EL BORRADOR DE LA HISTORIA. Alguien dijo que el periodismo es el borrador de la historia. Podía referirse a la historia como narración e incluso a la historia en cuanto ciencia de la historia (historiografía) o a la historia como proceso social real.

La Biblia es la meta-narración fraudulenta por excelencia que subyace a todos los relatos del mundo occidental desde la conversión del imperio romano al cristianismo.

Esta aparente ambigüedad esconde un hallazgo teórico crucial del filósofo alemán H. G. Gadamer: que la vigente «narración de la historia» tiene efectos sobre la «historia como proceso real». Una idea falsa, un engaño, una manipulación, una mentira que es creída como verdad por ejemplo, la resurrección de Cristo o la «ideología del Holocausto» (Norman Finkelstein)— puede ostentar mayor influencia histórica que una verdad oculta. No importa que la idea sea cierta o no, sino que una mayoría social la acepte como tal. Las imposturas de la historia como narración moderna comienzan a escribirse en ese borrador que es el periodismo y fijan el marco dentro del cual los historiadores profesionales pueden investigar sin sufrir represalias que harían ya imposible, de antemano, la adquisición de su condición de tales. En consecuencia, los engaños de la narración pre-historiográfica que empiezan a configurarse en el relato periodístico —y este hecho puede verificarse empíricamente en el periodismo sobre el juicio de Nüremberg— no sólo falsean u ocultan la realidad, sino que producen realidades nuevas. Creación omnipotente que fascina a los tiranos de todos los pelajes. De ahí la importancia de controlar los medios de comunicación de masas para generar un «consenso de lo obvio», poder controlar después también la narración histórica, la «historia oficial de los historiadores» y, por ende, la historia misma, pues, como dijo Orwell en su novela 1984, «quién controla el pasado, controla el futuro».

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Los medios de comunicación corporativos no son neutrales, objetivos y profesionales. No al menos tal y como lo pretenden los propios interesados en su autobombo contra aquéllo que descalifican como populismo, fake news y otros diablos informativos con cuernos y cola. Etiquetas inventadas sobre la marcha para restaurar la credibilidad de las presstitutas después de innumerables fraudes como el de las armas de destrucción masiva iraquíes. Si populismo es simplismo, colgarle el estigma de populista a quienquiera que cuestione la versión oficial de la historia acuñada en las redacciones al dictado de los oligarcas financieros también sería populismo. Estamos hablando de empresas capitalistas que son propiedad de personas que profesan una ideología muy concreta, a saber, el judaísmo. ¿Qué neutralidad, objetividad y profesionalidad puede salir de ahí en materias que afecten a sus intereses? 

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Contrariamente a lo que se cree, las mentiras de la prensa no consisten en publicar hechos inexistentesaunque, y cada vez más a menudo, también se dé el caso— sino en omitir otros hechos relevantes y, a partir de ahí, manipular la interpretación que subyace a «la noticia». Ésta siempre adquiere inteligibilidad sobre el fondo implícito de una determinada narración histórica. El periodista activa dicho horizonte mediante la introducción en el texto de palabras-supuesto que connotan valoraciones presuntamente incuestionadas e incuestionables para el receptor del mensaje.

NUESTRO MÉTODO PERIODÍSTICO

En CARRER LA MARCA sólo publicamos como propio aquéllo que los medios de comunicación corporativos ocultan. A tales efectos tenemos el deber de fundamentar que la noticia está manipulada en el sentido indicado. Así que enlazamos e incluso, si es necesario, reproducimos la noticia indicando la fuente. Acto seguido acreditamos el hecho o hechos omitidos que hacen tambalearse la interpretación subyacente, la cual, de esta manera, sale del mencionado «fondo implícito» y se adelanta hasta hacerse visible, desnudo y avergonzado, ante la mirada del lector. Una vez «des-cubierta» la narración fraudulenta subyacente, la valoración ideológica o política que legitimaba el relato también cae por su propio peso o, como poco, queda puesta en entredicho. Nuestra intención es, por tanto, sacar a la luz la narración histórica que normalmente subyace al periodismo corporativo oligopólico para producir una nueva narración histórica basada única y exclusivamente en la verdad.

La clave del periodismo alternativo estriba, consecuentemente, en acreditar los hechos omitidos. Y aquí aparece el concepto, más complejo, de meta-narración. Porque las presstitutas no producen el «relato periodístico de base», el «borrador de la historia», desde la nada, sino bajo el yugo de las directrices ideológicas que se reconocen como línea editorial y otros supuestos meta-narrativos más decisivos impuestos por los propietarios de la empresa, a saber, la oligarquía financiera y sus instituciones auxiliares dominantes en la sociedad occidental, en un bucle donde «lo obvio» constituye un precipitado cultural de antigüedad secular. Sociedad conformada, en efecto, por los medios de comunicación sólo a partir del siglo XIX, pero no, por ejemplo, durante el Renacimiento o la Edad Media. Para Occidente, dichos supuestos meta-narrativos —todos ellos fraudulentos— proceden de la Biblia y las doctrinas judeo-cristianas, pero también de las valoraciones religiosas que, secularizadas y desvinculadas de su carcasa teológica y clerical explícita, nutren —como denunció Nietzsche— los relatos falsamente alternativos de la vigente izquierda política y cultural. Por tanto, no se puede sacar a la luz la narración subyacente a las noticias manipuladas sin terminar topando con la meta-narración judeo-cristiana —religiosa (derecha) o secularizada (izquierda)— imperante en Occidente desde la conversión del imperio romano a la fe judía. 

Los hechos omitidos están pues, ya ahí; sin embargo, no se les da «importancia» (valores). Estas circunstancias explican el contenido de algunos de nuestros artículos en la sección de Cultura y también la reiteración en el tratamiento de ciertos temas en el resto de las secciones. Porque ya hay suficientes medios que ocultan las realidades denunciadas en CARRER LA MARCA como para esperar que nosotros no dediquemos nuestros limitados recursos a abordar las verdaderas claves de la noticia, que son y serán siempre las mismas aunque aparezcan enfocadas desde distintos ángulos. 

Figueres, la Marca Hispànica, 18 de abril de 2021.

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