UN CRIMEN DE LESA HUMANIDAD POR OMISIÓN QUE AFECTA A LOS MÁS POBRES DEL PAÍS. La tasa estadounidense de mortalidad por coronavirus es ya muy superior a la española y parecida a la de Perú. Sin embargo, hubiera bastado con que Trump recomendara a la población el uso de mascarillas, el lavado de manos y la distancia social para que las cifras de víctimas se redujeran significativamente en los EEUU. En lugar de ello —y pese a conocer perfectamente la gravedad real de la enfermedad—, Trump minimizó públicamente los riesgos y engañó a sus conciudadanos. Las consecuencias resultan ahora patentes: 401.763 víctimas fruto, en gran parte, de la política trumpista.

La tasa de mortalidad de EEUU por la pandemia es de 1228 fallecidos por millón de habitantes, frente a los 1093 fallecidos por millón de la tasa de mortalidad española. Cabe presumir que la diferencia entre España y EEUU irá aumentando en los próximos meses a favor de España y pondrá en evidencia a quienes, desde posiciones de extrema derecha, calificaban de criminal la gestión sanitaria del gobierno español. Ésta ha sido mala y hasta malísima por su inepcia, pero la del héroe de los ultras, Donald J. Trump, supérala con creces, sobre todo si tenemos en cuenta la exhaustiva información y enormes medios de que dispone la primera potencia mundial, es decir, la perversa intencionalidad del mandatario estadounidense. 

Fuente: https://www.google.com/search?q=tasa+de+mortalidad+coronavirus

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¿GENOCIDIO DE TRUMP? ¿CÓMO? ¿POR QUÉ?

El eficaz confinamiento chino fue criminalizado por Trump, de buenas a primeras, como un atentado a los valores democráticos. En el Reino Unido y Brasil, estados gobernados también por políticos de ideología neocon (neoconservadora) sionista, se usaron idénticas consignas como parte de una estrategia epidemiológica —avalada por la cristianísima Universidad de Harvard— para alcanzar la denominada inmunidad de rebaño. Todo ello aunque el precio humano a pagar por el invento fuera de millones de muertos, a saber: los más pobres, los más débiles, los más improductivos… Neoliberalismo pues y, en definitiva, nada nuevo bajo el sol. ¡Pero Israel, modelo político de Trump, Johnson y Bolsonaro, confinaba a su población, pueblo escogido cuyas sí vidas importan! Neoliberalismo sanitario sólo para gentiles, convendría en consecuencia añadir.

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Hete aquí el fenómeno del liberal-sionismo: neoliberalismo fundamentalista de mercado contra los no-judíos; nacionalismo racista, supremacista, proteccionista y genocida al servicio de los judíos. Pero los liberal-sionistas pueden presentarse en su país en calidad de superliberales anti-nacionalistas que criminalizan «todo nacionalismo excepto uno» (véase Albert Rivera o Pablo Casado en España) o en calidad de neocons, es decir,  falsos nacionalistas gentiles que actúan como auténticos payasos criminales para ridiculizar y desacreditar «todo nacionalismo excepto uno» (véase Santiago Abascal o Carles Puigdemont en España). El resultado es siempre el mismo: millones de víctimas gentiles planificadas, incluso anunciadas por las políticas antisociales maltusianas y darwinistas de la oligarquía financiera judeo-cristiana, en cuya agenda la Declaración de Barrington constituye sólo una página más. Por si fuera poco, los señalados pseudo patriotas conservadores Trump, Bolsonaro, Johnson…— reciclarán esas mismas víctimas como abono semántico para alimentar el discurso sionista del odio contra otros pueblos gentiles, a saber, en el caso que nos ocupa, la sinofobia pandémica: una China atea y comunista —nuevo eje del mal sería la verdadera culpable del delito sanitario.

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Según Trump, en efecto, los chinos fabricaron el maligno virus —calificado poco antes de irrelevante, una gripecitay luego propagaron la infección deliberadamente por todo el planeta. «El virus no existe, pero es chino, y comunista como Bill Gates». En cada flagrante contradicción, absurdo paralogismo o sofisma, en cada burla de la ciencia, en cada vulneración sistemática de los valores, principios y normas ilustrados, el discurso neocon sionista celebra su particular Janucá, fiesta judía que conmemora el triunfo del judaísmo (la fe) contra el helenismo (la razón).

Rocío Monasterio e Iván Espinosa de los Monteros en una fiesta judía de la Janucá. El virus no existe pero es chino.

En el mundo orwelliano del doblepensar, que es en realidad el mundo de la religión monoteísta judaica, la imputación penal de China resulta perfectamente compatible con el negacionismo vírico.

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Así las cosas, so capa de combatir un estéril alarmismo, tranquilizar a la gente y proteger la economía, el hoy ex presidente estigmatizó también el uso de las mascarillas, alentó manifestaciones —en defensa de la libertad... de contagiarse—, obstruyó cuanto pudo las medidas sanitarias de los Estados de la Unión e incluso llegó a recomendar el uso de lejía como antídoto contra la infección, ocurrencia (¿?) que desencadenó no pocas intoxicaciones entre sus fieles seguidores. Porque las primeras víctimas de Trump son, precisamente, esos nacionalistas blancos que venía a rescatar del globalismo cosmopolita y que, hipnotizados por la demagogia trumpista, se apresuraron a cuestionar la realidad de la pandemia. Los white trash, unos deplorables —en palabras de Hillary Clinton— a quienes sionistas cristianos —nacionalistas, sí, pero judíos— de la misma calaña que Steve Bannon, Jared Kushner, Ted Cruz y el propio Trump, han manipulado como pañuelos de usar y tirar. Objetivamente, Trump extermina a los «fascistas» con una táctica muy parecida a la del flautista de Hamelin

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Por su parte, los medios de comunicación corporativos, presuntos profesionales que acusan a internet y las redes sociales de promover la práctica fraudulenta de la posverdad, no han hecho otra cosa que mentir al respecto. Mientras se rasgaban las vestiduras frente a la cultura de la fake news que esos mismos medios han inventado y explotado desde mucho antes del bulo de las armas de destrucción masiva iraquíes, omitían la evidencia relativa a las motivaciones doctrinales de Trump. La impostura mediática ya consensuada es que Trump lidera un movimiento fascista asimilable a los de Mussolini y Hitler. Ni una palabra sobre el sionismo trumpista. La ideología de los promotores del golpe de Estado está clara, no deja margen de duda: es la misma ideología que los liberal-sionistas de Joe Biden. 

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Para rematar la escenificación, la mofa de la inteligencia que los medios de comunicación corportativos y «profesionales» —las presstitutas— han amparado, la administración saliente se despide acusando a China de genocidio. Por supuesto, en la historia de los EEUU no se detecta genocidio alguno. Como sabemos, fue Hitler quien arrojó bombas atómicas sobre civiles. O, desde ese sacrosanto Capitolio que hollaron sus hordas, fue el «fascismo» y no la doctrina bíblica del New Israel el que exterminó a los amerindios de forma planificada, sistemática e incluso democráticamente votada por los legisladores estadounidenses. En este sentido, el golpe de Estado trumpista sería un sacrilegio para una nación cuyo gobierno, sin embargo, ha derrocado violentamente decenas de democracias en América Latina y muchos otros lugares del mundo. La gran prensa occidental de propiedad judía, que es casi toda, ha hecho así piña estos días en la denuncia del 6 de enero como putsch nazifascista y ha evidenciado, una vez más —al menos para quienes no han perdido la capacidad de pensar—, de dónde procede en última instancia la inmunda bazofia del trumpismo.

Figueres, la Marca Hispànica, 20 de enero de 2021

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