EL ESTADO SOCIAL ARGENTINO FUE ERIGIDO POR UN POLÍTICO FASCISTA. Sí, les guste o no a los inquisidores del antifascismo profesional, ésta es la verdad. El Estado de los derechos sociales, de la legislación laboral, del proteccionismo comercial nacional, de las ayudas a la familia, del respeto al pueblo trabajador sin demagogias utópicas; el Estado soberano frente a las potencias imperialistas y capitalistas, espadas de la alta finanza parasitaria mundial. Estado nacionalista, sin duda, mas también socialista. ¿Les suena? Socialismo nacional. No era mera retórica o propaganda, sino verdad. Es verdad aquí, hoy. Convirtió a los obreros en patriotas y los arrancó de las garras del comunismo mundialista y anti-nacional judío. Y funcionó hasta el horrendo bombardeo de la Plaza de Mayo de 1955 («Cristo vence», lema que exhibían los aviones cipayos vendidos al Pentágono). Hecho incontestable que demuele por su base la narrativa antifascista imperante después de la Segunda Guerra Mundial. El peronismo, el justicialismo, ha sido el único socialismo nacional desarrollado fuera de las compulsiones bélicas de los fascismos europeos, las cuales deformaron su verdadera esencia. La evidencia de un fascismo nacionalista y socialista real, de un fascismo con rostro humano, constituye un desafío para la oligarquía financiera judía, que lleva décadas castigando al país por su ADN ideológico, es decir, por su fascismo.

En algo están de acuerdo los anti-mileístas con Milei, quien les marca la pauta. Y ellos asienten. ¡Vergüenza!

¿Drama o tragicomedia, pues?

La tragicomedia argentina.

Tragedia por las víctimas: jubilados ingresando 100 euros mensuales con que, evidentemente, no pueden ya ni comer; enfermos a quienes no les llega para pagarse sus medicamentos, antes subvencionados (y fallecen por esta causa); millones de niños hundidos en la pobreza; ciudadanos tiroteados en plena calle por el simple hecho de manifestarse… ¿Fascismo? ¿Acaso tuvimos que esperar a 1922, fecha del ascenso al poder del fascismo, para contemplar policías a sueldo de los ricos disparando a los trabajadores? ¿Y no disparaba la cheká comunista contra los huelguistas y manifestantes obreros ya en tiempos de Lenin? ¿No eliminaban los bolcheviques a sus opositores políticos por el simple hecho de serlo y actuaron así desde el principio, con un plan de exterminio (1918) de 10 millones de ciudadanos rusos (Zinoviev)?  ¿No fue el fascismo una reacción defensiva a las horrendas atrocidades del comunismo ruso? Hete aquí la verdad del fascismo: un gesto de asco ante el comunismo, pero un gesto de asco socialista; y, lo más importante, un gesto humanitario frente a la barbarie —liberal o comunista— al que la guerra contra los bárbaros convirtió, a su vez, en barbarie.

Comedia por el payaso: el principal protagonista y centro del escenario político argentino es el libertariano anti-Estado Javier Milei, perturbado mental converso al judaísmo que asevera hablar con su perro muerto y recibir instrucciones del «Número Uno» (Dios = Yahvé = dios judío) a través de la hermana Karina, quien ejercería de médium místico o chamán de la Casa Rosada; un estafador, un plagiador, un mentiroso compulsivo, un pedófilo, un payaso cruel que celebra el hambre de los jubilados homenajeando a congresistas corruptos con un opíparo asado argentino… Pero lo más ridículo y circense de todo es quizá observar la cobardía de los propios «peronistas» actuales, los kirchneristas, ellos mismos arlequines de la oligarquía en versión soft power, incapaces de reconocer su propio pasado, es decir, sus molestas credenciales doctrinales, acusando a Javier Milei, el brazo ejecutor del poder oligárquico, de «fascista».

La oligarquía, en efecto, como ocurre periódicamente, ha fabricado al monstruo nazi de feria que necesitaba para partirle el espinazo a la historia argentina, reescribirla a golpe de idiotez e ignorancia y colocar a Perón en el lado de los rojos mientras identifica el fascismo con el anti-peronismo. Toda una jugada simbólica maestra, en la que Javier Milei colabora con el aplauso y la complicidad de sus supuestos antagonistas.

El impostor judío Carlos Alberto Rozanski o el cripto-sionismo emboscado en la izquierda argentina.

Argentina tocó fondo, pero no sólo por Milei, sino por el tipo de oposición que Milei tiene presuntamente enfrente. Y todo ello gracias a la desmemoria de la juventud, siendo así que las novedosas medidas de Milei no son más que la repetición de las mismas fórmulas neoliberales y anti-estatalistas (ergo anti-fascistas) que llevaron el país a la ruina y el endeudamiento con el FMI (= oligarquía financiera, Larry Fink, Blackrock = judíos). Uno se pregunta qué ha podido suceder para que los argentinos, que pasan por ser cultos y leídos, hayan ignorado su propio pasado reciente y votado las mismas recetas «milagrosas» que les llevaron al desastre apenas dos décadas atrás. Pero esa estulticia es mucho más profunda y afecta a la naturaleza misma de la nación argentina refundada por Perón. Porque Perón incorporó a las masas explotadas por la oligarquía cipaya en un Estado nacional, convirtió a los descamisados en ciudadanos y, con ello, engendró Argentina —cuya mater dolorosa fue Evita, objeto de culto nacional. Un ejemplo que, por supuesto, la oligarquía judía, de derechas o de izquierdas, no puede tolerar. La de derechas, sionista, porque es enemiga de todas las Naciones, las cuales, según reza la profecía bíblica y el mito cristiano de los Reyes Magos, deberán postrarse ante el mesías-rey del «pueblo elegido». La de izquierdas (aquella judería que grita «el sionismo es fascismo» y niega, hasta lo grotesco, e incluso ante la abrumadora evidencia de Gaza, la vinculación ideológica estructural entre sionismo y judaísmo), porque un nacionalismo social, a diferencia del comunismo utópico-profético anti-nacional, sí podría realizarse de forma efectiva y acabaría de una vez para siempre con los globalismos anti-Estado o anti-mercado (¡tanto da!) —esas estafas que prometen convertir la tierra en un paraíso, cuando lo único que producen, en realidad, son los peores infiernos.

Argentina se enfrenta a su propia verdad y, por ende, a su propia supervivencia en cuanto nación. Porque la nación no puede existir de espaldas a su historia. Ahora bien, la historia argentina desmiente la narrativa impuesta por la oligarquía financiera judía a escala mundial. Y es por este motivo que los argentinos deben ser sacrificados en el altar de la mundialización bajo el rubro de un castigo ejemplar para escarmentar a todos los pueblos gentiles díscolos. Entregar la Patagonia a los «elegidos» a modo de pago contra la «deuda moral» contraída por Perón y su esposa Eva es sólo una de las cláusulas secretas del contrato. No obstante, visto que todo ello resultará muy feo de ver, será ejecutado por un espantoso verdugo, presunto «fascista», a fin de que, al mismo tiempo, se corrija el renglón torcido de Yahvé en el relato histórico-evangélico de «salvación» de «la humanidad». La «normalización» de Argentina consistirá así en que el judío Kicillof salve al pueblo argentino del «fascista» Milei. Escarnio a la verdad, humillación de la nación argentina que sólo la memoria de Perón podría y debería impedir.

P. 29 del libro de Uki Goñi, uno de los miles de ejemplos que ilustran la verdad sobre la ideología de Perón, objeto de odio del judío converso y antifascista de derechas Javier Milei.

De ahí que los peronistas, los auténticos peronistas, los social-patriotas que sentirían vergüenza de jugar al anti-fascismo (como lo hace, por ejemplo, Santiago Cúneo, quien forma parte del problema y queda, en consecuencia, excluido de la solución), tienen una obligación que es al mismo tiempo ética, científica y política (patriótica): la verdad. Argentina no puede sobrevivir a una historia manipulada que dejaría de ser su genuina historia, su destino. Así las cosas, en la encrucijada sucintamente descrita hay también un «llamado del ser» (Heidegger) al pueblo argentino. Ayer vi banderas palestinas entre los manifestantes y se comprende que argentinos y palestinos luchan en la misma trinchera y una única guerra a escala planetaria. En efecto, el genocidio social neoliberal en Argentina es sólo una variante del genocidio militar en Gaza o del, tiempo ha, genocidio político comunista en Rusia. Todos somos palestinos y los argentinos, afortunadamente para ellos, los primeros que, en el siglo XXI, tendrán la oportunidad de comprenderlo. No por tanto, en fin, sólo una desgracia, sino un privilegio al que el pueblo argentino ha sido convocado en la hora decisiva de la historia. Los periodistas, políticos o intelectuales (Rozanski) que, a propósito de este extremo crucial, mienten, no sólo no pueden ya calificarse a sí mismos de peronistas, sino que, antes bien, deben ser señalados como traidores y cómplices del vampiro judío Milei escondido tras el disfraz de una Cruz de Hierro.

Jaume Farrerons PhD

Figueres, la Marca Hispànica, 14 de marzo de 2025.

AMNISTÍA INTERNACIONAL CONCLUYE DEMASIADO TARDE QUE ISRAEL ESTÁ PERPETRANDO UN GENOCIDIO EN PALESTINA

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