LA AGRESIÓN OCCIDENTAL A RUSIA
EL PENTÁGONO UTILIZA CONTRA MOSCÚ LAS MISMAS TÁCTICAS QUE CONDUJERON A PEARL HARBOUR. EEUU provocó el ataque a Pearl Harbour acosando previamente al Japón con un bloqueo comercial que ahogaba la economía nipona y un ultimátum inaceptable. País con un historial de agresiones e invasiones de terceros sólo comparable al del nefasto Imperio británico, EEUU pretendía ejercer como policía de la paz en el mundo en nombre de su autoadjudicado y delirante manifest destiny. En 1941, mediante la famosa Nota Hull, el gobierno estadounidense —que a la sazón no estaba en guerra con Alemania— ordenó al gobierno japonés la ruptura de su pacto diplomático con el Tercer Reich. Ahora bien, si acataba el mandato de «Yahvé», Japón dejaba de ser un país soberano. Mas de eso se trataba: sumisión al «pueblo escogido». Los japoneses, convencidos por tales ínfulas de que la guerra era ya inevitable, se apresuraron a atacar antes de que el bloqueo económico dejara al país en una situación de indefensión. Pero EEUU no sólo esperaba la «agresión», sino que la conocía y deseaba fervientemente en calidad de casus belli que consagrara como cruzada «democrática» y humanitaria —tanto cuanto la bomba atómica diseñada para exterminar civiles— su guerra santa contra el Japón. Una situación análoga a la que ahora mismo se está produciendo en Ucrania. El acoso oligárquico a la Rusia post-soviética comenzó, en efecto, el año 1999 con la entrada en la OTAN de Polonia, Hungría y la República Checa. En 2004, este avance occidental hacia las fronteras del último Estado europeo soberano continuó con la incorporación a la Alianza yahvista de los Países Bálticos, Bulgaria y Rumanía. En Ucrania se orquestó la revolución naranja para apoyar al candidato pro-occidental. Así las cosas, un pacto presuntamente defensivo se utilizaba contra los intereses geoestratégicos de otra «democracia» liberal y mostraba descaradamente la verdadera faz imperialista de la organización atlántica. A partir de estos hechos, Rusia empezó a actuar, como por otra parte era de esperar, en términos antagónicos y resistenciales, liquidando, en primer lugar, a los oligarcas judíos que pretendían apoderarse de la ex Unión Soviética (para entregarla en bandeja a la oligarquía financiera de Wall Street y la City de Londres). EEUU pudo justificar entonces la aplicación de represalias en forma de sanciones económicas, circunstancias que se agravaron con el golpe de Estado antidemocrático de la plaza Maidán (2014), instigado por Occidente en Ucrania, y la reactiva invasión de Crimea por parte de Rusia. En la actualidad, Ucrania está gobernada por un presidente judío —Volodímir Zelenski— vinculado a la secta judía racista y supremacista Chabad.
LA HISTORIA DE EEUU ES EL EXPEDIENTE POLICIAL DE UN ASESINO EN SERIE
La historia reciente de Ucrania, desde los tiempos del presidente Víktor Yanukóvich, gira entorno al mandato masónico de su anexión por Occidente. La política de Moscú es reactiva a dicho intento de anexión y juega con la baza de una demografía rusohablante mayoritaria en el Este del país. Ya en 2004-2005, Occidente instigó la revolución naranja para favorecer al candidato oligárquico Víctor Yúshchenko, quien fue declarado vencedor de las elecciones, lo que no puedo impedir el retorno al poder de Yanukóvich cinco años más tarde. Bajo el prorruso Yanukóvich se produce empero el definitivo giro occidentalista promovido esta vez por Yulia Timoshenko, quien perdió las elecciones de 2010 pero no se conformó con el resultado. Fue en este contexto que Occidente instigó el golpe de Estado del Euromaidán en febrero de 2014. Reproducimos a continuación el relato de la Wikipedia:
El 30 de marzo de 2012, Yanukóvich y los líderes de la Unión Europea acuerdan un estatuto de asociación de Ucrania a la UE. Sin embargo, la entrada en vigor se aplaza, pues una de las exigencias para de la Unión Europea era la liberación de Timoshenko y Lutsenko. Las negociaciones se estancarían durante un año. Durante los meses previos al inicio de las protestas, Yanukóvich promete al pueblo realizar las reformas necesarias para que Ucrania ingrese en la UE. Entre 2010 y 2013, el Producto Interno Bruto (nominal) de Ucrania había crecido un 32,02 % hasta alcanzar los 179.572 millones de USD. / El 21 de noviembre de 2013, el gobierno ucraniano encabezado por Mikola Azárov publica una nota oficial en la que informa que «el proceso de preparación de la firma del Acuerdo de Asociación con la Unión Europea queda suspendido». Ese mismo día, se producen en Kiev varias concentraciones en la Plaza de la Independencia exigiendo al gobierno retomar el diálogo con la Unión Europea. La concentración aglomeró a cientos de miles de personas en todas las inmediaciones de la plaza, con discursos diarios de líderes políticos opositores así como íconos culturales ucranianos y extranjeros que venían en señal de motivación y apoyo. / El 26 de noviembre, el primer ministro ucraniano admitió por primera vez que había sido Rusia la que urgió a Kiev para no firmar un Acuerdo de Asociación con la Unión Europea a cambio de una ayuda económica. / Yanukóvich asistió a la cumbre de la UE los días 28 y 29 de noviembre de 2013 en Vilnius (donde originalmente estaba previsto que el Acuerdo de Asociación se firmase el 29 de noviembre de 2013), pero Yanukóvich se negó a firmar el Acuerdo de Asociación con Ucrania largamente negociado. Rusia prometió ayudar económicamente a Ucrania si esta desistía de sus aspiraciones europeístas. El 17 de diciembre, Rusia acordó prestar 3.075 millones de dólares al gobierno de Víktor Yanukóvich comprando eurobonos emitidos por Ucrania. / A comienzos de enero de 2014, las protestas se fueron radicalizando y expandiendo a lo largo del centro y oeste del país y con algunos focos en el este, mayoritariamente ruso. La exigencia no era solo el cambio económico a Europa, sino el cambio total de gobierno. / (…) En la madrugada del 21 al 22 de febrero el presidente Víktor Yanukóvich, sin pasar por su residencia en Mezhyhirya, donde varios camiones y helicópteros recogían sus enseres, y sin informar al parlamento, abandonó la capital y desapareció en dirección desconocida. (…) El 28 de febrero, Yanukóvich reapareció en Rostov del Don, en territorio de la Federación de Rusia, donde ofreció una conferencia de prensa21 relatando la trayectoria de su huida y denunciando un presunto golpe de Estado.
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/V%C3%ADktor_Yanuk%C3%B3vich
Queda claro, por tanto, que Occidente ha utilizado la violencia (que son «protestas» cuando conviene) para obstuir las decisiones del legítimo gobierno ucraniano. Véase: EUROMAIDÁN: LA REVOLUCIÓN «ESPONTÁNEA» Y «POPULAR» QUE NUNCA LO FUE Puede, en definitiva, hablarse de golpe de Estado occidental en Ucrania aunque la idea no resulte grata a la Wikipedia. Visto lo cual, no le pueden seguir contando a Putin los habituales cuentos sobre la «democracia homologada»: el líder ha actuado en defensa de la soberanía nacional patria, condición de posibilidad de toda genuina democracia.
PUIGDEMONT: LAS IDEAS DE LA SECTA RACISTA JUDÍA QUE EL EX PRESIDENT FUGADO APOYA EN SECRETO
CÓMO PUTIN UTILIZÓ Y LUEGO SE DESHIZO DE LOS OLIGARCAS JUDÍOS
Hete aquí el verdadero origen de la actual situación de preguerra en Ucrania. Tras la disolución de la URSS, Rusia no sólo debía convertirse en una «democracia» liberal occidental homologada, es decir, en la abyecta dictadura de los usureros que oprime a todas las naciones blancas: para ser admitida como miembro de pleno derecho dentro del club/secta/logia oligárquico, la riqueza del país tenía que venderse a precio de saldo y pasar a constituir la finca privada de la oligarquía judía occidental. Putin pretendía, empero, salvaguardar siquiera una pizca de la soberanía rusa y, a tales efectos, se vió obligado a actuar como Stalin durante las famosas purgas de los años 30, en las que el dictador comunista descabezó la cúpula judía del partido bolchevique y pactó acto seguido con Adolf Hitler. Comunistas o capitalistas, capitostes judíos fueron también los primeros personajes que eliminó políticamente Putin a efectos de recuperar el control del país. Por su parte, Ucrania optó de buen grado por el camino opuesto: aceptar que un oligarca judío se haga con las riendas del gobierno. Muestra así Kiev su sumisión al orden teocrático occidental en los mismos términos que los derrotados Japón y Alemania.
A continuación reproducimos íntegro un artículo sobre la depuración de oligarcas judíos practicada por Vladimir Putin, episodio que precedió a su actual pacto de no agresión con el judaísmo y, en especial, con los rabinos de Chabad.
¡Vaya reparto!
Un grupo élite de empresarios amasó una gran riqueza, una gran influencia y enemigos acérrimos en la caída de la Unión Soviética. Andrew Müller examina la miseria dorada de los oligarcas.
Sábado 3 de diciembre de 2005 00.07 GMT
Fuente (en inglés): https://www.theguardian.com/media/2005/dec/03/tvandradio.russia
La política rusa», declara Boris Berezovsky, «es la ruleta rusa». Entonces, podría haber agregado, son los negocios rusos, aunque, dada la considerable superposición entre la política rusa y los negocios rusos, probablemente lo consideró innecesario. Berezovsky, el arquetipo de la raza poscomunista de empresarios rusos conocida —tanto con admiración como con desdén— como los oligarcas, ha sobrevivido a varios intentos de asesinato, incluido un coche bomba en 1994 que decapitó a su conductor.
Berezovsky hace esta declaración espléndidamente melodramática al comienzo del un episodio de «Russian Godfathers», una excelente serie de la BBC de Patrick Forbes, director del aclamado «The National Trust». «Los Padrinos Rusos» examina cómo, en el caos que siguió al colapso de la Unión Soviética, los activos y recursos estatales de la superpotencia fueron arrebatados por un pequeño grupo de hombres inteligentes, despiadados, ambiciosos y bien conectados, que se unieron abruptamente a la filas de las personas más ricas de la historia.
«Russian Godfathers» también examina sus fortunas muy variadas desde que llegaron a su absurda riqueza, que es una empresa audaz en sí misma. El ascenso de los oligarcas fue uno de los muchos resultados grotescos de la transformación de Rusia al capitalismo, un cambio que se manejó de manera tan inepta que muchos rusos terminaron sintiendo nostalgia por el comunismo. Los oligarcas, ridículamente ricos en un país que era en gran parte pobre, y dados a hacer alarde de su riqueza de una manera que hace que los hip-hoperos estadounidenses parezcan una comunidad especialmente reticente de granjeros Amish, sin duda podrían haber hecho que cualquier ex ciudadano soviético, mientras hacía cola para comprar remolacha, se detuviera a preguntarse para qué había hecho la revolución proletaria.
Los oligarcas, no contentos con comprar empresas, villas, yates, aviones y las más hermosas de las hermosas mujeres rusas, también compraron poder. En 1996, se confabularon para diseñar la reelección de Boris Yeltsin, política y físicamente enfermo. En 2000, ayudaron a llevar al sucesor de Yeltsin al poder: Vladimir Putin, un ex espía saturnino de la KGB, y su organización descendiente, la FSB. Este, como demuestra «Russian Godfathers», puede haber sido el momento en el que los oligarcas se superaron a sí mismos.
Putin, capaz de ver las cosas con más claridad que Yeltsin, se dio cuenta de dos cosas cruciales acerca de los oligarcas: que eran potencialmente más poderosos que él y que eran tan populares entre el ruso medio como un hombre que quema ociosamente fajos de 50 libras esterlinas frente a una orfanato (según una encuesta de 2004, solo el 18% de los rusos se opuso a la renacionalización total de los recursos del país). En un país en el que el antisemitismo nunca pasó de moda, el hecho de que muchos de los oligarcas sean judíos los convierte en un objetivo aún más tentador para un populista como Putin (después del arresto del archioligarca Mikhail Khodorkovsky, el ya alto nivel del índice de aprobación de Putin se midió en 80%).
Los cinco hombres discutidos a continuación, a pesar de su colosal riqueza, ahora llevan existencias extraordinariamente precarias. No es de extrañar que sigan gastando como si el mañana no llegara.
Boris Berezovsky [judío]
Sin duda, el refugiado más rico de Gran Bretaña, viviendo en un exilio dorado en una gran pila en Egham, protegido por guardaespaldas de la Legión Extranjera, paseando en limusina y jet privado. A Berezovsky se le otorgó aquí el estatus de refugiado en 2003 y se le otorgaron documentos de viaje con un nuevo nombre: Platon Elenin. A pesar de esta maniobra quijotesca, todo el mundo sabe quién es, incluido Vladimir Putin, cuyo intento de perseguirlo por cargos de fraude recientemente se esfumó en los tribunales rusos. Berezovsky parece considerar a Putin como un protegido desagradecido: cuando Berezovsky era una figura clave en el séquito de Boris Yeltsin, ayudó a preparar al Putin sin encanto, pero más o menos sobrio, para el poder. Berezovsky ahora hace campaña abiertamente contra Putin. Una vez publicó anuncios de página completa en periódicos estadounidenses advirtiendo sobre los peligros de confiar en Putin. Y afirma haber respaldado sustancialmente la revolución naranja en Ucrania, lo que irritó considerablemente a Putin. El movimiento más reciente de Berezovsky, no sin gracia dadas las circunstancias, fue hacer negocios con Neil Bush, hermano de George W. Bush.
Mijaíl Jodorkovski [judío]
De todas las cosas que posiblemente perturben el sueño de un oligarca ruso -el tintineo de las campanas de viento de platino, los rituales en celo de los tigres domésticos, las súplicas entrecortadas de todo el equipo de porristas del Dínamo de Moscú- es sin duda la historia de Jodorkovsky la que más provoca insomnio angustiado. Jodorkovsky, exjefe de la compañía petrolera Yukos, era, según algunas conjeturas, el hombre más rico de Rusia: la revista «Forbes» estimó una vez su riqueza en 9.000 millones de libras esterlinas. Gastó parte de esta fortuna en la adquisición del periódico «Moskovskiye Novosti» y en la contratación de periodistas destacados por sus críticas a Vladimir Putin. En octubre de 2003, agentes armados del FSB (antiguos colegas de Putin) asaltaron el jet privado de Jodorkovsky en el aeropuerto de Novosibirsk. En mayo de 2005, fue finalmente declarado culpable de los cargos de fraude y evasión fiscal y condenado a nueve años de prisión. prisión. Actualmente reside en YaG-14/10, un campo de prisioneros de la era soviética en las afueras de Krasnokamensk, en el este de Siberia, donde se dice que gana 23 rublos al día cosiendo uniformes de policía.
Vladimir Gusinski [judío]
La historia de Gusinsky es otra advertencia de que la ira de Vladimir Putin no respeta la riqueza. En su apogeo, el ex taxista Gusinsky fue uno de los hombres más poderosos de Rusia, propietario de Media-Most, la única corporación de medios independiente del país, con intereses en la televisión, la radio y la prensa. Los medios de comunicación de Gusinsky a menudo criticaban el gobierno de Boris Yeltsin, a quien no le importaba demasiado o estaba demasiado borracho para darse cuenta. Putin fue menos tolerante. Gusinsky fue arrestado en 2000 por cargos de malversación de fondos y, tras su liberación, huyó al exilio en Israel. Posteriormente, su imperio mediático fue desmantelado y se vio obligado a luchar contra los intentos de extraditarlo de España y Grecia, donde los tribunales dictaminaron a principios de este año que los cargos rusos tenían motivaciones políticas.
Roman Abramovich [judío]
Para un niño que creció huérfano desde los cuatro años, criado por sus abuelos en la sombría república de Komi, en el norte de Rusia, a Abramovich, que ahora tiene 38 años, le ha ido bastante bien. Su reciente venta de su compañía petrolera Sibneft, a la estatal rusa Gazprom, incrementó su fortuna a un estimado de 15.700 millones de libras esterlinas. Dado que ya es el hombre proverbial que lo tiene todo: un piso de £ 28 millones en Belgravia, una gran villa en St Tropez, 440 acres de Sussex, tres yates, incluido el Pelorus de 115 metros, un Boeing 737 privado y un real- Life Championship Manager Game (anteriormente conocido como Chelsea FC): es difícil imaginar en qué más puede gastarlo. Quizás, ¿quién sabe? – está consumido por el deseo de ver cómo una repentina ganancia inesperada de, digamos, 10 millones de libras esterlinas transformaría la vida de un solo periodista (discurso al frente). Es más probable, lamentablemente, que continuará invirtiendo en Chukotka, la región siberiana que, como era de esperar, lo reeligió gobernador en octubre. Ha tenido hasta ahora el eminente sentido común de no involucrarse en la política nacional, ni hablar mucho de Vladimir Putin.
Yuri Luzhkov [cristiano ortodoxo]
En la mayoría de las ciudades, se consideraría extraño que el alcalde, después de 13 años de llevarse a casa un paquete de pago nada espectacular del sector público, hubiera acumulado una fortuna personal de miles de millones. La mayoría de las ciudades, afortunadamente, no son Moscú, que Yuri Luzhkov ha presidido desde 1992, ganando la reelección tres veces con políticas que incluyen ventanas a prueba de balas obligatorias para restaurantes, multas a los meteorólogos por pronósticos inexactos y la reconstrucción de la estatua derribada del infame fundador de la KGB, Felix Dzerzhinksy, una iniciativa excéntrica interpretada por muchos como un intento de ganarse el favor del ex empleado de Lubyanka, Putin. Sin embargo, los defensores de Luzhkov señalan que el considerable dinero de la familia en realidad pertenece a la señora Luzhkov, Yelena Baturina, con quien Luzhkov se casó en 1991.
Occidente anhela para Rusia, no una guerra, sino el mismo destino que para Ucrania: una revolución naranja culminada en un golpe de Estado que restaure allí también el poder de la oligarquía judía. Esto es lo que hay que entender por democracia liberal homologada. De ahí que, aunque Putin no sea, ni mucho menos, un verdadero enemigo de la oligarquía, representa la lucha defensiva de un país europeo por conservar su soberanía nacional y, en este sentido, al tener que elegir entre Ucrania y Rusia, conviene estimar los motivos del Kremlin más allá de la propaganda mediática.
OTRA INTERPRETACIÓN POSIBLE
Sin embargo, como ya hemos adelantado en CARRER LA MARCA, existe otra plantilla hermenéutica posible para interpretar las actuaciones del Kremlin, a saber: una disidencia geoestratégica controlada cuya finalidad fundamental sería mantener dividida Europa. A cambio, Rusia vería reconocido su hoy dudoso estatus de segunda potencia mundial. En este sentido, Putin encarna al guardián del orden de Yalta, con su imaginario antifascista: Rusia vencedora del Anticristo Adolf Hitler. El dictador ruso se mantendría unido a la oligarquía a través del cordón umbilical de la secta judeo-rusa Chabad. Obediencia de la que forman parte también Ivanka Trump, la hija de Trump, y su marido, el judío Jared Kushner, verdadero amo de la Casa Blanca durante el mandato del suegro. Este hecho explicaría la vinculación de Putin con Trump y su complicidad en el proyecto de regresión histórica occidental a una teocracia judía medieval, que el ideólogo del neoconservadorismo ruso y amigo de Putin, Alexander Dugin, ha expuesto sin disimulos en su infame obra.
Figueres, la Marca Hispànica, 17 de febrero de 2022.
EL IDEÓLOGO DE TRUMP SE DECLARÓ SIONISTA CRISTIANO Y DUGIN ES MÁS DE LO MISMO
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