RECONOCIÓ LA VERDAD EN UNA CARTA AL DIRECTOR. La información se remonta al 19 de agosto de 1960. El Instituto de Historia de Contemporánea (Munich) constituye la fuente autorizada por excelencia del «relato oficial» sobre «el Holocausto». Y Martin Broszat era su director. Una bomba, pues. Mas no apareció ni una sola portada, ¿quizá un artículo de columna en la sección de cultura? La noticia debería haber copado empero los titulares de la prensa en todo el mundo. ¡Sólo una carta al director del propio Broszat! Ejemplo devastador de manipulación periodística por omisión. Y, a día de hoy, no creemos que la «La Base» de Pablo Iglesias incluya este fraude mediático en su sección de titulares al banquillo o dato-mata-relato (sic). El «dato» en cuestión sigue siendo actualmente desconocido para la opinión pública y corren por la red decenas de videos donde se muestra a los turistas de Dachau la cámara de gas genocida que nunca existió. 

El texto en alemán del artículo de Martin Broszat, que todavía puede localizarse en internet, es el siguiente (lo traducimos más abajo):

Keine Vergasung in Dachau
19. August 1960, 8:00 Uhr
AUS DER
ZEIT NR. 34/1960

R. Strobel: «Weg mit ihm», ZEIT Nr. 33

Erlauben Sie eine leider nötige kritische Anmerkung zu R. Strobels Beitrag. Strobel hat mit seiner Äußerung gegen den früheren General Unrein gewiß recht. Nur ist Dachau als Beispiel ein wenig geeignetes Objekt, denn nach dem Zeugnis des Münchener Weihbischofs Neuhäusler haben dort gar keine Vergasungen stattgefunden, weil die Häftlinge den Bau der entsprechenden Anlagen sabotiert haben. Ein Autor von «Christ und Welt» mußte deshalb schon zugeben, «daß er bei der Besichtigung der Gaskammer in Dachau den legendären Behauptungen von den dort durchgeführten Vergasungen erlegen ist.»

Herr Strobel leistet also mit seinem Versehen denen Vorschub, die – wie Herr Unrein – behaupten, die Ergebnisse unserer zeitgeschichtlichen Forschung seien nichts als alliierte Propaganda. Das ist um so bedauerlicher, als die Kluft zwischen diesen Forschungsergebnissen und den zeitgeschichtlichen Darstellungen der populären Publizistik immer noch sehr groß ist.

Weder in Dachau noch in Bergen-Belsen noch in Buchenwald sind Juden oder andere Häftlinge vergast worden. Die Gaskammer in Dachau wurde nie ganz fertiggestellt und «in Betrieb» genommen Hunderttausende von Häftlingen, die in Dachau oder anderen Konzentrationslagern im Altreichsgebiet umkamen, waren Opfer vor allem der katastrophalen hygienischen und Versorgungszustände: Allein in den zwölf Monaten von Juli 1942 bis Juni 1943 starben laut offizieller Statistik der SS in allen Konzentrationslagern des Reiches 110 812 Personen an Krankheiten und Hunger. Die Massenvernichtung der Juden durch Vergasung begann 1941/1942 und fand ausschließlich an einigen wenigen hierfür ausgewählten und mit Hilfe entsprechender technischer Einrichtungen versehenen Stellen, vor allem im besetzten polnischen Gebiet (aber nirgends im Altreich) statt: in Auschwitz-Birkenau, in Sobibor am Bug, in Treblinka, Chelmno und Belzec.

Dort, aber nicht in Bergen-Belsen, Dachau oder Buchenwald, wurden jene als Brausebäder oder Desinfektionsräume getarnten Massenvernichtungsanlagen errichtet, von denen in Ihrem Artikel die Rede ist. Diese notwendige Differenzierung ändert gewiß keinen Deut an der verbrecherischen Qualität der Einrichtung der Konzentrationslager. Sie mag aber vielleicht die fatale Verwirrung beseitigen helfen, welche dadurch entsteht, daß manche Unbelehrbaren sich einzelner richtiger, aber polemisch aus dem Zusammenhang gerissener Argumente bedienen, und daß zur Entgegnung Leute herbeieilen, die zwar das richtige Gesamturteil besitzen, aber sich auf falsche oder fehlerhafte Informationen stützen.

Dr. M. Broszat, Institut für Zeitgeschichte, München

Fuente: https://www.zeit.de/1960/34/keine-vergasung-in-dachau

TRADUCCIÓN

Ningún gaseamiento en Dachau
19 de agosto de 1960 8:00 am
DESDE EL
ZEIT Nº 34/1960

R. Strobel: «Fuera con él», ZEIT No. 33

Permítanme hacer un comentario crítico lamentablemente necesario sobre la contribución de R. Strobel. Strobel ciertamente tiene razón en su declaración contra el ex general Unrein. Sin embargo, Dachau no es un ejemplo muy adecuado, ya que según el testimonio del obispo auxiliar de Múnich, Neuhäusler, allí no se produjeron gaseamientos porque los presos sabotearon la construcción de las instalaciones correspondientes. Por lo tanto, un autor de «Christ und Welt» tuvo que admitir «que cuando inspeccionó la cámara de gas en Dachau, sucumbió a las legendarias afirmaciones de los gaseamientos llevados a cabo allí».

Con su supervisión, el Sr. Strobel está ayudando a quienes, como el Sr. Unrein, afirman que los resultados de nuestra investigación histórica contemporánea no son más que propaganda aliada. Esto es tanto más lamentable cuanto que la brecha entre los resultados de estas investigaciones y las representaciones históricas contemporáneas del periodismo popular es aún muy grande.

Los judíos y otros prisioneros no fueron gaseados en Dachau, ni en Bergen-Belsen y Buchenwald. La cámara de gas de Dachau nunca fue completamente terminada y «puesta en funcionamiento». Cientos de miles de prisioneros que murieron en Dachau u otros campos de concentración en la zona del antiguo Reich fueron víctimas, sobre todo, de las catastróficas condiciones higiénicas y de suministro: según las estadísticas oficiales de las SS, sólo en los doce meses de julio de 1942 a junio de 1943 murieron de enfermedad y hambre en todos los campos de concentración del Reich 110.812 personas. El exterminio masivo de judíos mediante gaseado comenzó en 1941/1942 y se llevó a cabo exclusivamente en unos pocos lugares que fueron seleccionados para este propósito y provistos de las instalaciones técnicas apropiadas, sobre todo en territorio polaco ocupado (pero en ninguna parte del antiguo Reich): en Auschwitz-Birkenau, Sobibor, Treblinka, Chemno y Belzec.

Allí, pero no en Bergen-Belsen, Dachau o Buchenwald, estaban las instalaciones de exterminio masivo disfrazadas de duchas o salas de desinfección de las que habla su artículo. Esta necesaria diferenciación ciertamente no cambia ni un ápice de la calidad criminal del establecimiento de los campos de concentración. Pero tal vez pueda ayudar a eliminar la confusión fatal que surge cuando algunas personas a las que no se les puede enseñar usan argumentos individuales correctos que han sido polémicamente sacados de contexto, y cuando se apresuran a responder personas que de hecho tienen un juicio general correcto pero confían en argumentos falsos o defectuosa información de soporte. 

Dr. M. Broszat, Instituto de Historia Contemporánea, Múnich.

LOS ALIADOS EXTERMINARON A 13 MILLONES DE CIVILES ALEMANES

REFLEXIONES IMPRORROGABLES

Que la necesaria diferenciación expuesta por Broszat cambia mucho la calidad criminal del establecimiento de los campos de concentración queda en evidencia por el hecho de que la noticia no fuera nunca difundida y la gente visite en vacaciones la cámara de gas homicida de Dachau como si tal cosa. Ocurre que se ha producido el siguiente fenómeno:

(…) la brecha entre los resultados de estas investigaciones y las representaciones históricas contemporáneas del periodismo popular es aún muy grande.

Martin Broszat

¿Tan grande que no es extraño encontrar en internet videos donde las guías turísticas enseñan a los visitantes la cámara de gas de Dachau y les explican cómo eran gaseados los prisioneros, es decir, puras mentiras? Las cuales afectan, según el autor, a todos los campos de concentración del interior del Reich, donde nunca se produjeron gaseamientos homicidas (¿cómo podían saber entonces los alemanes de a pie que esos gaseamientos se estaban realizando… en Polonia?).

O sea que ya en 1960 fue reconocido que los gaseamientos no existieron en Dachau, ni en Bergen-Belsen, ni en Mauthausen, ni en Buchenwald… ¿Qué decir de los testigos que afirmaron haber visto esas inexistentes cámaras de gas en funcionamiento con sus propios ojos?

Sin embargo, protestarán ustedes, no importa dónde se produjeron los gaseamientos, sino si se produjeron realmente, al menos en la medida afirmada por la versión oficial del juicio de Nuremberg (¡cuyo tribunal aportó como «prueba» del genocidio la cámara de Dachau usada para desinsectar la ropa de los prisioneros e impedir las epidemias de tifus!). Pues importa mucho, porque desde el momento en que se reconoció que no hubo gaseamientos en territorio alemán, todos los «verdaderos» campos de exterminio quedaron ubicados detrás del Telón de Acero, donde las garantías de una investigación honesta y objetiva eran nulas. Y claro, la cosa no terminó aquí.

Así, en 2003, podíamos leer lo siguiente en el libro escrito por un investigador judío neoyorkino de fama mundial:

(…) suele creerse que los alemanes mataron a los judíos, por lo general, en cámaras de gas, y que sin éstas, los medios modernos de transporte y una burocracia eficaz, los alemanes no habrían podido matar a millones de judíos. Persiste la creencia de que, de alguna manera, sólo la tecnología posibilitó un horror a semejante escala (…) Existe la creencia generalizada de que las cámaras de gas, debido a su eficacia (que se exagera mucho), fueron un instrumento necesario para la carnicería genocida, y que los alemanes decidieron construir cámaras de gas en primer lugar porque necesitaban unos medios más eficaces para matar judíos. (…) Todos estos criterios, que configuran básicamente la comprensión del Holocausto, se han sostenido sin discusión, como si fuesen verdades evidentes por sí mismas. Han sido prácticamente artículos de fe, procedentes de fuentes distintas de la investigación histórica, han sustituido el conocimiento fidedigno y han distorsionado el modo de entender este período (Daniel Goldhagen: Los verdugos voluntarios de Hitler, Madrid, 2003, pp. 29-39).

Por supuesto, la prensa no ha comentado nunca estas palabras de Goldhagen: hay que leerse el libro y… ¿quién lee hoy ya libros? Tampoco han abundado los periodistas en las afirmaciones de otro investigador judío de fama mundial que cuestiona las intenciones genocidas de Adolf Hitler:

Desde hace muchos años, los historiadores del Holocausto se han dividido en dos grupos, el ‘intencional’ y el ‘funcional’. El primero de ellos insiste en que desde el principio Hitler había tomado la firme decisión de matar a los judíos y sólo esperaba a que se dieran las condiciones oportunas. El segundo sólo atribuye a Hitler la idea general de ‘encontrar una solución’ al ‘problema judío’, una idea clara sólo por lo que se refiere a la idea de una ‘Alemania limpia’, pero vaga en lo referente a los pasos que había que dar para que se hiciera realidad. Los estudiosos de la historia apoyan con datos cada vez más convincentes la visión funcional (Zygmut Bauman: Modernidad y holocausto, Madrid, Sequitur, 1997, p. 143-144).

Ante estas evidencias, el historiador Ernst Nolte sugería que en todo lo relativo al Holocausto convenía guardar una prudente cautela hasta que la investigación historiográfica se normalizara:

Cuando las reglas de examen de testigos se hayan generalizado y ya no se evalúen las declaraciones objetivas de acuerdo con criterios políticos, sólo entonces se habrá construido una base sólida para el esfuerzo por lograr objetividad científica respecto a la «solución final» (Ernst Nolte: La Guerra Civil Europea, 1917-1945, FCE, México, 2001, pp. 485-486, n. 106).

Una pretensión que, naturalmente, la oligarquía rechaza con todas sus fuerzas. De ahí que CARRER LA MARCA publicara (12 de enero de 2022) el siguiente artículo, al que ahora nos remitimos para quienes quieran bucear mucho más a fondo en el asunto.

LAS DOS PLACAS DE AUSCHWITZ (Jaume Farrerons)

Reproducimos a continuación, íntegro, el texto de 2019 que sirvió de fuente al anterior, donde quedaron ya claras, a nuestro entender, las cuestiones básicas relativas a cómo debe enfocarse el revisionismo histórico incluso por parte de aquéllos que, bajo la represiva legislación actual, siguen considerándose nacionalsocialistas:

LAS REBAJAS DEL HOLOCAUSTO

A tenor de que Auschwitz es un fenómeno religioso, se exige a los peregrinos que adopten las actitudes litúrgicas correspondientes. 
 
La gente empieza a tomárselo con cierta ironía —por decirlo suavemente— y resulta comprensible. Las razones son conocidas; voy sólo a resumirlas para quienes todavía no se hayan enterado de «las rebajas del Holocausto». Pasen y vean.
 
Antes de la caída del Telón de Acero había fijada en la entrada del campo una placa que recordaba a las 4 millones de víctimas en Auschwitz. Pero se hundió el comunismo, ese sistema político tan veraz, y ahora, según la nueva y flamante placa, nos enteramos de que en realidad eran 1,5 millones. ¿Qué ha pasado con los otros 2,5 millones? ¿Se han volatilizado? Misterio.
 
En todo caso, ¿no habría que restarlos del total de víctimas del Holocausto? Se nos dice que no todas las víctimas de Auschwitz eran judías y, por tanto, la cifra global del Holocausto debe permanecer intacta. Curioso. Parece que, cuando se trata de recortar los salarios a los trabajadores gentiles, la oligarquía sabe restar muy bien, pero en otros temas se le olvidan las matemáticas. Así, aunque a los 6 millones de víctimas judías del Holocausto le restes 3 millones de no-víctimas de Auschwitz, el resultado es 6; y si le restas 2 millones o 1 millón, el resultado —¿cabalístico?— también sigue siendo 6.
 
Saber restar aunque les duela a los Rothschild
 
Sin embargo, nosotros sí sabemos restar. De los 1,1 millones de víctimas aceptado en la actualidad para Auschwitz —¿hasta la próxima rebaja?—, 800.000, se dice, eran judíos. O sea, más o menos el 75%. Así que, por lo que respecta a los 3 millones del recorte, hemos de suponer que el 75% continuará siendo un porcentaje válido. Conclusión: hay alrededor de 2,5 millones de supuestas víctimas judías que restar al total.
 
Si además tenemos en cuenta que los <<6 millones=»»>> es ya una cifra periodística y que los especialistas hablan de 4,5 a 5,1 millones de judíos víctimas del «horror nazi» —Hiroshima/Nagasaki y el gulag  comunista, como sabemos, fueron muy divertidos—, podemos recortar esos 2,5 millones a los 5 millones del total y nos quedan… 2,5 millones de víctimas judías del Holocausto.
 
Más rebajas: ya es primavera en Auschwitz
 
A esto hay que añadir otras consideraciones. Desde los años sesenta del siglo pasado, los historiadores del sistema oligárquico han tenido que reconocer, a regañadientes, que no hubo cámaras de gas genocidas en Dachau, Mauthausen, Bergen-Belsen, Buchenwald y, en general, en todos los campos de trabajo —que no de exterminio— situados dentro de las fronteras oficiales del Tercer Reich. Porque sucede que, milagrosamente, las «fábricas de la muerte» estaban situadas todas justo en la Polonia ocupada, es decir, al otro lado del Telón de Acero en el momento de celebrarse el juicio de Nuremberg y allí donde el humanitario Stalin podía hacer y deshacer a su antojo.
 
Las víctimas en los campos objeto de prueba científica, a saber, los campos de trabajo, fallecieron mayoritariamente por tifus al final de la guerra, cuando una Alemania completamente descoyuntada por los criminales bombardeos terroristas aliados no podía suministrar ya alimentos, medicamentos o cualquier tipo de productos de primera necesidad a los campos. Los cuerpos que ves en las famosas fotos, sin incinerar por falta de combustible (se incineraban los cuerpos de víctimas del tifus para evitar la propagación de la epidemia), son presentadas como una prueba del Holocausto, pero, en realidad… dan mucho que pensar (dejémoslo así).
 
Si lo mismo, y con mayor razón, sucedió en los campos de Polonia, la pregunta es: ¿cuántos judíos murieron por tifus en Auschwitz al final de la guerra? De esos 2,5 millones que hemos aceptado en calidad de víctimas judías ¿qué cantidad queda por restar todavía en cuanto estrictas víctimas de un genocidio intencionado y planificado por los alemanes?
 
En mi opinión, dichas muertes, como las de los restantes campos, forman quizá parte de un genocidio, pero, más bien, del genocidio aliado.
 
¿No hubo pues genocidio alemán de los judíos? Sí lo hubo: el de los Einsatzgruppen en el frente del Este, con un millón de víctimas aproximadamente. Pero incluso este hecho hay que ponerlo entre paréntesis porque la negación de la versión judicial de Nuremberg está penada con cárcel. No se puede investigar con imparcialidad y, dadas las circunstancias expuestas, semejante restricción antidemocrática sólo puede levantar nuevas e inagotables sospechas. Conviene, pues, omitir pronunciarse y esperar a que sean los propios historiadores quienes se dediquen a cambiar las placas.
Hasta la próxima rebaja, amigos.
Jaume Farrerons
Figueres, la Marca Hispànica, 25 de marzo de 2019
Seguiremos informando.
Figueres, la Marca Hispànica, 19 de agosto de 2022.
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