LOS MULTIBILLONARIOS SIONISTAS DESMANTELAN LA DEMOCRACIA PARA ABOLIR LA MODERNIDAD E INSTAURAR UNA TEOCRACIA BÍBLICA. Caminamos hacia atrás. El sentido del tiempo histórico se ha invertido. La democracia, arte, el Estado, la ciencia, la filosofía, la política, la sanidad y la educación universales para la ciudadanía, el periodismo, la nación, el capitalismo productivo incluso… Nada se salva de este deterioro deliberado y sistemático que puede observarse por doquier excepto en Israel.  El neoliberalismo, con su ataque a los servicios públicos y su promoción cultural de la religión bíblica, es sólo la punta del iceberg de un fenómeno mucho más profundo impulsado por la oligarquía financiera occidental. Hecho incontestable que la izquierda crítica —juez y parte en esta debacle cultural— se niega tozudamente a considerar porque sería como darle la razón a Adolf Hitler. ¡Húndase el mundo antes que reconocer esa verdad!  [Imagen: portada del libro Hágase tu voluntad. La conquista del Amazonas: Nelson Rockefeller y el evangelismo en la era del petróleo (1995), de Gerard Colby y Charlotte Dennet, donde se fundamenta la conexión entre la oligarquía sionista y la religión cristiana como instrumento de opresión de los pueblos gentiles. (El texto completo de Thy will be done en pdf aquí)].

EL FRAUDE DE LA PRESUNTA MASONERÍA ATEA, COMUNISTA Y SATÁNICA (3). EL CASO LÉO TAXIL O LA INVENCIÓN DE LA SINAGOGA DE SATÁN

Max Weber sobre el judaísmo:

La mejor forma de comprender el problema peculiar del judaísmo desde el punto de vista sociológico y de historia de las religiones es compararlo con el sistema de castas indio. Pues, desde el punto de vista sociológico, ¿qué eran los judíos? Un pueblo paria. (…) Las diferencias respecto a los pueblos paria indios radican en el caso del judaísmo en estas tres importantes circunstancias: 1/ El judaísmo era (o más bien llegó a ser) un pueblo paria en un entorno sin castas. 2/ Las promesas de salvación, en las que se anclaba la separación ritual del judaísmo, eran absolutamente diferentes que las de las castas indias. Para las castas indias… la recompensa de un comportamiento ritualmente correcto, es decir, conforme a la casta, era el ascenso en el curso de los renacimientos dentro del sistema de castas del mundo concebido como algo eterno e inalterable. (…) Para el judío la promesa era absolutamente opuesta: el orden social del mundo estaba transtornado, representaba lo contrario de lo prometido para el futuro y debía volver a verse transtornado, de manera tal que al judaísmo volviera a corresponderle su puesto de pueblo de señores. (…) Todo el comportamiento de los antiguos judíos estaba determinado por esa concepción de una futura revolución social y política conducida por dios.

Fuente: Ensayos de sociología de la religión III, Madrid, Taurus, 1988, pp. 19-20. Véase también: Sociología de la religión, Madrid, Istmo, 1997, pp. 441-442.
El cristianismo constituye, en la Antigüedad, el agit-prop de esa subversión y la fuente simbólica inagotable de todos los pseudo progresismos modernos y contemporáneos.
Licio Gelli, Gran Maestre de la logia ultracatólica Propaganda Due.

LA FALSA MODERNIDAD MASÓNICA Y LA DECADENCIA DE OCCIDENTE

Decadencia: un fenómeno de desmoronamiento social e institucional cuyo paradigma occidental son los EEUU y que, con el advenimiento de la red, se ha acelerado en las últimas décadas alcanzando ya una velocidad de vértigo. Las instituciones mencionadas arriba, pilares de la civilización occidental, están siendo desacreditadas desde su interior por la labor de zapa de la masonería, cuya tarea desde la Ilustración diecioechesca ha consistido precisamente en erigir una falsa modernidad cristiano-secularizada (las «ideas modernas» que Nietzsche denunciara) susceptible de confirmar todos los tópicos decandentistas, escatológicos y apocalípticos de las religiones abrahamánicas (judaísmo, cristianismo e islam). Sólo, en efecto, dichas creencias de fe irracionales, las más fanáticas, estúpidas y criminales, retornan hoy del pasado y, tras la «muerte de Dios», se desarrollan en formas crecientemente retrógradas. Aborto, drogas, pornografía, delincuencia, corrupción, cambio climático, conflictos sociales… La raíz común de las mencionadas lacras es el individualismo relativista y hedonista de la sociedad de consumo. Pecado, dirá el creyente. La culpa es de la Modernidad, empieza ya a escucharse entre las turbas lobotomizadas. Pero, ¿tienen algo que ver el aborto, la pornografía o la pederastia, por poner tres ejemplos, con la idea/concepto racional de Modernidad? Evidentemente, no. Tienen que ver, más bien, con lo que el creyente bíblico considera que sucederá si los hombres no se someten («pecadores») al mandato divino. ¿Qué es o debería ser entonces realmente la Modernidad pero no es como consecuencia de la secularización de los valores e imaginarios religiosos que la han regido desde el Renacimiento hasta hoy? Ocurre que la Modernidad debía resultar repugnante y destructiva («pecaminosa»), incluso para los ateos, con el fin de que las masas pudieran volver a gritar: ¡que vivan las cadenas! ¿Cómo no aplaudir entonces la abolición de las leyes que hacen posible el aborto promovida por los ultraconservadores? La falsa modernidad masónica tenía que preparar el terreno a tales efectos y, con parsimonia judaica, ha trabajado por esta causa durante siglos. Pero lo cierto es que la felicidad no es un valor de la Modernidad, sino un valor religioso judeo-cristiano que la falsa modernidad masónica ha secularizado. La sociedad de consumo liberal o la utopía comunista y anarquista no son valores de la Modernidad, sino valores religiosos judeo-cristianos (el «Reino de Dios», la «resurrección de la carne», el «paraíso») que la falsa modernidad masónica ha secularizado. El individualismo no es un valor de la Modernidad, sino un valor religioso judeo-cristiano («salvación del alma creada a imagen de Dios») que la falsa modernidad masónica ha secularizado (culto al yo). Etc. (La lista de casos de falsa modernidad y pseudo progresismo masónico podría ampliarse.) El único valor ético coherente con la Modernidad es la verdad racional y ésta ha sido traicionada una y otra vez por los falsos modernos masones cristiano-secularizados y sus formulaciones políticas progresistas (del liberalismo al comunismo). La única excepción, aunque sólo parcial y muy vacilante, de una Modernidad orientada en la dirección de la verdad racional «hasta sus últimas consecuencias», fue precisamente la secularización del paganismo, el fascismo, pero bastó con este amago —y no por sus genocidios supuestos o reales— para que los fascistas fueran criminalizados por la propaganda oligárquica con el super estigma del «mal absoluto». Así las cosas, gracias a las campañas culturales, políticas y periodísticas de intoxicación de la propia oligarquía (siglos XVIII, XIX y XX), que en la actualidad promueve anónimamente en internet el bulo de unas élites masónicas satánicas, nazis y ateas culpables de todos los males del mundo, el escenario estará ya muy pronto preparado para la esperadísima «segunda venida de Cristo». ¿»Muerte de Dios» (Nietzsche)? Sí, pero con la salvedad de que «Dios», el dios tribal judío Yahvé/Adonai, como el Cid Campeador, ha sido fraudulentamente resucitado. Ahora ya sabemos, por tanto, cuál es la genuina meta de la oligarquía, aquéllo que da sentido a todos los fenómenos de la decadente actualidad, es decir, el metarrelato posmoderno: promover una gigantesca regresión cultural entre masas ya semianalfabetas e instaurar una teocracia bíblica a escala mundial. O dicho más brevemente: el cumplimiento de la profecía judía inscrita en el Viejo Testamento (Torah para los judíos). 

CRISTIANISMO: EL COMUNISMO DE LA ANTIGÜEDAD (Alain de Benoist)

EL DESCRÉDITO DE LA POLÍTICA DEMOCRÁTICA Y EL FOMENTO DE LA TECNOCRACIA OLIGÁRQUICA

Para destruir la «democracia» liberalque es ya una falsa democracia masónica al servicio de los ricos y, últimamente, una dictadura de los multibillonarios— e instaurar la teocracia de los sabios judíos, hay que desacreditar, en primer lugar, a los propios políticos electos, la idea misma del político como líder del pueblo debe ser reducida a polvo. El método oligárquico para alcanzar esta meta fundamental no resulta muy complicado de explicar: el sistema oligárquico (bancos, mass media…) sólo permite que sean políticos corruptos los que accedan a la gestión o al gobierno de las instituciones públicas. Un político honesto, capaz y valiente será, primero, ninguneado, después ridiculizado y, finalmente, calumniado; pero, si todavía es necesario porque ni siquiera así se le pudo neutralizar, encarcelado o asesinado. Cuando ya todas estas recetas hayan fracasado y el verdadero político llegue al poder con el apoyo de su pueblo, el país que gobierne ese líder será objeto de sanciones comerciales y financieras para arruinar el régimen mediante la instigación de una rebelión interna. Finalmente, si a pesar de todo ello la nación aguanta y permanece fiel a su líder nacional-popular, los oligarcas recurrirán a la intervención militar («en defensa de los derechos humanos y la democracia»), el postrero recurso de la oligarquía contra los peligrosos desafectos incorregibles. Mas todas estas costosas medidas pueden ahorrársele al poder oligárquico seleccionando preventivamente, desde el principio, a políticos probadamente corruptos. Falsos políticos cuya corrupción, por acción u omisión, de hecho o virtual (por acreditada predisposición del intesado) resulte verificable y segura, como un mérito. De esta manera, es decir, mediante la política del dossier, pueden los oligarcas mantener controlados a todos los políticos delectos en ejercicio y derrocarlos, divulgando sus corruptelas en la prensa y los juzgados, cuando les convenga. La prensa o medios de comunicación de propiedad oligárquica deciden, en efecto, qué político debe ser desacreditado por la razón que fuere. El caso de Strauss-Kahn resulta aleccionador. Pero, además de esta finalidad de control hay, a largo plazo, otra igual o más importante aún: deteriorar la imagen de la política en cuanto tal, convencer a la gente de que todos los políticos son corruptos y preparar el advenimiento de los técnócratas, expertos, sabios… «políticamente neutros». Oligarcas que gobernarán a unas masas ya adocenadas y merecedoras ser rebajadas otra vez a la condición de meros súbditos. El Mesías judío será su rey porque dichos «pecadores» no han sido capaces de utilizar correctamente, en calidad de ciudadanos libres, su derecho al voto.

UN SOCIÓLOGO DE FAMA MUNDIAL AFIRMA QUE LOS JUDÍOS CONTROLAN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN

LA DEMOLICIÓN DEL ESTADO NACIONAL Y LA PRIVATIZACIÓN DE LOS SERVICIOS SOCIALES PÚBLICOS

No será necesario reproducir aquí la doctrina neoliberal anti-Estado que se ha venido aplicando en las últimas décadas por razones supuestamente técnicas y económicas ajenas a toda ideología: el Estado es la causa de los males que aquejan a la economía. A derecha e izquierda, la society occidental es liberal-libertaria y el Estado se identifica con «el fascismo» (lo cual, en cierto sentido, es verdad). Incluso Marx concibe el final de la historia como un paraíso muy parecido al de los Testigos de Jehová (con leones lamiendo de las manos de los niños) y, por supuesto, sin Estado. Leviatán. El comunismo de Marx es en realidad un anarco-comunismo utópico-profético que nutre idea-tipo normativo todos los libertarismos de izquierdas. Reducir el tamaño del Estado: debilitarlo, privatizar los servicios públicos y garantizar que el Estado así minimizado y residual —con polícía, ejército, juzgados y cárceles a lo sumo, pero en ocasiones ni eso— constituya un dócil instrumento de la oligarquía, acusando empero al propio Estado como parapeto de todas las tropelías perpetradas por los oligarcas. Se carga así de razones al pueblo en la directriz fundamental ordenada hacia la definitiva demolición del Estado como institución pagana, helenista asevera el rabino, léase: diabólica. Hete aquí la norma obligatoria de la política «democrática» (¿?) conducente a la instauración de una gobernanza mundial sin Estado, cima de la globalización. En la actualidad, ya no hay en Occidente pueblos gentiles soberanos (Rusia es quizá el último) y, por tanto, los Estados son sólo órganos administrativos provisionales de la oligarquía financiera. Conviene recordar y subrayar que las teocracias abolen, por principio, el Estado: una iglesia, un sacerdocio, ocupa el lugar del Estado como institución. Todos los Estados, excepto el Estado de Israel, tienen consecuentemente que ser derrocados. El judeo-cristianismo en cuanto Reino de Dios significa esto: no hay Estado, gobierna dios —¡¡¡el dios tribal judío, ojo!!!— a través de sus representantes en la tierra, a saber: los judíos (el «pueblo elegido»), estirpe sacerdotal por antonomasia.

EL RABINO SUPREMO DE ISRAEL AFIRMA QUE LOS NO-JUDÍOS SÓLO EXISTEN PARA SERVIR A LOS JUDÍOS

LA CRIMINALIZACIÓN DEL NACIONALISMO Y EL FOMENTO DEL INDIVIDUALISMO APÁTRIDA

Tampoco será muy difícil acreditar, porque es un hecho de dominio público, el odio irracional que los liberales profesan a toda forma de nacionalismo excepto una: el sionismo, es decir, el nacionalismo… judío. Puede verificarse sin dificultad, por ejemplo, en C’s, la caricatura local del liberalismo: surge como reacción al nacionalismo catalán, pero no reivindica un nacionalismo español, etiqueta que los liberales consideran ofensiva, sino la negación del nacionalismo en cuanto tal, incluido el español. Oponen nacionalismo a patriotismo, pero son incapaces de explicar la diferencia. Porque esa corrección semántica es un sofisma para engañar a miles de electores españoles que se sienten patriotas y, por tanto, como debería ser, nacionalistas orgullosos de su país. En cambio, los líderes de C’s se deshacen en elogios hacia el Estado de Israel, un enorme campo de concentración empapado de ultranacionalismo judío racista y genocida cuyas instituciones apenas se distinguen ya del apartheid sudafricano. ¡¡¡Liberales!!! Los repugnantes politicastros de C’s deploran la inmersión lingüística catalana, pero pasan de puntillas al lado de la colonización de los Territorios Ocupados, un crimen de lesa humanidad reconocido por organizaciones tan poco sospechosas de radicalismo como Amnistía Internacional.

El ataque al nacionalismo es constante en la prensa oligárquica. Puede hablarse de una verdadera campaña mediática orquestada para desacreditar, sin réplica posible, esta ideología como causa de las grandes catástrofes bélicas de la historia moderna. La defensa del individualismo («ciudadanos del mundo») es siempre la moraleja simplista y malévola de dichos artículos enderezados hacia la paz (pax judaica). No se explica por qué el nacionalismo debe desembocar necesariamente en guerras entre naciones y, en cambio, el individualismo no desembocará en guerras de todos contra todos. Al contrario, te sermonean que el individualismo es el amor al individuo como fin en sí mismo, mientras que el nacionalismo tiene que ser el odio a todas las naciones excepto la propia. El amor a las otras naciones (por ejemplo que un español ame a Alemania hasta las lágrimas) es imposible. ¿Por qué? Porque miles de intelectuales y periodistas han decidido definirlo así siguiendo las estrictas instrucciones de sus logias. La nauseabunda propaganda liberal no se hace preguntas, incurre en el mismo tipo de simplificaciones de las que acusa al populismo (cuando resulta que la primera simplificación sería reducir el populismo a mera simplificación). La propaganda liberal tiene, además, poco que decir sobre las verdaderas causas de las guerras, provocadas menos por el nacionalismo popular que por los intereses individualistas y de clase de las élites burguesas liberales, que han utilizado los sentimientos patrióticos del pueblo trabajador para organizar auténticas carnicerías de compatriotas en beneficio propio. Hechos éstos perfectamente documentados hasta la náusea, pero que los periodistas e intelectuales a sueldo de la oligarquía, y ya no digamos los políticos liberales, tienen instrucciones masónicas de silenciar a cualquier precio. ¡¡¡Individualismo!!!

La razón de tales incongruencias es obvia y se trata aquí de captar su relación con el resto de la agenda oligárquica de aniquilación de la civilización. Si el objeto último de la profecía judía, a saber, la gobernanza mundial sin Estado, ha de cumplirse, las Naciones deben antes desaparecer como entidades históricas. A tales efectos se promueve el multiculturalismo, que en nombre de la pluralidad y el enriquecimiento cultural las fractura desde su interior de forma brutal y permite luego enfrentar a unas colectividades contra otras dentro de la misma nación; y se promueve el individualismo («emprendedores»), que va corroyendo por dentro esas mismas subculturas guetizadas hasta que la tasa de natalidad se preecipita en picado y, a fin de evitar el colapso de los negocios, hay que importar más inmigrantes, carne de cañón laboral. Porque se trata de mantener lo más bajo posible el valor de mercado de la mano de obra, es decir, del trabajo, no de preservar una comunidad nacional que puede desaparecer sin que estos «emprendedores» pestañeen, siendo así que, inmersos en su afán de ganancias (el cual debe llenar completamente sus miserables vidas) ni siquiera reconocen que exista. En dichas tareas colabora la izquierda cosmopolita que opera como auxiliar del liberalismo en materia en «libre circulación de la mano de obra» travestida de «humanitarismo» («nadie es ilegal»).

El individualismo no es sólo, empero, un fenómeno procedente del ámbito económico («emprendedores»), porque sus raíces y consecuencias son mucho más profundas, como ya explicamos en otro artículo de CARRER LA MARCA:

Que el individuo, sus deseos y sus derechos se convierten en valores supremos y finiquitan toda forma de colectividad comunitaria orgánica tiene consecuencias que se pretenden así asociar a la «izquierda», cuando son el resultado del individualismo neoliberal, es decir, de las políticas de derechas. El neoliberalismo, en efecto, intenta fracturar las naciones generando o agravando conflictos internos que atomicen las comunidades nacionales y las conviertan en meras sumas de individuos, es decir, en aquéllo que los sociólogos denominan la masa(amorfa). A tales efectos, el neoliberalismo moviliza, por ejemplo, la inmigración. Con ésta no sólo se busca abaratar el «valor de mercado» de la mano de obra autóctona engrosando adrede una bolsa permanente de parados, sino que también quiérese una finalidad política y social: dividir a los trabajadores mediante un multiculturalismo donde ya no se pueda hablar de la vieja clase obrera nacional organizada, sino de autóctonos y extranjeros o, en su caso, de moros y cristianos. Otro tanto cabe afirmar de las identidades de género: las mujeres contra los varones; los homosexuales contra los heterosexuales, los transgénero contra las feministas… Y lo mismo de la promoción de micro-nacionalismos divisivos, los independentismos: catalanes (o vascos) contra españoles, valencianos blaveros contra catalanes…. Etcétera. El neoliberalismo se ha propuesto liquidar las naciones-Estado y cada identidad individual o grupal subnacionalconstituye una fisura donde introducir su perversa palanca para agrandar la fragmentación y reducir el planeta a un inmenso mercado poblado por individuos aislados e impotentes, aptos sólo para ser explotados sin resistencia en beneficio de la oligarquía financiera.

Todo ello en nombre de la paz, la democracia (liberal, por supuesto) y los derechos humanos de las minorías oprimidas. El liberalismo no se detiene hasta haber convertido la comunidad nacional en un montón de cascotes erráticos denominados «individuos», unos seres obsesionados con su propio «yo», con su «identidad» egomórfica vacía hurgada en el ombligo de las idiosincrasias más pintorescas («si alguien se cree tortuga, entonces es una tortuga»):

Y el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y los hijos se levantarán contra los padres, y les causarán la muerte (Mateo, 10:21). 

El «yo» hipostasiado cristiano, un yo con derecho a la felicidad, como ente substancial creado a imagen de Dios, cuya existencia es anterior a la comunidad nacional, destinado a la vida eterna mucho después de que la comunidad nacional (meramente instrumental) se haya extinguido, es la idea teológica oculta y secularizada que rige las políticas de género y de las identidades LGTBI. Esencia del cristianismo como espectral pseudo comunidad universal de elegidos que viene a ocupar el lugar de la nación carnal y, llegados al final de los tiempos, hoy, consuma a la postre sus metas hiperdestructivas: 

El Pueblo de Dios tiene características que le distinguen claramente de todos los grupos religiosos, étnicos, políticos o culturales de la historia: -es el Pueblo de Dios: Dios no pertenece en propiedad a ningún pueblo. Pero El ha adquirido para sí un pueblo de aquellos que antes no eran un pueblo: «una raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa» (1 P 2, 9). -Se llega a ser miembro de ese cuerpo no por nacimiento físico, sino por el «nacimiento de arriba», «del agua y del Espíritu» (Jn 3, 3-5), es decir, por la fe en Cristo y el Bautismo. -Este pueblo tiene por jefe (cabeza) a Jesús Cristo (Ungido, Mesías): porque la misma Unción, el Espíritu Santo fluye desde la Cabeza al Cuerpo, es «el Pueblo mesiánico». -«La identidad de este Pueblo, es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un templo». -Su ley, es el mandamiento nuevo: amar como el mismo Cristo nos amó (cf Jn 13, 34)». Esta es la ley «nueva» del Espíritu Santo (Rm 8, 2; Ga 5, 25). -Su misíón es la de ser la sal de la tierra y la luz del mundo (cf Mt 5, 13-16). «Es un germen muy seguro de unidad, de esperanza y de salvación para todo el género humano». -Su destino es el Reino de Dios, que él mismo comenzó en este mundo, que ha de ser extendido hasta que él mismo lo lleve también a su perfección (LG 9) (Catecismo, op. cit., pp. 186-187, par. 782).

Fuente: https://nacional-revolucionario.blogspot.com/2011/05/creemos-cristianos-en-nuestro-pueblo-no.html

El catolicismo constituye, por tanto, el entarimado ideológico de la primera globalización, que la pseudo nación católica por definición, España, convertirá en realidad a escala mundial.

DEMOCRACIA NO SIGNIFICA ELECCIONES Y VOTOS, SINO PODER DEL PUEBLO

ABOLICIÓN DE LA DEMOCRACIA E INSTAURACIÓN DE LA OLIGARQUÍA

La demolición del Estado, el descrédito de la política democrática y la estigmatización del nacionalismo apuntan hacia la clave de bóveda de la libertad, a saber, el concepto de soberanía popular que constituye el fundamento jurídico y político de la democracia. Si el pueblo elegido y sólo el «pueblo elegido» debe reinar (la profecía judía según Max Weber), es menester acabar de una vez por todas con el populismo (¡¡¡ojo, el de los pueblos gentiles!!!). Populismo es la etiqueta liberal, distorsionada y torticera, para designar y estigmatizar la soberanía popular. No se dice: «queremos abolir la democracia», se dice: «queremos combatir el nacionalismo, la estatolatría fascista, el populismo simplificador (de cuestiones harto complejas que únicamente los expertos no-electos Draghi o Lagarde pueden resolver)». No se dice: «queremos promover el nacionalismo judío erradicando los nacionalismos gentiles, instaurando la tiranía de las multinacionales privadas y de las oligarquías financieras sionistas, estableciendo una teocracia del Gran Sanedrín judío», se dice: «queremos combatir el fascismo, el nacionalismo, el racismo, la xenofobia, el totalitarismo, el populismo». El resultado de la liquidación del Estado y de la nación equivale, empero, a la abolición de la libertad política, porque no existe una soberanía popular universal, sino soberanías nacionales. Sin soberanía nacional y, por ende, sin Estado democrático, que es siempre un Estado nacional excepto en las utopías de izquierdas, renunciamos a la soberanía popular y, por ende, a la democracia.

El liberal Augusto Pinochet.

EL DESMANTELAMIENTO DEL CAPITALISMO PRODUCTIVO MODERNO Y LA REGRESIÓN HACIA EL CAPITALISMO FINANCIERO OLIGÁRQUICO-PARASITARIO

A este tema, a la espera de su próxima continuación, ya dedicamos un primer artículo en CARRER LA MARCA; aquí y nos limitaremos a citar un pasaje singularmente enjundioso del mismo:

DEL CAPITALISMO PRODUCTIVO ANGLOSAJÓN AL CAPITALISMO PARASITARIO JUDÍO. Si aceptamos la definición de «capitalismo» que Max Weber, padre de la sociología, estableció en su clásico sobre la Protestantische Ethik (1904-1905)esta institución, en la forma peculiar que había desarrollado Occidente, se encuentra en vías de extinción. Para Weber, en efecto, capitalismo lo ha habido en muchos lugares fuera de Occidente e incluso antes de la Modernidad (véase La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Barcelona, Orbis, 1985, p. 11). No existe, pues, ninguna relación necesaria entre capitalismo y progreso: el hecho diferencial del capitalismo occidental se deriva de otra característica de esta cultura, a saber, la racionalización, procedente de Grecia y Roma. Hay capitalismo en general cuando el agente económico «se guía por un cálculo del valor dinerario aportado y el valor dinerario obtenido al final» (ibídem). Pero este elemento capitalista no es suficiente para caracterizar el peculiar desarrollo del capitalismo occidental. Y añade: «En todo caso, la empresa capitalista y el empresario capitalista (y no como empresario ocasional, sino estable) son producto de los tiempos más remotos y siempre se han hallado universalmente extendidos» (ibídem). China, la India, Babilonia, Egipto, la Antigüedad helénica, la Edad Media… han conocido, según Weber, este capitalismo genérico. El capitalismo occidental se caracteriza en cambio por la «organización racional del trabajo libre« (op. cit., p. 15). Por tanto, y siempre hablando en términos weberianos, podríamos haber pasado, sin darnos cuenta, de un capitalismo occidental, de carácter productivo, moderno y progresista, a un capitalismo pre-occidental ordinario o vulgar. Capitalismo reaccionario que, además, para perpetrar sus fines, pretende desmantelar la Modernidad de forma consciente manipulando cuestiones reales como el cambio climático, la superpoblación, el riesgo de pandemias, etcétera.  El propio Weber reconoce que «Ninguno de los grandes promoters y financers ha sabido crear organizaciones racionales de trabajo, como tampoco supieron hacerlo los representantes típicos del capitalismo financiero y político: los judíos (siempre hablando en general, y salvando excepciones aisladas); eso fue la obra de un tipo distinto de gentes« (op. cit., pp. 13-14, n. 2). Estos «representantes típicos del capitalismo financiero y político» siguen empero ahí y configuran la denominada oligarquía financiera occidental. Mientras tanto, se ha producido algo inesperado: la posibilidad real de abolir el trabajo como consecuencia de la robotización. A continuación iniciamos una serie de artículos que analizarán la transformación del capitalismo productivo anglosajón en capitalismo finananciero parasitario judío. Que es el capitalismo financiero es judío lo ha reconocido ya el propio Max Weber, padre de la sociología, de tal suerte que los policías del pensamiento no pueden acusarnos de antisemitismo. La derivación parasitaria es lo que queda por demostrar. En este sentido, conviene recordar ahora que, guste o no a quienquiera que apele a la corrección política, dicha evolución fue parcialmente anticipada por el judío marxista austríaco Rudolf Hilferding y también por Lenin, pero completamente anticipada por Adolf Hitler en sus discursos y escritos sobre la alta finanza internacional judía. Las obras especializadas en el tema de la financiarización del capitalismo omiten, sin embargo, toda referencia al judaísmo, que debe ser acreditada mediante el recurso a otras fuentes.

HACIA LA AUTODESTRUCCIÓN DEL SISTEMA CAPITALISTA (1). EL PROBLEMA DEL CAPITAL FINANCIERO

A la autodestrucción liberal posmoderna de la ciencia y de la filosofía dedicaremos también artículos específicos. Baste, por el momento, el siguiente anticipo, cuya rabiosa actualidad ha puesto sobre la mesa la relación de nuestra mágica society individualista (donde no existe la verdad, sino sólo opiniones de yoes autistas: «mi verdad») con la institución científica:

RELIGIÓN, CIENCIA Y PANDEMIA

Concluyamos ya con las siguientes palabras del Premio Nobel de Medicina Jacques Monod:

Las sociedades «liberales» de Occidente enseñan aún, con desdén, como base de su moral, una repugnante mezcla de religiosidad judeocristiana, de progresismo ciencista, de creencia en los derechos «naturales» del hombre y de pragmatismo utilitarista. Las sociedades marxistas profesaron siempre la religión materialista y dialéctica de la historia; cuadro moral más sólido en apariencia que el de las sociedades liberales, pero más vulnerable quizás en razón de la misma rigidez que hasta ahora constituía su fuerza. Sea el que sea, todos estos sistemas enraizados en el animismo están fuera del conocimiento objetivo, fuera de la verdad, extraños y en definitiva hostiles a la ciencia, que quieren utilizar, mas no respetar y servir. El divorcio es tan grande, la mentira tan flagrante, que asedia y desgarra la conciencia de todo hombre provisto de alguna cultura, dotado de alguna inteligencia  y habitado por esa ansiedad moral que es la fuente de toda creación. (…) / El mal del alma moderna es esta mentira, en la raíz del ser moral y social. Es este mal, más o menos confusamente diagnosticado, que provoca el sentimiento de temor, si no de odio, en cualquier caso de alienación, que hoy experimentan tantos hombres respecto a la cultura científica. (…) / Es claramente al mensaje esencial de la ciencia al que se dirige la repulsa. El miedo está en el sacrilegio: en el atentado a los valores. Miedo enteramente justificado. Es muy cierto que la ciencia atenta contra los valores. 

Fuente: Jacques Monod: El azar y la necesidad, Barcelona, Tusquets, 2ª edición, 1984, pp. -182-183 (versión original en francés: Le hasard et la nécessité, E. du Seuil, Paris, 1970).

Los valores son aquí, evidentemente, los de la moral cristiana, en sus versiones teológica y secularizada progresista, que ha pervertido como una planta venenosa el desarrollo de la Modernidad, cuyas raíces son paganas arias, hasta desembocar en el callejón sin salida actual.

Jaume Farrerons PhD

Figueres, la Marca Hispànica, 4 de julio de 2022.

DENTRO DE CADA CRISTIANO HAY UN JUDÍO O EL SIONISMO EN LA DOCTRINA CATÓLICA

Principios, normas y valores de esta publicación

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