¿UNA RAZA? ¿UNA RELIGIÓN? ¿UNA NACIÓN? ¿UNA CLASE? JUDAÍSMO E IDEOLOGÍA OLIGÁRQUICA. Cuando hablamos de oligarquía financiera occidental nos referimos a una minoría que oscila entre el 0.1 y el 1% de la población y controla el 50% de la riqueza mundial. El judaísmo es una ideología —religiosa— de cuya secularización surge, precedido por el sionismo cristiano británico, el sionismo judío. Éste puede definirse como un nacionalismo judío de carácter político laico, pero que, abstracción hecha de sus corrientes y tendencias (porque existen diversos sionismos), muestra una conexión explícita, mayor o menor, con su matriz teológica. En el caso de la oligarquía financiera occidental, que aquí nos ocupa, estaríamos ante un sionismo bíblico-mesiánico de extrema derecha. El sionismo judío, inspirado por y aliado con el sionismo cristiano británico que fuera germen de la oligarquía desde los tiempos del clan Rothschild, funda en Palestina una nación-Estado denominada Israel, pero, obviamente, no todos los judíos son israelíes (ni todos los israelíes, judíos). En 2021, el 64% de los judíos estadounidenses están a favor de la creación de un Estado palestino. El sionismo judío sólo puede instrumentalizar el superpoder estadounidense —en perjuicio incluso de los intereses nacionales de EEUU— gracias al sionismo cristiano de los fundamentalistas evangélicos de derechas. Y puede hacerlo con casi total impunidad porque la cultura bíblica que impregna la sociedad estadounidense, sumada al soft power cultural del preceptivo «relato del Holocausto», tolera estos abusos. El sionismo bíblico-mesiánico es la ideología tanto del Estado de Israel cuanto de la oligarquía financiera occidental. De ahí su importancia para determinar el decurso de la geoestrategia mundial y, por ende, el destino de la «humanidad». Israel es el fruto ideológico-político más granado de la oligarquía. En efecto, la oligarquía judeo-anglosajona puede caracterizarse por su ideología religiosa ultraderechista, de procedencia abrahamánica, bien entendido que el cristianismo —al igual que el islam— constituye una rama específica de ese hebraísmo noájida pre-talmúdico y existen tanto sionistas judíos cuanto sionistas cristianos; así como, aunque menos conocidos, también sionistas musulmanes. El Centro de Unión de las tres religiones abrahamánicas es la masonería anglosajona. Los masones regulares —de oriundez también británica— utilizan el judaísmo, el cristianismo y el islam para alcanzar los fines supremacistas oligárquicos del sionismo bíblico-mesiánico. Obsérvese que el sionismo cristiano y la masonería son fenómenos típicamente británicos que encuentran su continuación natural en los EEUU, ex colonia de Su Majestad. Y se extienden a otros países-genocidio acuñados ex novo por la colonización británica —Australia, Canadá, Nueva Zelanda…— que en su conjunto configuran la segunda corona entorno al nódulo israelí del actual Occidente. Puede afirmarse que la organización interna —y secreta— de la oligarquía sionista occidental se corresponde con los grados superiores de la logia masónica regular judeo-anglosajona. Pero no todos los multibillonarios pertenecen a la oligarquía y pueden ser castigados por ésta si se entrometen en sus designios o simplemente no se someten. Por si fuera poco, hay pactos, o en su defecto, líbranse auténticas guerras económicas, políticas, culturales e incluso militares entre la oligarquía financiera occidental y otras oligarquías del mundo. ¿Qué pasa con las oligarquías japonesa e india? Dicho esto, en el presente artículo —que hacemos extensivo al marco general de la publicación CARRER LA MARCA—, cuando hablemos de oligarquía nos estaremos refiriendo, si no se aclara expresamente lo contrario, a esta oligarquía financiera occidental  y nunca a «los judíos» en general. Dicha oligarquía, la oligarquía por excelencia, meollo del hegemónico Occidente, configura una entidad organizada de forma jerárquica y, por tanto, un concepto político e ideológico que trasciende la economía. No puede afirmarse, en consecuencia, que todos los judíos forman parte de la oligarquía ni tampoco que todos los judíos sean sionistas, de tal suerte que el antisemitismo queda descartado de antemano como herramienta de análisis. Para poder identificar a la oligarquía —y nos va la vida en ello—, requisito inexcusable a efectos de derrotarla y destruirla, hay que poder responder a la pregunta: ¿qué significa ser judío? Los errores en este punto crucial pueden tener consecuencias catatróficas. El nacionalsocialismo de Adolf Hitler, que en su momento fue el mayor proyecto anti-oligárquico de la historia, tropezó ahí y ha pagado su confusión conceptual con el descrédito absoluto. Por otro lado, pocas cosas podían resultar más provechosas y oportunas para los fines de la oligarquía que la narración hollywoodiense de «el Holocausto». La creencia antisemita de que los judíos conforman una raza (y encima diabólica: afirmación explícita de los Evangelios según su interpretación antisemita), además de falsa, se ha traducido en seculares e indiscriminadas actuaciones violentas (pogroms) contra «los judíos» en general —incluyendo mujeres, ancianos y niños—, que se remontan a los tiempos del imperio romano. Dichas atrocidades, en ocasiones instigadas o incluso directamente provocadas por los propios dirigentes de la comunidad judía organizada, han 1/ hipercohesionado la comunidad judía, impidiendo su integración social —para fruición de los rabinos ultraortodoxos—; 2/ alimentado el sionismo en cuanto proyecto histórico supremacista reactivo; y 3/ blindado a la oligarquía mediante leyes que castigan penalmente toda crítica del judaísmo como delito de odio. Hay que decirlo: el antisemitismo cristiano representa, abstracción hecha del sionismo cristiano, el más importante cómplice y colaborador necesario del sionismo judío, por cuanto, mientras lograba que se estigmatizara toda crítica anti-oligárquica transformándola en un acto criminal, difundía a la par los valores del judaísmo en su versión cristiana específicamente concebida para los gentiles occidentales (europeos). La mayor victoria histórica de la oligarquía ha consistido en producir exitosamente, mediante complejos procesos de ingeniería social, polaridades políticas e ideológicas cuyas partes en conflicto se sustentaban en valores idénticos, a saber, los valores oligárquicos. El antisemitismo cristiano es la primera forma de disidencia controlada de la historia, con el judío Jesús de Nazaret, los apóstoles judíos y el judío Saulo de Tarso, fundador de la iglesia, como «opositores» a unas supuestas élites «ateas» y [sic] «satánicas». De manera que los presuntos adversarios del judaísmo, con su frenética actividad antisemita, propalaban inconscientemente el imaginario bíblico judaico-cristiano —Satán es un personaje de la Biblia— del que eran, sin saberlo, meros deudores y transmisores pasivos. Otro tanto ocurrió después con el comunismo (un cristianismo secularizado, como denunciara en su día Friedrich Nietzsche) y, en la actualidad, con el islamismo. De hecho, el pogromo constituye la inversión, reorientada contra los propios judíos, de una práctica tradicional judía, a saber, el anatema, torrencialmente documentada en el Antiguo Testamento. Las horrendas matanzas de ese descarado peón del Pentágono/Israel que es Estado Islámico-ISIS han sido acuñadas en el molde bíblico. Si la lucha por la liberación de la humanidad pasa por la erradicación de la oligarquía y ésta es «judía» en algún sentido de la palabra, la cuestión planteada —¿qué significa ser judío?— no puede, en cualquier caso, ser considerada cosa baladí.

EL RABINO SUPREMO DE ISRAEL AFIRMA QUE LOS NO-JUDÍOS SÓLO EXISTEN PARA SERVIR A LOS JUDÍOS

Niño judío de rasgos europeos.

¿Quiénes son los judíos? (Alvaro Cortina, «El Mundo»)

Niños judíos de raza negra.

¿RAÍCES JUDÍAS? ADN ANALYSIS DE ORIGEN

Soldados israelíes. Para abatirlos no hay menester de prejuicios raciales.

¿Quién es judío?

“¿QUIÉN es judío?” es una pregunta que en meses recientes se ha hecho prominente en la prensa pública. De lo que se ha publicado una cosa es segura, y ésa es que ni los judíos de Israel ni los judíos dispersos en el extranjero concuerdan en quién es judío. Lo que inició toda la discusión acalorada fue un veredicto dado por el Tribunal Supremo israelí. En una decisión de 5 contra 4 sostuvo, de hecho, que era judío cualquiera que alegara ser judío, aunque fuera ateo y no hubiera nacido de una madre judía. Sin embargo, la judería ortodoxa sostiene que la religión y la nacionalidad judías son inseparables. Debido al alboroto que creó este veredicto en Israel se presentó delante del Knesset, el parlamento israelí, una proposición para que la definición de judío por el Halakah, el cuerpo de ley religiosa judío, de entonces en adelante se declarara la única legal. El Halakah define a un judío como el que nace de una madre judía o es un converso al judaísmo. Esto fue hecho ley el 10 de marzo de 1970.

Ovadia Yosef: «los no-judíos sólo existen para servir a los judíos».

LA PREGUNTA POR LA OLIGARQUÍA

Cuando un liberal afirma que la oligarquía es socialista, miente.

Cuando un cristiano afirma que la oligarquía es satánica, miente.

Cuando un ultraderechista afirma que la oligarquía es comunista, miente.

Cuando un comunista afirma que la oligarquía es nazi o fascista, miente.

Cuando un católico afirma que la oligarquía es masónica y atea, miente.

Cuando un antisemita afirma que la oligarquía es judía, miente.

Conviene aclarar a qué se refiere cada uno de las fórmulas citadas y si cabe asimilar esta afirmación a la tesis defendida por CARRER LA MARCA. En efecto, ni siquiera puede afirmarse que la «oligarquía es judía« sin aclarar en qué consiste «ser judío» y el judaísmo de la oligarquía. El judaísmo no es una raza o etnia, sino una ideología. Quien rechaza pública y explícitamente el judaísmo no puede «ser judío» aunque haya nacido de madre judía. A despecho de los bulos de la ultraderecha cristiana (que nunca se aplican el cuento en el caso de Jesús de Nazaret), Karl Marx nunca formó parte de la oligarquía y, en los términos planteados por CARRER LA MARCA, Marx no es judío a pesar de proceder de una familia judía. El motivo de esta contundente e irrefutable aseveración es que Marx publicó, en su ensayo Zur Judenfrage (1844) [Sobre la cuestión judía], la más radical crítica del judaísmo realizada hasta esa fecha y, desde luego, descontado el análisis y la confrontación, en este punto, entre Marx y Nietzsche, la más certera de todos los tiempos.

Otra cosa es que, habiendo roto sus vínculos con el judaísmo, Marx conservara en su espíritu, sin ser consciente de ello, más judaísmo del que él creía. Pero puede demostrarse con suma facilidad que el judaísmo de Marx es, todo él, cristianismo secularizado. O sea que si Marx es todavía judío a su pesar es precisamente porque, como denunció Nietzsche, el socialismo de su tiempo se limitó a secularizar los valores del cristianismo. De ahí que el último paso de la agenda definida por la fórmula «del socialismo utópico al socialismo científico» sea expurgar a Marx de los postreros e inconscientes elementos utópicos y cristianos, tarea que, inspirándose en Nietzsche, realizan Sorel y Mussolini como condición de posibilidad ideológica, necesaria pero no suficiente, del fascismo. El fascismo es un marxismo que ha leído a Nietzsche o, dicho en otros términos, la última herejía marxista: aquélla que se libera definitivamente de la herencia religiosa judeo-cristiana secularizada. El fascismo/nacionalsocialismo no es, por tanto, un socialismo basado en valores cristianos (en eso consiste el comunismo, precisamente), sino un socialismo que ha renunciado al legado cristiano y fijado sus fundamentos en los valores griegos —paganos— que hicieron posible, en la antigua Grecia, el inicio del proceso de racionalización y secularización occidental, cuya culminación el propio socialismo marxista-fascista constituye.

De tan abrumadoras evidencias se desprende, en consecuencia, que a día de hoy no se ha aclarado 1/ qué es, 2/ quién es, 3/ qué piensa y 4/ qué quiere la oligarquía, esa élite financiera de multibillonarios racistas que escribe la historia a su antojo desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Nuestra intención consiste en contribuir a aclarar dudas para poder identificar de forma nítida al enemigo de «las Naciones», léase: de la «humanidad» (aunque éste es ya un concepto oligárquico que forma parte del Gran Engaño). Sólo la respuesta exacta y rigurosa a la pregunta por la oligarquía puede fundamentar una acción política revolucionaria socialista digna de ese nombre.

Gilad Atzmon.

Sobre Gilad Atzmon:

Decidí dejar de ser judío.

Su obra más conocida es La identidad errante, cuyo original en inglés (2011) puede leerse aquí.

Hoy, Gilad Atzmon ya no se siente judío: He dejado atrás la idea de pueblo elegido, y plantea preguntas a sus paisanos: ¿Cómo es que un pueblo que ha sufrido tanto y durante tanto tiempo puede infligirle tanto dolor al otro? ¿Cómo pueden los sionistas, que están motivados por un genuino deseo de regreso, estar tan ciegos cuando se enfrentan a un deseo similar por parte del pueblo palestino? Empecé a comprender que en Israel nunca ha dejado de haber limpieza étnica, sino que, simplemente, ésta ha adoptado otras formas, y empecé a admitir el hecho de que el sistema legal israelí no era imparcial, sino racista. En el verano de 1984, justo tres semanas antes de librarme del uniforme militar, nos enviaron al Líbano para una gira de conciertos. Al final de un sucio y polvoriento camino en un día de calor espantoso, a primeros de julio, llegamos al infierno en la tierra. El inmenso centro de detención estaba rodeado por una alambrada. El lugar era un campo de concentración. Los presos eran los «judíos», y yo, un «nazi».[cita requerida] Tal y como le sucedió a Israel Shahak.

Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Gilad_Atzmon

Tan importante como La identidad errante: la identidad judía a examen es en la obra de Atzmon Ser en el tiempo. Manifiesto pospolítico. Como Gilad Atzmon, Marx renegó del judaísmo y dejó expresamente en ese mismo momento, si alguna vez lo fue, de ser  judío. Si lo consiguió o no es ya, como en el caso de Atzmon, otro tema objeto de análisis y discusión. Pero la medida de esa superación es al mismo tiempo la respuesta a nuestra pregunta. No se combate el judaísmo con el cristianismo ni, por ende, con la primera versión secularizada del cristianismo, a saber, el liberalismo. Demasiado liberalismo hay todavía en Atzmon; demasiado profetismo judío en las espectativas utópicas del «socialismo científico» de Marx. Pero ése sería tema de otro artículo más avanzado en el complejo objeto que nos ocupa.

KARL MARX SOBRE LA CUESTIÓN JUDÍA

LOS JUDÍOS NO SON UNA RAZA

Aunque el judaísmo ostente una procedencia étnica determinada muy fácil de identificar, ocurre aquí como con todas las ideologías: surgieron de una comunidad histórica y guardan, por muy abstractas que sean sus doctrinas, huellas de esa matriz cultural concreta, lo cual no significa que puedan ser reducidas a la misma. El budismo apareció en India, pero hoy se encuentra ampliamente implantado en Japón y nadie pretende que esta ideología convierta a los japoneses en hindúes. Musulmanes son pueblos tan distintos como los árabes, los persas, los bereberes, los turcos y los indonesios, entre muchos otros; no obstante, el árabe permanece (huella) como lengua sagrada del islam. En el caso de los judíos, sus antecedentes se remontan a los tiempos de Abraham, un babilonio de Ur que, como los beduinos, tomó el camino del desierto arábigo. Los judíos eran a la sazón una etnia —no una raza— que desde el punto de vista de la antropología biológica en nada se distinguía de otros pueblos semitas como los árabes, los fenicios o los asirios. Las diferencias de los hebreos originarios con otros pueblos semitas eran culturales; por ejemplo, un idioma (el hebreo, una de las lenguas semitas), que sigue siendo (huella) la lengua sagrada del judaísmo. De manera que si estigmatizamos a los judíos por su raza biológica con el peregrino argumento de que llevan «el mal» en la sangre (los genes), habría que estigmatizar a todos los pueblos semitas. De ahí la ambigüedad y peligrosa confusión del término antisemitismo. Por no hablar del hecho de que puede hablarse de una raza blanca, de la que los semitas forman parte, pero no de una raza semita. Conviene añadir en este punto que no sólo los antisemitas biológicos han propalado el mito de la raza judía: también, y hasta el día de hoy, las corrientes racistas del sionismo se complacen en difundir todo tipo de fantasías sin fundamento sobre el presunto gen judío que, naturalmente, haría de los judíos y del pueblo judío seres superiores a la gente (=gentiles) de «las Naciones».

Menajem Mendel Schneerson, el Rebe Lubavitcher, rabino racista y supremacista de Chabad [Jabad] que se proclamó a sí mismo el mesías judío inmortal pero falleció a la postre como todo hijo de vecino.
En este sentido, no cuesta mucho detectar rabinos, nada marginales —por ejemplo en la secta supremacista asquenazita Chabad [Jabad] o en el rabinato sefardita del Estado de Israel—, que sostienen sin empacho ni vergüenza la supuesta condición divina de los judíos, pretensión que va acompañada de una idea asaz «liberal» («El Confidencial» dixit): entre los judíos y los no-judíos se observaría la misma distancia evolutiva que entre los humanos y los animales, consecuentemente los no-judíos sólo existirían para servir a los judíos. Los no-judíos representan en efecto, a ojos de este judaísmo racista tan poco visitado por la prensa liberal, meros medios, instrumentos o posesiones creados por Dios para la felicidad de los judíos en cuanto fines en sí mismos. El racismo biológico antisemita, una secularización del antisemitismo cristiano, se limitó a invertir el signo y el objeto de esta ideología bíblica y pseudo científica en favor de los arios. De dicha operación doctrinal se derivaron prácticas criminales harto conocidas, si bien el marchamo cultural último de las mismas acostumbra en la actualidad a mantenerse oculto y el propio Gilad, olvidando Jericó y el Libro de Josué, por ejemplo, sostiene que en la cárcel israelí de Ansar él era el nazi y los palestinos, los judíos. Al respecto, véase: André Gaillard: Les racines judaïques de l’antisemitisme.

Y también:

Denuncian a rabino israelí por llamar «monos» a los negros.

Rabinos israelíes: las mujeres no deben participar en política.

De Núremberg a Tel Aviv: Israel consolida su régimen nacionalsocialista.

«La ley del estado-nación judío supone la limpieza étnica de palestina».

El legado racista de un rabino se cuela en la campaña electoral israelí. 

En realidad, no son los sionistas quienes imitan el nacionalsocialismo, sino que el nacionalsocialismo asume, consciente o inconscientemente, elementos del judaísmo cuyo legado teo-raciológico («limpieza de sangre») hereda a través de la Biblia. Son dichos constructos culturales judaicos, y no un mítico y a su vez bíblico «mal absoluto» del nazismo, los que hacen posible el holocausto.

EL JUDAÍSMO COMO IDEOLOGÍA RACISTA, SUPREMACISTA Y GENOCIDA (1). GENOCIDIO

LA SEÑORA NORUEGA QUE SE CONVIRTIÓ AL JUDAÍSMO

La definición de «judío» que acepta el rabinato es la siguiente:

ES JUDÍO EL HIJO DE MADRE JUDÍA O EL CONVERSO AL JUDAÍSMO. 

Si una noruega étnica, digamos rubia y de ojos azules, se convierte al judaísmo, su código genético permanece intacto. No se produce una súbita transmutación en el ADN de la conversa. Ni su fenotipo ni su genotipo quedan afectados. Y si engendra un hijo de padre también noruego étnico, seguirán siendo, desde el punto de vista de la antropología física, los mismos que el de la madre y el del padre. En consecuencia, el judaísmo, por principio, no puede ser una raza. Sin embargo, el rabinato no es coherente y reconoce la condición de judío al hijo de madre conversa aunque el vástago no sea creyente e incluso ateo, como si la conversión de la madre pudiera ser heredada por el hijo. Evidentemente, aquí hay un motivo muy serio para la reflexión, porque lo que un hijo hereda de su madre no son sólo los genes. También hereda, a través de la educación más temprana, los valores fundamentales de la personalidad, previos y determinantes de la ideología. De ahí que quepa afirmar, con sentido, que el judaísmo es en primer lugar un sistema de valores que puede influir en los destinos del «yo» a despecho tanto de su código genético cuanto de sus ideas, creencias o pensamientos intelectuales conscientes. No obstante lo cual, nada impide que una persona haga autocrítica de sus valores y se desprenda de ellos en un proceso de desconversión cuya radicalidad dependerá de la potencia de su filosofía. Resulta difícil, pero no imposible, romper con la herencia judaica. Es menester estudiar caso por caso el grado y la profundidad de la ruptura, todo ello siempre que seamos capaces de fijar y aplicar un criterio objetivo cuya determinación pasa necesariamente por saber en qué consiste el judaísmo. En todo caso, parece razonable presumir que no bastará con la ruptura intelectual o ideológica. El judaísmo es algo más. Los rabinos racistas han intentado racionalizar sus flagrantes contradicciones sosteniendo que quienes se convierten al judaísmo son impulsados por un gen divino que anida dentro de sí. Ya no se trataría de un gen racial, siendo así que hay judíos de todas las razas, pero sí de un rasgo (pseudo) biológico (¿qué significa un gen «divino»?) perfectamente compatible con la noción de casta. El rabino racista mezcla entonces teología y biología con absoluto descaro y saca a relucir las raíces religiosas del supremacismo que se escudan tras ciertos discursos supuestamente científicos sobre la raza. Ahora bien, aquí nos importa en qué consiste la ideología oligárquica, no abogamos por su coherencia. La oligarquía tiene que ser, de buen grado o no, multirracial, pero todavía puede apelar a la genética como signo castizo de elección divina.

LA RESERVA FEDERAL DE EEUU ES UN OLIGOPOLIO DE BANCOS PRIVADOS CONTROLADO POR LA OLIGARQUÍA SIONISTA

CONCLUSIONES PROVISIONALES

Nos hemos limitado a plantear el problema en toda su complejidad. Pretender resolverlo en el espacio limitado de un artículo sería totalmente vano. Sin embargo, no nos vamos con las manos vacías. Sabemos que el judaísmo es una ideología, no una etnia, y un sistema de valores que puede heredarse a través de la educación materna temprana. El nódulo del judaísmo es la doctrina del pueblo escogido, pero éste no tiene un carácter racial, sino que apela a una distinción divina que se manifestaría biológicamente, pero en todas las razas, en forma de gen judío. La secularización de esta ideología, a caballo entre la teología, la biología y la sociología, es el sionismo. Los sionistas pueden ser judíos, cristianos o musulmanes, pero unos y otros son ramas de un tronco común que se remonta al hebraísmo pre-talmúdico noájida y abrahamánico. El sionismo no es sólo judío, pero, en este sentido concreto, es siempre judaico. La ideología de la oligarquía financiera occidental se denomina sionismo. Los oligarcas sionistas se organizaron hace ya siglos en forma de masonería regular judeo-anglosajona, cuyos grados superiores controlan. La meta de la oligarquía, una élite de multibillonarios racistas, es el dominio total mundial, la gobernanza mundial sin Estado y la destrucción/esclavización de la mayor parte de lo que ellos denominan «las Naciones». La ideología neoliberal es la cáscara ideológica exterior de la oligarquía, mediante la cual promueven el individualismo y la liquidación de las comunidades nacionales históricas no-judías, sin excepción. A tales efectos, persiguen toda forma de nacionalismo gentil, promoviendo dicho liberalismo globalista anti-nacional, por un lado, y el sionismo, a saber, el nacionalismo judío, por otro. La lucha no ya por la liberación, sino por la mera supervivencia de los pueblos, pasa necesariamente por el tiranicidio, a saber, en este caso, la destrucción física de la oligarquía. La revolución socialista tiene un nombre: aniquilación de la oligarquía por parte de los trabajadores de las naciones con la nación democrática soberana como sujeto revolucionario y, acto seguido, la nacionalización masiva de los medios de producción a escala mundial. Ninguna nación puede derrotar, empero, por sí sola, a la oligarquía. Las naciones tienen que coaligarse y promover una solidaridad y resistencia anti-oligárquica comunes en todos los rincones del planeta. El frente de batalla más importante entre la oligarquía y las naciones despliégase en estos momentos en Rusia y, desde 1948, en Palestina. Rusia representa la última nación no sometida de Europa y lucha por su preservar su soberanía frente a la agresión oligárquica. De Rusia depende la libertad de Europa  —que no cabe confundir con la actual UE— y, con ella, frente a Occidente, del sujeto nacional-revolucionario fundamental. El caso palestino es tan o más grave todavía, si cabe. Los sionistas no aniquilan a los palestinos por ser árabes, sino por ser no-judíos y resistirse a los designios oligárquicos. Después de los palestinos venimos todos los demás, empezando por los europeos. La lucha palestina constituye, para las naciones, la causa por excelencia en la que todos los pueblos de la Tierra estamos implicados. Pero, hay que decirlo, la metodología táctica revolucionaria no será el terrorismo, como los oligarcas y todos sus agentes provocadores querrían, sino, en primera instancia, la política democrática y el concepto mismo, griego, de democracia.

Figueres, la Marca Hispànica, 11 de junio de 2022.

HACIA LA AUTODESTRUCCIÓN DEL SISTEMA CAPITALISTA (1). EL PROBLEMA DEL CAPITAL FINANCIERO

Principios, normas y valores de esta publicación

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