ACTOR DE LA OLIGARQUÍA JUDÍA. Trump desempeña una función en el doble sentido de finalidad política oculta (la función latente en sociología) y de representación teatral o circense. Debe vacunar a la población contra la aparición de un líder popular y nacionalista que desafíe a la oligarquía judía. Su tarea consiste en quemar esa opción de forma irreversible para, como poco, medio siglo. Explicamos esto en 2020 y poco cabe añadir a ese artículo excepto que, como ya sospechábamos, no bastó el primer mandato de Trump: los señores inversores consideran que es necesaria una segunda dosis/mandato para curar definitivamente al pueblo estadounidense de la plaga populista (=democracia sin liberalismo). Porque un dirigente real de estas características representaría, en efecto, el verdadero problema para la oligarquía —como en su día lo fueron el nacionalsocialismo y el fascismo, a los que la oligarquía capitalista, aliada con el comunismo, tuvo que aplastar después de la mayor guerra de la historia. No en vano la oligarquía ha identificado a Adolf Hitler con «el mal absoluto» y este «dato», incrustado en las mentes de todo hijo de vecino durante setenta y cinco años, forma parte de la conciencia popular e incluso de la identidad subjetiva de muchas personas. Las cuales no podrían entender, sin volverse locos, que Hitler representa algo muy distinto a lo que les han explicado desde todas las agencias de propaganda del sistema oligárquico. Así las cosas, podría suceder que ahora esta costosa inversión en la lobotomización de medio planeta se les volviera en contra a los oligarcas, porque, a medida que las masas comprenden, sufriéndolo en sus propias carnes, qué es realmente la oligarquía financiera judía, es decir, el sujeto agente de las criminales políticas del mundo occidental, todo aquéllo que la oligarquía odia o sostiene que es «malo» adquiere una connotación positiva para sus víctimas. Por si fuera poco, a medida que la oligarquía implemente sus planes genocidas de dominación mundial, es de prever que las víctimas serán cada vez más y el desengaño de los cretinos antifascistas, mayor. Ejemplo: Gaza. De ahí el interés en caracterizar a las élites económicas como «nazis», el único antídoto, el fake desvergonzado. De ahí, también, la era de la posverdad, donde el fraude se normaliza y deviene excepción la información veraz. Dondequiera que se perpetre una fechoría oligárquica, la prensa y las terminales (des)informativas tienen que detectar a un presunto «nazi» como brazo ejecutor ostensible (demasiado ostensible, diría yo). Ejemplos: Elon Musk saludando brazo en alto. Por ello, a pesar de sus vínculos con el judaísmo, que incluyen la conversión de su hija Ivanka a esta religión, la prensa mundial, de propiedad judía, califica machaconamente a Donald J. Trump de «nazi». Trump tiene que desempeñar un papel, perpetrar muchas atrocidades en calidad de «nazi», actuar como un loco y una persona detestable, engañar a los pobres con promesas de prosperidad y luego rebajar impuestos a los ricos, convertir el nacionalismo en una caricatura grotesca, desacreditar el proteccionismo económico, etc. Inmunización cultural acelerada para prevenir la llegada del verdadero dirigente fascista que ponga fin a la impostura inaugurada en 1945 por el juicio de Nüremberg y aniquile a la oligarquía.

DONALD J. TRUMP: «YO SOY EL ELEGIDO POR DIOS»

 

¿POR QUÉ NAZI?

El auténtico líder sólo puede decir la verdad y no omitirá las características ideológicas de los oligarcas, a saber: sionismo judío y sionismo cristiano. Este hecho, inexorable, aproximaría tanto el discurso crítico de dicho dirigente al discurso del nazismo, que a su vez desencadenaría una relectura de la historia mundial del último siglo, desde 1914 al genocidio de Gaza. En definitiva, por mucho que negara su nazismo o condenara los crímenes nazis, sería asimilado al nazismo. Dicho líder tiene, por otra parte, que surgir del corazón de América, porque Europa está demasiado dividida y sometida como para representar, en este momento, un desafío a la oligarquía, la cual, no obstante, también controla y previene esa posibilidad generando una nueva ultraderecha sionista que usurpe el espacio social de los nacionalismos europeos.

En EEUU, donde la población blanca ha sufrido las consecuencias de las políticas liberales globalistas, cuyos efectos no son sólo económicos (empobrecimiento de clases medias y medias-bajas) sino también culturales (multiculturalismo), el surgimiento de un nacionalismo de trabajadores de etnia europea flotaba en el ambiente y fue ese nicho político el que aprovechó la oligarquía para colocar a su candidato-trampa de ascendencia alemana: Trump. Pero tiene que ser un desastre, aunque también se le utilizará para todo tipo de atrocidades que puedan adjudicarse así al loco, al «fascista». Su misión es decepcionar. Su éxito, el fracaso.

Balance tras 100 días de Trump: EEUU en un «torbellino».

¿Vuelve la arcaica figura del «cesante» a la administración pública?

Pero sea cual sea el resultado de su política económica (todavía una incógnita), la huella que Trump debe dejar es cultural y se resume en el siguiente enunciado: el nazi miente y la teoría de la conspiración es falsa, es decir, propia de idiotas, impostores e individuos detestables.

También deberá quedar incrustado, en la memoria de las clases laboriosas americanas, que Trump les mintió. En la actualidad, prepara una ley que recortará las prestaciones sociales de los más pobres y favorecerá fiscalmente a los más ricos con una generosa rebaja de impuestos. Este fue, no lo olvidemos, el balance del primer mandato:

Con respecto a sus «bases electorales», y en particular la white working class, Trump no cumplió sus promesas. Al final de su mandato, en enero de 2021, según la Oficina de Empleo de Estados Unidos, las industrias metalúrgicas no habían creado empleo. Al contrario, habían destruido unos setenta y cinco mil puestos. Y, en particular, el sector automovilístico había perdido el 3,7% de sus asalariados. Trump tampoco consiguió hacer regresar las manufacturas deslocalizadas en el extranjero. Al contrario, General Motors informó, en noviembre de 2018, que reduciría —en Estados Unidos— sus efectivos en un 15% y que cerraría cinco plantas, incluso en Maryland, Michigan y Ohio.

Fuente: La era del conspiracionismo, Ignacio Ramonet, Madrid, Siglo Veintiuno, 2022, p. 65.

A los ricos les fue mejor:

(…) el magnate norteamericano hizo desaparecer el impuesto de sucesiones, redujo los tramos fiscales del IRPF de siete a tres (10%, 25% y 35%) y rebajó la carga de los más afortunados del 39% al 35% en el mayor recorte de la historia de los Estados Unidos. Todo ello en favor de su propia casta, de sus amigos, los más ricos; no de las clases medias. Por primera vez en más de un siglo, los millonarios pagaban menos impuestos, en relación con sus ingresos, que cualquier otra categoría social.

Fuente: op. cit., p. 64.

Esta rebaja de impuestos obligó al Estado a endeudarse, es decir, enriqueció, cómo no, a la oligarquía financiera:

Un informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) de 2018 preveía que la deuda pública pasaría de representar el 107,8% del PIB a cerca del 117%. Jamás en la historia, en tiempos de paz, el déficit había sido tan alto. Era una consecuencia de los colosales recortes fiscales decididos por Trump en favor de los más ricos.

Op. cit., pp. 64-65.

Si queremos conocer el futuro de la economía estadounidense con Trump, bastará con echar una ojeada al pasado. Pero lo más importante de todo el asunto es que el líder populista, nacionalista y proteccionista, que hizo campaña contra las élites, engañó al pueblo y era, en realidad, otro candidato de la oligarquía. Porque, como ya sabemos, los «nazis» y los fascistas en general son meros perros guardianes del gran capital. Motivo por el cual el gran capital, aliado de quienes inventaron este discurso, a saber, los marxistas, destruyó la Alemania nazi hasta convertirla en un montón de ruinas y cenizas…

¿ES ESPAÑA UNA NACIÓN SOBERANA?

¿QUÉ PODEMOS HACER EN ESPAÑA?

España es un Estado vasallo de los EEUU y, por tanto, no existe aquí genuina política, sino sólo escenificación. Especialmente, no existe política interna, nacional, más allá de la «merienda de negros». En España hay que leer cualquier suceso relevante en clave de política internacional y desde la perspectiva de nuestra situación de vasallaje. Por el contrario, quienes tienen la paella por el mango intentarán que lo veas todo en clave nacional dentro de una pugna, puramente ficticia, entre derechas e izquierdas.

Aplícase de facto el programa de un solo partido real, a saber, el partido oligárquico amparado por la potencia ocupante, pero sus cláusulas se reparten entre varias siglas a fin de que el ciudadano tenga la sensación de que puede elegir. El voto es siempre de castigo porque la inmensa mayoría de la población saldrá perjudicada por la política del programa oligárquico gobierne quien gobierne. Pero cuando castigas al partido A por aplicar la cláusula 1 del programa oligárquico, votarás al partido B que aplicará la cláusula 2 del mismo programa. Y así sucesivamente: el programa oligárquico nunca retrocede y tras varias generaciones de liberalismo ha destrozado el país de forma irreversible. Por eso el sistema, a largo plazo, hoy, necesita utilizar ideas-cebo sobre asuntos absolutamente irrelevantes desde el punto de vista político, pero muy polémicos en el plano mediático. Y cuantas más, mejor, para enfrentar a la población aplicando el principio fundamental del individualismo liberal: divide y vencerás: mujeres contra hombres, trabajadores en activo contra jubilados, heterosexuales contra homosexuales, trabajadores de la privada contra funcionarios (trabajadores de la pública), jóvenes contra ancianos, autóctonos contra inmigrantes, cristianos contra moros, etc —o a la inversa. La cuestión es evitar que los trabajadores de la nación (=mayoría de la gente) detecten quién es el verdadero enemigo y se enfrenten a la oligarquía —y su brazo armado, los EEUU— con un programa que sea a la vez nacionalista y socialista. Éste, el NS, es el verdadero enemigo a neutralizar para quienes mandan (=ideología antifascista oficial y obligatoria, compartida por todos los políticos). Incluso fabricarán falsos nazis para desacreditar el nacionalismo social (ejemplo: @NucleoNEsp).

La única motivación real de los políticos de la casta cipaya es ya sólo el beneficio económico personal: saben que no van a hacer política real y que sólo les queda no ya robar (siempre roban), sino saquear literalmente las instituciones (=corrupción institucionalizada como esencia del sistema). El descrédito de la democracia no importa demasiado porque dicha democracia es ficticia (¡no confundas democracia con liberalismo!). Además, el proyecto oligárquico prevé la abolición final de los formalismos liberales y la implantación de una dictadura sionista a cara descubierta. No debe sorprendernos que oligarquía seleccione a corruptos e incompetentes para ocupar los cargos públicos por si llegase el caso de que algún político les llevara la contraria: cuando convenga expondrán sus miserias en los medios de comunicación controlados por los oligarcas (que son casi todos). Si aparece un político honesto, será acusado de nazi. Y, en el caso de que la campaña de descrédito no funcione, lo eliminarán («fue un accidente», etc). ¿Qué sucedería si ese político llegara a gobernar? Explicaremos este punto en otro sitio.

https://marca-hispanica.eu/quienes-somos/

Figueres, Marca Hispànica, 6 de junio de 2025.

ANEXO DOCUMENTAL

Donald Trump: balance político de cuatro años frenéticos.

Primera presidencia de Donald J. Trump.

Veracidad de las declaraciones de Donald J. Trump.

Asalto al Capitolio de los Estados Unidos de 2021.

TRUMP O EL HISTRIÓN DE LA OLIGARQUÍA

Principios, normas y valores de esta publicación

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