de nuestro territorio.
  • que los más fanáticos de estos inmigrantes adoctrinados en el salafismo son los que cometen los atentados terroristas a pesar de estar fichados por la policía o de ser, incluso, informantes de las agencias de inteligencia.
  • que, paralelamente, Israel o sectas judías de la Diáspora se dedican a promover partidos islamófobos europeos cuyo discurso radical ultra responde al discurso yihadista de los salafistas saudíes con incitaciones a la cruzada judeo-cristiana contra el Islam.

Quien no perciba lo que está sucediendo ante nuestros propios ojos será o cómplice de los perpetradores o un perfecto cretino.

El antifascista y chivato ultraderechista de la CIA Julius Evola fue un ideólogo de la Red Gladio.

LAS AGENCIAS DE INTELIGENCIA OCCIDENTALES COMO FÁBRICAS DE TERRORISTAS

El terrorista manufacturado —que no debe confundirse con el verdadero resistente y combatiente anti-sionista— es la última pieza, la terminal individual subjetiva de todo un complejo estructural e industrial de transporte, adoctrinamiento, manipulación mediática, lavado de cerebro y alienación humana organizado por la oligarquía sionista occidental. Omitiremos, por razones obvias, la procedencia de las fuentes informativas empíricas en las que se basa nuestro análisis de este postrero eslabón en la cadena de montaje de la fábrica del terror.

Los judíos son el pueblo elegido. ¿Por qué? Lo dice Yahvé. ¿Quién es Yahvé? El dios inventado por los judíos.

A los efectos del tema que nos ocupa, los terroristas pueden ser de dos tipos: 1/ terroristas «islámicos» de la misma naturaleza que quienes atentaron en Nueva York, Londres, Madrid o Barcelona, promoviendo la islamofobia en la opinión pública occidental para único y exclusivo beneficio del Estado de Israel; 2/ terroristas «neonazis» como Anders Breivik con partidos ultraderechistas islamófobos europeos —entre ellos la Plataforma per Catalunya (PxC) como referente ideológico. Evidentemente, los procesos de reclutamiento de unos y otros son muy distintos.

El político pacifista sueco Olof Palme fue asesinado por la Red Gladio en un atentado de falsa bandera.

En el caso (1), el agente se presentará ante el futuro terrorista como un fiel musulmán comprometido en la yihad contra el ateo e infiel mundo occidental donde las mujeres todavía tienen clítoris; en el caso (2), el agente se disfrazará de caballero judeo-cristiano enrolado en la cruzada contra el invasor musulmán o, incluso, como un operativo de la patriótica lucha terrorista (o ambas cosas a la vez) sin explicar a qué agencia sirve en concreto «por motivos de seguridad».

Atentado de la estación de Bolonia.

Convengamos en que las operaciones de las agencias de inteligencia se rigen por el secreto más absoluto, así que los autores intelectuales X de estos atentados de falsa bandera pueden actuar con total impunidad. Disponen de una esmerada preparación, de medios técnicos, económicos o logísticos ilimitados e inmunidad ante los jueces y la torpe policía local. Frente a ellos, en el caso (1), tendrán a un individuo que forma parte del grupo de los salafistas más radicalizados y un archivo con detallada información sobre su historial, vida privada, perfil psicológico, nivel cultural… Cuando elige a su presa, el agente de inteligencia trabaja sobre seguro y conoce las debilidades humanas (vicios, delitos, máculas morales…) de su interlocutor: puede chantajearlo, alabar astutamente su ego u ofrecerle dinero, poder, etcétera, aplicando las pautas tácticas de seducción o intimidación sobre las que haya sido previamente instruido para la operación.

La matanza de Bolonia fue un atentado «fascista» de falsa bandera de las mismas características que el 11-S o el 11-M.

Además, no olvidemos que, en el caso (1), las agencias de inteligencia cuentan con información privilegiada del Estado saudí u otras monarquías del Golfo Pérsico. En efecto, si la oligarquía necesita un terrorista islámico para propalar la islamofobia en el país X de Occidente, no se olvide nunca que, bajo la coartada de luchar contra la amenaza terrorista, son los propios agentes provocadores quienes trabajan como especialistas en la investigación de sus potenciales chivos expiatorios. Y Arabia Saudí, a través de las mezquitas salafistas que controla, es capaz de proporcionar un plantel completo de musulmanes radicalizados donde el personal del Mossad, el MI6, la CIA u otras agencias de espías puedan seleccionar a placer el o los energúmenos más apropiados para una fechoría determinada, es decir, para la perpetración de un acto terrorista. En función de los fines que persiga la agencia y de las características personales del objetivo, manipularán e instigarán a su candidato a terrorista para que actúe como un lobo solitario o, reclutando a terceros, con el rango de capitoste de una organización criminal. Las personas con transtornos mentales serán singularmente presas harto vulnerables para estos expertos en la manipulación psicológica. Reptilianos, demonios y todo tipo de entidades maléficas forman parte como herramientas lobotomizadoras de su discurso evoliano y de la pseudo cultura fantástica en la que decenas de miles de perturbados —cuya fuente de información es la red— creen a pies juntillas. Cuando los terroristas, si no han sido ejecutados o suicidados después del atentado, afirmen que fueron guiados por una voz extraterrestre, el mandato de Dios o las propias agencias de inteligencia, evidentemente nadie les va a tomar en serio, por cuanto ya fueron seleccionados de antemano por aquéllas como fanáticos y locos ayunos de toda credibilidad.

Giulio Andreotti destapó la Operación Gladio de operaciones terroristas de falsa bandera perpetradas por la OTAN.

En el caso (2), además, contamos con antecedentes perfectamente documentados —la famosa red Gladio— de manipulación de grupos de extrema derecha como cabezas de turco para la perpetración de actos de terrorismo «fascistas» al servicio de la lucha del Pentágono contra la amenaza comunista.

Según el historiador suizo Daniele Ganser, estuvo involucrada en actos terroristas durante los denominados «años de plomo» italianos (anni di piombo) de la década de 1970, en medio de la llamada «estrategia de tensión». Esta última habría estado concebida para facilitar la llegada de un supuesto régimen autoritario derechista neofascista para hacer frente a un eventual gobierno del entonces poderoso Partido Comunista Italiano. El nombre de Gladio se solía aplicar a una serie de organizaciones paramilitares de diversos países, aunque lo más común es su utilización para referirse exclusivamente a los paramilitares italianos. Fue descubierta y expuesta el 24 de octubre de 1990, al final de la Guerra Fría, por Giulio Andreotti, entonces presidente del Consejo de Ministros de Italia; tanto este país como Bélgica, Suiza y Turquía desarrollaron investigaciones parlamentarias. La trama expuesta fue condenada por el Parlamento Europeo en resolución del 22 de noviembre de 1990. Nadie resultó condenado por estos hechos, no se siguieron las investigaciones y se desconoce su situación actual.​ Sus actividades consistían básicamente en acciones subversivas como atentados y montajes contra todos aquellos grupos ideológicos (marxistas, anarquistas, nacionalistas, etc.) que podían tener apoyo social, y romper la hegemonía de los partidos políticos y grupos de poder tradicionalmente hegemónicos de los distintos países de Europa Occidental alineados con Estados Unidos. (…) La Operación Gladio fue ideada después de la Segunda Guerra Mundial por la CIA y el MI6, y tenía como objetivo prepararse ante una eventual invasión soviética de la Europa occidental por medio de fuerzas armadas paramilitares secretas de élite dispuestas en diversos países capitalistas. Finalmente la situación degeneró en el empleo de varias estrategias de guerra sucia, tales como la infiltración, y las operaciones de bandera falsa (como en la estación de Bolonia, en Italia) para destrozar la imagen pública de partidos políticos (al señalarlos falsamente como los autores del ataque) no colaboradores con los Estados Unidos (nacionalistas y comunistas), y así evitar su ascenso por las urnas. Todos los países capitalistas de dicho continente poseían contingentes secretos. Muchos nazis derrotados tras la Segunda Guerra Mundial fueron miembros de Gladio, que aceptaba solamente a «gente segura», es decir, militantes nacional-socialistas alejados del conservadurismo moderado y de la izquierda; librándose también de esta manera de juicios de guerra y en muchos casos manteniendo un alto nivel de vida.

El caldo de cultivo ideológico fue en aquel entonces el  evolianismo, es decir, la pizza mental ultraderechista y antifascista del impostor y escritorzuelo Julius Evola, quien mediante historietas sobre la Atlántida o la desvergonzada reivindicación de la magia convirtió a los revolucionarios fascistas de la República de Salò en matones y asesinos obsesionados con el peligro rojo a sueldo de Wall Street. El Islam fue también utilizado a la sazón durante la Guerra Fría en los países árabes o musulmanes como arma del anticomunismo, todo ello sin menoscabo de que, tras la revolución iraní del ayatolá Jomeni, se girase la tortilla y bandas terroristas pseudo marxistas —como la que ahora financia a Vox— fueran descatalogadas de la lista de grupos terroristas para emplearlas acto seguido en acciones contra el régimen islamista chiíta de Teherán. Según convenga, Washington/Israel clasifica como terroristas o como disidentes democráticos a unos u otros y los promueve, estigmatiza, financia y radicaliza o persigue en calidad de peones o adversarios de la geo-estrategia oligárquica de dominación mundial. Así las cosas, en la actualidad y hasta nueva orden, ya no se trataría de luchar contra la conspiración roja y atea, sino de defender Occidente de una presunta invasión islámica. De tal suerte que, quienes antaño adoraban a Julius Evola y, sobre todo, al pro-islamista René Guénon en cuanto gurú ideológico en los anni di piombo (años de plomo) y la guerra sucia actos terroristas occidentales de falsa bandera— para impedir que los comunistas ganaran democráticamente las elecciones en su país, ahora abominan de Mahoma y se han transmutado de un plumazo en furibundos islamófobos y admiradores del Estado de Israel. La cuestión es, para estos mercenarios evolianos (que en la extrema derecha española tienen nombre y apellidos harto conocidos), siempre la misma: Chi paga?

Vincenzo Vinciguerra, fascista revolucionario condenado a cadena perpetua por un atentado occidental de falsa bandera, ha explicado con cierto detalle la horrenda verdad de la guerra sucia.

En definitiva, la existencia de atentados de falsa bandera perpetrados por títeres y chivos expiatorios de las agencias de inteligencia occidentales es un hecho más que probado. Y no forma parte de ningún delirio conspiranoico como los medios de comunicación y los políticos pretenden hacernos creer. El Pentágono perpetra atentados indiscriminados contra ciudadanos occidentales con miles de víctimas en su haber. El autor material del atentado puede ser un perturbado islamista, de extrema derecha u otro signo ideológico cualquiera, pero el autor intelectual y verdadero responsable hay que buscarlo entre los despachos de respetables políticos o funcionarios sionistas de Washington. [Esta serie de artículos sobre interpretación de los atentados de falsa bandera continuará con el análisis exegético de casos concretos y la teoría de las huellas de omisión].  

Figueres, la Marca Hispànica, 3 de marzo de 2020.

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