EN ISRAEL TODOS LOS PARTIDOS SON DE DERECHAS
UN PAÍS MODÉLICO… SIN IZQUIERDAS. Sí. Porque la élite es progre, luego los judíos Rothschild serían progres, los puritanos evangélicos Rockefeller serían progres, el atlantista Club Bildelberg sería así mismo progre, la banquera Ana Botín debería de ser lógicamente una progre, el usurero universal FMI, sin duda, también… Parece un chiste. Pero no otro es el discurso de la extrema derecha mundial y, por ende, de Santiago Abascal, para todos los descerebrados de este planeta. Ahora bien, un indicio abrumador de que los líderes ultras mienten conscientemente —el problema cultural de la mayoría de sus seguidores resulta harto más complejo de explicar— lo tenemos empero en Israel. Sacrosanta sede de la oligarquía financiera internacional, el Estado judío, junto a los EEUU, es en efecto el único país del mundo occidental donde prácticamente no existen partidos de izquierda y donde la extrema derecha gobierna sin oposición ni cinturones sanitarios con la abierta complicidad de la derecha liberal.
OCULTADO POR LA PRENSA
Pequeño e insignificante detalle que los grandes medios de comunicación corporativos occidentales, todos ellos de propiedad judía, minimizan de forma escandalosa. Por ejemplo, Netanyahu es un líder «conservador», según las presstitutas, pero cualquier otro dirigente que perpetrara el tipo de políticas características de este criminal sería en Occidente calificado de ultraderechista. Tan ultraderechista, al menos, como Donald J. Trump. La evidencia, a saber, que en Israel gobierna la extrema derecha con el apoyo de la mayoría de la población judía, parece un tanto obscena después de medio siglo de propaganda sobre «Auschwitz». Porque son víctimas de «el Holocausto» las que votan a la extrema derecha y promueven las fechorías racistas y genocidas del gobierno israelí.
El entero arco parlamentario judío es de derechas, pero, en efecto, con una mayoría de extrema derecha; tanto es así que Benjamín Netanyahu ha hecho todo lo posible para que también se derechize la resistencia árabe o palestina favoreciendo al islamista ultrarreligioso Hamas frente a la demasido laica OLP. Sin embargo, si las élites fueran progres como pretende la ultraderecha occidental, ¿por qué en Israel no habrían de gobernar también los progres judíos (¿?) y no, antes bien, una coalición de judíos religiosos, ultraortodoxos y sionistas (nacionalistas) racistas, supremacistas y genocidas? ¿Dónde se esconden en Israel los oligarcas progres que dominan este cochino mundo según Abascal, Trump, Bolsonaro y demás fachas «rebeldes»? Por si fuera poco, el propio Abascal es un neocon sionista como Netanyahu. Para hacer creer a los obreros occidentales blancos que el ultra es un defensor de la clase trabajadora nacional engañada por los malvados progres, rojos, «socialcomunistas», ateos y satánicos internacionalistas, una desvergonzada propaganda fake news debe propalar la impostura de que las élites son progres a pesar de que las élites, realmente, compartan la misma ideología que Abascal (o Trump o Bolsonaro o Boris Johnson). Porque Abascal es un patente zángano oligárquico —toda su vida de garrapata parasitaria así lo acredita—, un títere de la plutocracia a sueldo del gran capital, pero se vende a los trabajadores como resistente antisistema de derechas. Ahora bien, el «sistema» profesa la fe bíblica, judía o cristiana-evangélica —en todo caso, la sionista de la «ideología del Holocausto»—, cuya realidad física está representada y encarnada por el Estado de Israel. Quien explota y encima engaña a los trabajadores es la derecha. Siempre ha sido la derecha o una falsa izquierda. Incluida esa derecha liberal disfrazada de izquierda —con el Partido Demócrata de los EEUU como referente— que desde hace décadas usurpa los escaños del PSOE, IU, Podemos y demás chiringuitos progres.
https://intra-e.com/lamarca/index.php/2021/04/21/elite-globalista-de-derechas-o-de-izquierdas-2/
EL PARTIDO LABORISTA Y EL MERETZ
Se podrá objetar que en la Knesset (el parlamento israelí) todavía quedan un par de formaciones o siglas de izquierda, a saber, el histórico Partido Laborista (antiguo Mapai) y el Meretz. Estos partidos serían tan «izquierdistas» como el PSOE o Izquierda Unida. Conviene no olvidar que el laborismo israelí —amparado por el laborismo británico, su lupanar matriz— fundó el Estado de Israel y es el más directo responsable tanto de la Nakba (la limpieza étnica de Palestina de mayo de 1948 en adelante) cuanto de todos los delitos racistas de lesa humanidad perpetrados por el sionismo hasta que la ultraderecha, con lógica consecuencia, hízose allí con el poder. Mas si aceptamos por un momento que los laboristas judíos son de izquierdas en algún sentido de la palabra (políticas sociales para los judíos), entonces convendrá tener el cuenta que el Partido Laborista, en la Knesset, obtiene 7 escaños y Meretz otros 6. O sea, en total, 13 escaños de 120. ¡Hete aquí la «izquierda» israelí —o lo que queda de ella— después de 73 años de «sionismo real»!
El Meretz sería aquéllo que la ultraderecha caricaturiza como «izquierda»: un club eltista y socioliberal de ricos pacifistas y «buenas almas» [sic]. ¿Gobiernan estos «izquierdistas» (¿?) en Israel, es decir, en el Vaticano de la oligarquía financiera internacional? Quien gobierna en el país-símbolo de la oligarquía es más bien un Netanyahu, correligionario ultra de Trump o Santiago Abascal, y no un Nitzan Horowitz, político declaradamente homosexual de Meretz correligionario de Pedro Sánchez o Pablo Iglesias.
Ninguno de estos líderes supuestamente izquierdistas lo es realmente en el sentido en que la palabra «izquierda» tuvo en Europa. Otra cosa son los EEUU, donde el arco parlamentario está ocupado en su totalidad por lo que aquí serían políticos de extrema derecha (republicanos) y de derecha liberal (demócratas). Esto es lo que significa liberal en EEUU, a saber, un «izquierdista», aunque para nosotros europeos harto singular. Un «izquierdista» que para nosotros se corresponde con el Partido Popular, no con un socialdemócrata o, mucho menos, con un comunista marxista o un anarquista revolucionario. Los políticos del Partido Laborista y de Meretz, que viven sin complejos en un Estado racista y supremacista de apartheid, no son de izquierdas, sino liberals en el sentido estadounidense del término. Pueden, por tanto, defender sus agendas individualistas de feminismo y LGTB tipo C’s exterminando al mismo tiempo a los palestinos sin problemas de conciencia. Son, en definitiva, derechistas que con sus reivindicaciones identitarias e individualistas han dividido a los trabajadores nacionales en beneficio de la oligarquía. La derecha liberal es liberal, sí, y hasta neoliberal, pero no deja nunca de ser hipercapitalista hasta la médula. Y representa un peligro de enorme gravedad que estas pseudo «izquierdas» liberals ocupen, con sus agendas de género y de minorías étnicas, el espacio político de la izquierda europea. Porque si eso ocurre significa que será todo el espectro político el que se desplace hacia la derecha y el espacio actual de derechas-derechas y centroderecha vendrá a ser ocupado —acto seguido— por la extrema derecha sionista, es decir, por la verdadera ideología de la oligarquía financiera transnacional.
Las conclusiones de nuestra reflexión parecen obvias: siendo así que la oligarquía financiera —«las élites»— es de derechas e incluso de extrema derecha judeo-cristiana confesional, no vamos a combatir el mal con ideologías bíblicas y líderes ultraderechistas. Impostores judaicos que agitan el racismo y las «sagradas escrituras» de Yahvé —puro aire— como compensación cultural ficticia de todos los males sociales y económicos de los trabajadores gentiles expoliados por esas mismas élites. Sólo un oligarca creyente, y no un trabajador en sus cabales, votaría con lógica electoral elemental a la extrema derecha, porque ésta sí responde a sus intereses (como la política real de Trump entre 2016 y 2020 ha acreditado hasta las heces). A menos, claro está, que cuando hablamos de «trabajador» estemos ante un cretino integral capaz de «tragarse» obscenas fake news como que los Rothschild son comunistas ateos que practican rituales satánicos. Sin embargo, esto es exactamente lo que está sucediendo y no todos los votantes obreros de la extrema derecha son retrasados mentales. ¿Por qué apoyan entonces los obreros a la derecha más oligárquica, troglodita y brutal? Pues sólo porque los partidos presuntamente de izquierdas, que deberían reivindicar los derechos morales y materiales de los trabajadores autóctonos —la inmensa mayoría de la población— son en realidad partidos liberales encubiertos y, por ende, promotores de la inmigración masiva que sostiene en Occidente el paro estructural y los bajos salarios.
Con lo cual, basta con que las ultraderechas —tan neoliberales en lo económico como el resto de los partidos de derechas— utilicen pequeñas dosis de demagogia xenófoba —y, sobre todo, islamófoba sionista— para que buena parte del voto obrero termine en los bolsillos de sinvergüenzas como Santiago Abascal. Por cuanto existen partidos que amparan culturalmente al gran capital oligárquico (ultraderecha) y partidos comprometidos con los inmigrantes, los homosexuales, las feministas —y demás «minorías»— para dividir a la comunidad nacional (derecha liberal), pero no hay ya partidos que representen a los trabajadores todos de la patria (izquierda nacional). Éstos se quedaron tiempo ha completamente huérfanos de política y la extrema derecha ha aprovechado la oportunidad para perpetuar el engaño oligárquico repartiendo entre los más ineptos unas pocas golosinas racistas. Mas no otro es el modelo israelí de espectro político derechizado y derechizante que va implantándose poco a poco por el entero mundo occidental.
Figueres, la Marca Hispànica, 24 de mayo de 2021.
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