EDITORIAL. LA DIVISIÓN DEL VOTO ANTISISTEMA ENTRE DERECHA E IZQUIERDA HA HECHO POSIBLE LA REELECCIÓN DE MACRON. El candidato oligárquico ha vuelto a ganar pese a que el voto anti-sistema —si contabilizamos el 28% de abstención melenchonista— supera ya al voto pro-sistema. A despecho de la prensa, propiedad de sionistas judíos y unánime, escandalosamente macronista, la candidata del pueblo nacional francés ha obtenido el 42% de los votos. La abstención de millones de trabajadores de izquierdas constituye, pues, junto con el lavado de cerebro mediático, el factor determinante del resultado electoral. El candidato oligárquico Emmanuel Macron cuenta ahora con cinco años más para destruir Francia convirtiéndola en otro apéndice, multicultural y empobrecido, de un mercado mundial de esclavos laborales mestizos. Nuestra propuesta no es, por tanto, racista, sino válida para todos los pueblos y naciones del mundo. 

Los trabajadores franceses, gracias a la interdicción anti-lepenista del progre Mélenchon, sufrirán los criminales rigores del neoliberalismo que la oligarquía sionista reserva a los pueblos gentiles. Mientras que, a la par, esa misma oligarquía hipócrita y criminal consolida su iliberal Estado racial de apartheid en Israel. Hay que estar ciego para no ver que la sugerencia de Mélenchon —no votar, en ningún caso, a Le Pen— venía rebosante de veneno. De tal suerte que dicho dirigente debería ser declarado políticamente muerto para los franceses —-por mucho que, como parece natural, siga recibiendo el voto de la inmigración extra-europea.

Los hechos de Francia obligan también a implementar una sagaz reflexión sobre los límites de la ultraderecha como instrumento del pueblo francés para liberarse de la opresión oligárquica. Aunque el programa político de Le Pen sigue siendo el más social de todos los que la llamada «extrema derecha» —incluida Vox— promueve en Europa, hasta el punto de que algunas presstitutas hablan de nacionalsocialismo lepenista, el Frente Nacional todavía tiene que hacerse mayor para encarnar un proyecto que convenza a todos los trabajadores nacionales de Francia. En este sentido, Le Pen cometió el error, cuando refundó el partido como Reagrupamiento Nacional, de olvidar la necesidad perentoria de romper con el falso esquema oligárquico derechas-izquierdas —que pone lo patríotico a la derecha y lo social a la izquierda— y omitir la fundación de una izquierda nacional sin complejos como la socialdemocracia danesa. Ésta habría sido una auténtica refundación, y no un mero maquillaje, de la vieja formación ultra. Por no hablar de su horrenda islamofobia, propia de un rabino ultraortodoxo, que convierte a Marine en un clon de la ultraderecha sionista propagada por Occidente —como una peste bubónica— en único y exclusivo beneficio del Estado de Israel.

El nacional socialismo da la cara. («El Periódico», 3 de mayo de 2017).

Mélenchon acusa a los judíos de haber «asesinado a Jesús».

La marcha por una anciana judía asesinada en París acaba con abucheos a Le Pen y Mélenchon.

Mélenchon apoya el boicot a productos israelíes.

La mayoría de la población francesa es trabajadora y, por tanto, la palabra izquierda debe ir por delante como sustantivo, matizada por el adjetivo nacional para dejar claro que no es progre y defiende los intereses materiales y morales de los trabajadores franceses. De manera que los esquiroles extranjeros —musulmanes o no, cristianos o no— pueden quedarse con su Mélenchon, es decir, con la izquierda anti-nacional. En ese terreno laboralista, anti-sionista y no-racista, los social-patriotas pueden ganar y tienen ahora asegurada la victoria. No obstante, Le Pen, temerosa de perder un minoritario voto de extrema derecha, renunció de antemano al mayoriario voto de izquierdas.  A los trabajadores franceses, empero, se les acaba el tiempo. En 2027, si Francia todavía existe y no se ha convertido en un país más de África, tendrá Marine su última oportunidad. Los chalecos amarillos patriotas de derechas y los chalecos amarillos laboralistas de izquierdas, con los trabajadores patriotas de izquierdas, verdadera estirpe del naciente partido nacional-revolucionario, ya pelean juntos en la calle forjando la nación a pedrada limpia contra la policía del títere de los Rothschild. Esta unidad de facto debe poder traducirse en una unidad ideológica, política y electoral de iure. Esperemos que Francia aprenda pronto la lección.

¡Y también España!

Figueres, la Marca Hispànica, 26 de abril de 2022.

POR UN NACIONALISMO HISPÁNICO DE IZQUIERDAS

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