PAUL KRUGMAN CUESTIONA LA CRIMINAL Y DESASTROSA POLÍTICA DE TRUMP FRENTE AL CORONAVIRUS. En un artículo del New York Times traducido por El País y fechado el 5 de abril de 2020, Krugman sostiene que nos enfrentamos a una increíble catástrofe económica. Pero también hace una afirmación que podría pasar desapercibida: es Jared Kushner quien controla en realidad la Casa Blanca. Krugman silencia —o prefiere disimular— un dato importante, a saber: Kushner, casado con la hija de Trump Ivanka, es un judío sionista de alto rango. La propia Ivanka se convirtió al judaísmo para consagrar el triunfo de Israel en el trono del país más poderoso de la tierra. Un Estado que opera de hecho como brazo diplomático, financiador económico y protector militar del pueblo escogido ignorando los perjuicios que esta política pueda ocasionar a los ciudadanos norteamericanos. 

El propio diario El País nos pinta un vivo retrato de Kushner que deja lugar a pocas dudas sobre la prepotencia del personaje:

Sus abuelos paternos, supervivientes del Holocausto, escaparon de Polonia por un túnel que ellos mismos excavaron, atravesaron a pie Europa y llegaron a Nueva York, donde triunfaron a lo grande. Su padre consolidó un imperio inmobiliario, cumplió un año de cárcel por extorsionar a su cuñado, y quiso convertirse, como le dijo en una ocasión a un socio, “en el judío más poderoso de América”. Jared, estudiante mediocre, se graduó en Harvard, se casó con una riquísima modelo, se codeó con la fauna del papel cuché y fue editor de The New York Observer sin tener la más remota idea del negocio de los periódicos. Su suegro, sin experiencia política, llegó de pronto a presidente de Estados Unidos. Y Jared Kushner e Ivanka Trump se convirtieron en Javanka, una especie de príncipes de Washington, manejando él a su antojo, desacomplejada y opacamente, una cartera de ambiciosos cometidos estratégicos en oficiosa calidad de, como pronto se le conocería en la Casa Blanca, “ministro de todo”. La historia de los Kushner hace que Jared haya crecido aprendiendo que “las normas son para otras personas”, resume la periodista Vicky Ward en el libro Kushner, Inc., publicado la semana pasada y en el que narra estos y otros detalles de la asombrosa historia de la familia. “No esperas a que los nazis vengan a liquidarte. Construyes un puto túnel y te escapas del gueto. No esperas a que los bastardos de Harvard te dejen entrar. Llegas a Harvard por tus propios medios”, ilustra un familiar anónimo en el libro, en referencia a la millonaria donación de la empresa paterna que abrió a Jared las puertas de la prestigiosa universidad.

Es en este contexto que se revela el verdadero significado del papel de Kushner, centrado, no en los intereses de los EEUU —y, mucho menos, del pueblo norteamericano masacrado por el Covid-19—, sino única y exclusivamente en los intereses de Israel:

Kushner, explica Ward, enseguida fue víctima de su propia mitología. Era el yerno del presidente, lo que le convertía en intocable. Sus intromisiones resultaban particularmente molestas en política exterior. Las tensiones con el entonces secretario de Estado, Rex Tillerson, no tardaron en aflorar. Primero, Kushner le ordenó que le dejara a él la renegociación del NAFTA, el acuerdo comercial con México y Canadá. Después le arrebató Oriente Medio. “Quiero Israel”, le dijo a un atónito secretario de Estado, según relata uno de sus asistentes en el libro. Tillerson comprendió que, como al presidente, a su yerno le sobraba arrogancia y le faltaba atención a los detalles.

Y atención aquí:

La visión de Trump sobre Israel está moldeada por Kushner, que fue educado en el tipo de sionismo, no solo político sino religioso, que encarna Netanyahu. Por eso el futuro del plan es hoy aún más incierto, dadas las dudas sobre el futuro del líder del Likud. Ya anunció Kushner que no revelaría los detalles hasta después de las elecciones en Israel.

LA REVELADORA ASEVERACIÓN DE KRUGMAN

La relación de Kushner y Benjamín Netanyahu, según el investigador de El País, es de tipo familiar, así que el control de la Casa Blanca por el sionista Kushner equivale al control del gobierno de los EEUU por Israel. De ahí que la aseveración de Krugman en «La recesión de la Covid-19 ya está aquí», publicada nada menos que por el New York Times,  tenga una importancia decisiva viniendo de un Premio Nobel de economía:

No veo ninguna razón, en principio, por la que no se podría rescatar la Ley CARES con una iniciativa similar. La pega es que hablamos del gobierno de Trump, que rechaza a los expertos de todo tipo y en el que, por algún motivo, Jared Kushner acaba dirigiendo todas las iniciativas. 

El rechazo de la ciencia («helenismo») por los rabinos judíos es un hecho de dominio público. Pero esta actitud no se limita a la teoría, tiene consecuencias prácticas. Ha tenido ya sus consecuencias en Israel, pero también en Brasil, donde acaba de provocar la incapacitación de facto del presidente sionista Jair Bolsonaro, quien desafiaba las prescripciones de los expertos y pretendía abandonar a su pueblo en manos de milagreros. Por otra parte, para Kushner, en tanto que sionista, la vida de los norteamericanos no-judíos carece de valor. La política suicida de Trump, que se puede traducir en un genocidio de 250.000 personas, debe colocarse en un marco interpretativo adecuado que, lamentablemente, Krugman omite.

Figueres, la Marca Hispànica, 6 de abril de 2020.

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