TRUMP O CUANDO EL FASCISMO COTIZA AL ALZA
¿NACIONALISTA Y PROTECCIONISTA? Trump se ha vendido a sus potenciales electores como un enemigo de las élites que prometía combatir el globalismo en defensa de los trabajadores nacionales. Esta consigna debía traducirse en políticas anti-inmigración que protegieran a los obreros blancos arruinados por las deslocalizaciones neoliberales del partido demócrata (y por el propio partido republicano pre-trumpista). La propaganda anti-inmigración ha representado el mayor activo propagandístico de Trump. Cabe afirmar que Trump gana porque se compromete a construir muros infranqueables y a practicar deportaciones masivas de esa mano de obra barata explotada por las élites. Sin embargo, el primer mandato de Trump —y sin entrar ahora en su criminal política sanitaria— demostró hasta la saciedad que Trump era un candidato «contra la oligarquía» fabricado por la propia oligarquía.
La política de Trump no hizo otra cosa que favorecer a esas mismas élites, tan judías o sionistas cristianas como él mismo, que supuestamente debía combatir.
SU NACIONALISMO, NUESTRA OPRESIÓN
Parece ocioso tener que recordar este hecho. El proteccionismo y el nacionalismo estadounidenses, hasta allí donde Trump haya actuado de acuerdo con esta consigna, no representan ninguna garantía para el resto de las naciones del mundo. De hecho, los EEUU, como espada de la oligarquía financiera, han recurrido muchas veces a un discurso nacionalista e incluso supremacista para narcotizar la carne de cañón oligárquica que perece en las guerras de los ricos. Hay que preguntarles a los veteranos desmovilizados de clase baja que sucedió con ellos cuando volvieron del frente. El nacionalismo y el proteccionismo resultan, por otra parte, perfectamente compatibles con nuestra opresión nacional como Estados vasallos de la oligarquía financiera sionista occidental. Proteccionismo para la metrópoli industrializada y libre mercado para las colonias fue siempre uno de los preceptos de la política colonial: «Desde la revolución industrial del siglo XVIII (…), el librecambio ha favorecido siempre a los países adelantados tecnológicamente» (El desorden neoliberal, Pedro Montes, Trotta, 1996, p. 30). Son los países sometidos los que deben proteger sus mercados de las importaciones procedentes de los países opresores a fin de desarrollar una industria nacional propia. Y esto incluso si el autóctono debe pagar más caros sus propios productos: a la larga el desarrollo y la soberanía económica favorecerán a todo el país, incluidos los más humildes. En consecuencia, quienes se sienten esperanzados por el nacionalismo proteccionista de Trump creyendo que implica un reconocimiento de los nacionalismos ajenos, se equivocan. Además, ni siquiera en este punto podrá Trump cumplir sus promesas en la medida en que deba supeditar los intereses nacionales estadounidenses a los intereses del Estado de Israel. Trump es, ante todo, un sionista: Israel first.
SIONISMO CRISTIANO: LA NUEVA HEREJÍA QUE DOMINA ESTADOS UNIDOS (Stephen Sizer)
LA HIPOTECA DEL SIONISMO
Los políticos de los EEUU, incluidos sus presidentes, suman décadas subordinando el nacionalismo estadounidense al nacionalismo judío, es decir, al sionismo, que les financia las campañas electorales. Para ser presidente del país más poderoso del mundo hay que ser sionista y sacrificar a los ciudadanos estadounidenses cuando sus necesidades entran en conflicto con el proyecto de construir un Estado que responda a las profecías bíblicas del Eretz Israel. Este fenómeno es posible como consecuencia del profundo cuño cristiano de la cultura popular en los Estados Unidos y, singularmente, del fundamentalismo evangélico, que propicia el reconocimiento de los judíos como «pueblo elegido» por parte de millones de gentiles («no judíos»). Los cuales esperan, a cambio, una recompensa en forma de vida eterna en el paraíso. En la práctica, este factum cultural y sociológico significa que Trump va a apoyar la perpetración de un genocidio en Palestina. No se entiende qué gana realmente el pueblo estadounidense, más allá del mencionado fraude teológico para tontos, implicándose como cooperador necesario en la mayor fechoría del siglo XXI.
Se dirá que quizá los trabajadores blancos estadounidenses que han dado la victoria a Trump se beneficien, a fin de cuentas, de sus políticas proteccionistas, pero ni siquiera eso quedó acreditado durante su primer mandato:
Con respecto a sus «bases electorales», y en particular la white working class, Trump no cumplió sus promesas. Al final de su mandato, en enero de 2021, según la Oficina de Empleo de Estados Unidos, las industrias metalúrgicas no habían creado empleo. Al contrario, habían destruido unos setenta y cinco mil puestos. Y, en particular, el sector automobilístico había perdido el 3,7% de sus asalariados. Trump tampoco consiguió hacer regresar las manufacturas deslocalizadas en el extranjero. Al contrario, General Motors informó, en noviembre de 2018, que reduciría —en Estados Unidos— sus efectivos en un 15% y que cerraría cinco plantas, incluso en Maryland, Michigan y Ohio.
Fuente: Ignacio Ramonet, La era del conspiracionismo, Siglo XXI, 2022, p. 65).
Ejemplos como el citado podrían multiplicarse y nos remitimos a la obra citada. Por lo que respecta a las élites, la política de Trump sí fue exitosa, pero justo en el sentido inverso al de su propaganda electoral:
(…) el magnate republicano hizo desaparecer el impuesto de sucesiones, redujo los tramos fiscales del IRPF de siete a tres (10%, 25% y 35%) y rebajó la carga de los más afortunados del 39% al 35% en el mayor recorte de la historia fiscal de Estados Unidos. Todo ello en favor de su propia casta, de sus amigos, los más ricos; no de las clases medias. Por primera vez en más de un siglo, los millonarios pagaban menos impuestos, en relación con sus ingresos, que cualquier otra categoría social.
Fuente: op. cit., p. 64.
Este recorte de impuestos a los más ricos debilitó al Estado y le obligó a endeudarse todavía más para cubrir las urgentes necesidades sociales de una población depauperada por las políticas neoliberales. La deuda de los EEUU pasó así del 107,8% al 117% del PIB, lo cual implica, de hecho, un negocio añadido para la oligarquía financiera, que cobra intereses por prestar dinero al Estado (la Reserva Federal es una institución privada).
TRUMP Y MILEI: LA CLAVE
Pero quizá el gesto más significativo de Trump para entender cuál es el sentido de su política sea el apoyo público prestado a Javier Milei. Este traidor al pueblo argentino, que está desmantelando el Estado social construido por el tercerposicionista nacional-revolucionario Juan D. Perón, ha declarado abiertamente que prefiere la mafia al Estado, institución fundamental para la soberanía nacional que aspira a destruir «desde dentro». Milei, en efecto, está privatizando todos los servicios públicos para venderlos a precio de saldo a la oligarquía financiera judía. El propio Milei, un católico, se está convirtiendo al judaísmo de la secta supremacista judía Jabad Lubavitch. Pues bien, Trump ha recibido a Milei como un héroe y este hecho anuncia qué tipo de política «proteccionista» pueden esperar los trumpistas del extranjero que han aplaudido el triunfo electoral del payaso oligárquico estadounidense.
Donald Trump elogió a Javier Milei luego de su encuentro: «El trabajo que has hecho es increíble».
El dato, abrumador, convierte a los trabajadores que apoyen a los candidatos nacionales inspirados por Trump en cretinos integrales. Los trabajadores nacionales van a pagar muy cara la retórica xenófoba de Trump: las políticas de inmigración masiva continuarán siendo uno de los dogmas centrales del neoliberalismo bendecido por la izquierda, pero el obrero verá cómo las últimas redes institucionales públicas de protección social son arrancadas de cuajo. La desesperación de los trabajadores nacionales resulta comprensible, no existe ninguna opción política que defienda sus intereses, pero los falsos candidatos fascistas resultan ya muy fáciles de desenmascarar y sólo la idiotez puede explicar el voto a la derecha. El fascismo —como «tercerposicionismo» o socialismo nacional— es ya la única salvación de los pueblos gentiles, pero, para empezar, hay que saber de qué hablamos cuando hablamos de fascismo. Todo lo que la prensa denomina actualmente fascismo es neoliberalismo y sionismo, preceptos incompatibles con el fascismo. El engaño es esta vez gravísimo porque cuando los trabajadores nacionales parecen despertar y comprender que el fascismo, ese supuesto «mal absoluto» de las películas de Hollywood, constituye su única salvación, el sistema oligárquico fabrica candidatos «fascistas» fraudulentos para mantenerse en el poder y, al mismo tiempo, desacreditar dicha opción. En semejante estafa participa toda la extrema derecha de EEUU, pero también de Europa y España: bandas de auténticos descerebrados como Núcleo Nacional, la última manufactura gladio del Estado vasallo español. De ahí que CARRER LA MARCA deba dedicar tiempo a explicar qué es el fascismo. Sólo esperamos que nuestros lectores habituales, cada vez más, sepan entender la razón.
Figueres, la Marca Hispànica, 15 de noviembre de 2024.
PABLO IGLESIAS: «SIONISMO Y ULTRALIBERALISMO SON NAZIFASCISMO; DEMASIADO BURDO, PERO VOY CON ELLO»
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