EX MIEMBRO DE CIUTADANS: «LA INEPCIA DE FRANCESC DE CARRERAS ROZA EL RETRASO MENTAL»
EL FRACASO DE CIUDADANOS. Ciudadanos ha fracasado: un fracaso estruendoso, pirotécnico, espectacular… Y no sólo por la pérdida masiva de escaños, evidencia quizá la más llamativa, pero no única, sino por su caciquil funcionamiento interno y la deriva ideológica de la jefatura, hazmerreír de quienes hablaban, no en vano, de Riveleta. Pero el fundador e ideólogo de Ciudadanos, Francesc de Carreras, insiste en impartirnos lecciones sobre cómo salir del agujero político. Ahora nos oferta el bodrio de manifiesto derechista «La España que reúne», cuando resulta que ese negro pozo, gracias en parte a sus personalísimas iniciativas, trampas, mentiras y fiascos, parece más hondo y oscuro que nunca.
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Jaume Farrerons nos explica las causas del desastre, que remiten en efecto, según su opinión, a la incompetencia y deshonestidad del fundador: «la inepcia política de Francesc de Carreras roza el retraso mental».
La entrevista
Carrer la Marca.-¿Cuáles fueron las verdaderas causas de las desavenencias entre Ciutadans y usted?
Jaume Farrerons.-Hay unas causas superficiales, personales, que se explican grosso modo abajo, y unas causas profundas. Importan aquí a los ciudadanos las segundas porque son las que propiciaron el posterior fracaso de Ciutadans.
CLM.-¿Diferencias ideológicas?
JF.- Ideológicas y de organización. Con otros afiliados de la asociación nosotros proponíamos que se convocara una asamblea para decidir si el futuro partido iba a funcionar de forma asamblearia o no, pero los fundadores decidieron que no sería asambleario. Las diferencias eran también ideológicas. Yo quería dar voz a las bases para que se expresaran libremente sobre las políticas liberales de inmigración, algo que oligarcas como Francesc de Carreras no podían consentir.
CLM.-¿Sólo la inmigración o había algo más?
JF.- Mucho más. Por ejemplo, yo proponía un partido catalanista unionista o lealista con un programa social de izquierdas y opuesto a las oleadas masivas de inmigrantes, pero Francesc de Carreras y el resto de los oligarcas tenían planes muy distintos para Ciutadans.
CLM.-¿Cómo caracterizaría usted esos planes?
JF.-Francesc de Carreras y los intelectuales fundadores no se daban cuenta de que, para frenar el crecimiento del independentismo en Cataluña, las fórmulas españolistas son inútiles, cuando no contraproducentes. La verdadera arma contra los separatistas es otro catalanismo y, en cualquier caso, sin catalanismo no se puede pretender construir un proyecto político que represente a la sociedad civil catalana, error en el que ha caído también la asociación fundada con el mismo nombre.
CLM.-¿También estuvo usted en Societat Civil Catalana?
JF.- No. Pero me entrevisté en el Parlament de Catalunya con dos diputados, uno del PP, Rafael Luna y otro de Ciutadans, un tal Cañas, de infausta memoria, para promover una asociación denominada así. Les rogué que no convirtieran el proyecto en un apéndice del PP y C’s, pero no me escucharon. Poco después surgió D’Espanya i Catalans, un bodrio asociativo del PP que hacía justamente lo que yo había dicho que no se tenía que hacer en ningún caso, a saber, juntar derecha, España y anticatalanismo con banderas borbónicas por todos lados. Societat Civil Catalana surgió cuando otro personaje nefasto, José Alsina, con quien yo trataba por entonces y al que le confié mis inquietudes, se apropió de la idea y la regaló literalmente a la ultraderecha españolista. De esos lodos vienen los barros de SCC.
CLM.-¿Usted propone refundar el catalanismo?
J.F.- Lo propuse con la PxC en 2003, más tarde en Ciutadans (2006) y luego otra vez en PxC (2013), y lo propongo ahora en el marco de Plataforma Democràtica per Catalunya (PDxC).
CLM.- ¿Por qué es tan importante un catalanismo unionista?
JF.-No se confunda el catalanismo unionista con el llamado catalanismo moderado, una suerte de repetición de CDC. El catalanismo unionista no tiene por qué ser conservador y ni siquiera liberal, yo lo situaría más bien en el campo de la socialdemocracia, como la primitiva Convergència, aunque en el caso de Pujol se tratara evidentemente de un fraude. El catalanismo unionista tiene que ir ligado a las reivindicaciones sociales de la gente frente a los programas neoliberales de la oligarquía financiera y expresar los intereses de los trabajadores que son contrarios a unas políticas derechistas de inmigración destinadas a abaratar el valor de mercado de la mano de obra. Esto, evidentemente, no es lo que un Germà Gordó entiende por catalanismo moderado.
CLM.-¿Y qué tiene de catalanista entonces lo que usted propone?
JF.-Yo propongo un nacionalismo hispánico de izquierdas pero, al mismo tiempo, oriundo de Cataluña, la Marca Hispànica. Hay que resolver el problema del nacionalismo español, España necesita un nacionalismo normalizado y entiendo que éste sólo puede surgir, por un lado, de la izquierda socialdemocrática y, por otro, de la matriz catalanista de observancia unionista y como proyecto de refundación republicana del Estado. Esto es lo que pudo ser Ciutadans y no fue. Y ahora volvemos a la casilla de salida, pero todavía peor, con Vox propalándose como un infundio. Porque mientras el nacionalismo español se identifique con la extrema derecha franquista, el independentismo no hará más que crecer. El catalanismo lealista que defiendo no es una causa modosita y calculadora de tenderos católicos, sino un proyecto de nación multicultural ibérica para todos los ciudadanos hispánicos.
CLM.-¿Ya no es español, sino hispánico?
JF.- Sí, usaremos esa palabra preferentemente para marcar distancias con el nacionalismo español de ultraderecha. Y propondremos trasladar la capital del Estado a Barcelona como requisito de la necesaria abolición del Estado de las Autonomías.
CLM.-¿En qué ha fracasado pues Ciutadans?
JF.- Este partido se ha ido derechizando en lo social, se ha convertido en un partido neoliberal y, al mismo tiempo, anti-catalanista. Si usted se fija en la lista electoral que Ciutadans presentó para competir con JxSí, todos los apellidos eran de procedencia castellana, ni uno solo catalán. Ciutadans arropó a los anticatalanistas de siempre y terminó forjando un partido étnico castellanista adecentado tras la palabra constitución. Las bases iniciales del partido eran nacionalistas españolas, pero nacionalistas a la vieja usanza, es decir, derechistas. Con ello Ciutadans le ha preparado el terreno a Vox, verdadero beneficiario de la operación de ese genio del mongolismo político llamado Francesc de Carreras.
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CLM.-Usted responsabiliza de todo ello a Francesc de Carreras.
JF.-Sí. Creo que la inepcia de Francesc de Carreras roza el retraso mental.
CLM.- Francesc de Carreras ha vuelto a la carga con su manifiesto «La España que reúne», ¿qué le parece su propuesta?
JF.- Alguien que ha diseñado un partido como Ciutadans, cuyo final ya conocemos todos, debería tener la decencia de callarse. En todo caso, Francesc de Carreras no ha aprendido ni siquiera la lección y reincide en los errores de siempre. Apela a la constitución, pero lo primero que hace es pretender excluir a los partidos nacionalistas y populistas. El constitucionalismo bien entendido, sin embargo, es formalista e incompatible con los cordones sanitarios, porque la constitución, precisamente, tiene como finalidad teórica y como mérito, si alguno tiene, que los votos de los ciudadanos sean todos iguales aunque no les gusten a los oligarcas de turno. Francesc de Carreras me recuerda a los independentistas que hablan en nombre de Cataluña o del conflicto entre España y «Cataluña» cuando la mayor parte de los catalanes no somos independentistas. De Carreras quiere apropiarse de la constitución y convertir su formalismo en un constitucionalismo substancial, oligárquico, liberal y de derechas que, en las circunstancias actuales, dejaría fuera a la mayor parte de los españoles, los cuales han votado esos nacionalismos o populismos con unos sufragios tan constitucionales como el del propio señor De Carreras.
CLM.-¿Algo más que añadir?
JF.-El señor Francesc de Carreras debería dimitir del papel de postulante ideológico como ha dimitido de la jefatura de Ciudadanos Castellanos su muñeco diabólico, a saber, el odioso niñato trepaburgués Albert Rivera.
CLM.-Gracias por sus incisivos insultos.
Antecedentes de hecho
Farrerons nunca fue, como se ha sostenido erróneamente con fines difamatorios, miembro de Ciudadanos. Partido de la Ciudadanía (C’s), pero sí estuvo presente en los actos fundacionales de la asociación Ciutadans de Catalunya. Y participó durante meses en su foro de internet defendiendo el asamblearismo de la organización, obstruido fraudulentamente por los fundadores. Prefirieron éstos, en efecto, el modelo oligárquico catalán de arriba a abajo —que tanto criticaban a los nacionalistas— antes que la democracia participativa.
De hecho, Francesc de Carreras es un miembro de la oligarquía regional y, según Farrerons, ha contagiado todos sus vicios y hábitos anti-democráticos al partido.
La historia de Ciutadans con Farrerons es breve pero aleccionadora.
Procedente de Plataforma per Catalunya (PxC), partido que había abandonado voluntariamente en 2003 en plena campaña electoral siendo secretario general y número dos de la lista de Anglada, Farrerons explicó a los medios de comunicación que se negaba a apoyar un discurso racista y xenófobo de extrema derecha que incumplía el programa del partido redactado por el propio Farrerons. A pesar de ello, en Ciutadans se estigmatizó a Farrerons como ultraderechista mientras, al mismo tiempo, quienes manejaban el cotarro, entre ellos Teresa Giménez Barbat, Arcadi Espada, Albert Boadella y Félix de Azúa, le abrían un blog para exprimirle las ideas y luego deshacerse de él.
Fue Farrerons quien propuso el color naranja como bandera del proyecto, pero despectivamente y poco antes de darse de baja. Para vergüenza de Ciutadans, esta baja fue la consecuencia de unas amenazas de muerte impunes que recibió en el foro on line y en la asamblea de Girona por parte de un sindicalista de UGT. El ofensor nunca sería sancionado. Motivo de fondo era que Farrerons, funcionario de prisiones, había denunciado el maltrato en los centros penitenciarios de la Generalitat, mientras que los sindicatos —incluida la UGT— defendían el corporativismo más obsceno al amparo de CiU. Hechos conocidos por la dirección de la asociación y singularmente por Teresa Giménez Barbat, quien no hizo nada por impedirlos, sino que, antes bien, los debió de considerar útiles a efectos de propiciar la marcha de Farrerons. Porque el supuesto ultra Farrerons, tras dos reuniones, ya había sido elegido democráticamente secretario de dicha asamblea local y amenazaba con continuar su peligrosísimo ascenso. La baja voluntaria de Farrerons se produjo, al fin, en junio de 2006 y Francesc de Carreras mintió poco después a los medios de comunicación afirmando que había sido expulsado: «se acabó el problema Farrerons», aseveró el impostor.
Figueres, la Marca Hispánica, 29 de noviembre de 2019.
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