3 DE ENERO DE 1973, UNA FECHA CRUCIAL

¿ES ECONÓMICAMENTE SOSTENIBLE EL ESTADO SOCIAL? La respuesta, rotunda, de varios premios Nobel en economía, es sí. Por Estado social entendemos el Estado social y democrático de derecho amparado por la Constitución Española: sanidad y educación públicas, protección social (prestaciones y subsidios a los parados), derechos laborales y sindicales, pensiones públicas y vivienda pública protegida: los institutos mínimos que definen la ciudadanía, es decir, la civilización, y que el liberalismo pretende privatizar. A efectos de salvaguardar el Estado social bastaría con derogar la ley que prohíbe al Estado producir dinero escritural para autofinanciarse forzándole a endeudarse con la banca y los inversores privados. En suma, la banca o crédito público es el fundamento de todos los demás servicios públicos constitucionalmente garantizados. La banca privada disfrutaba y sigue disfrutando de autorización legal para producir dinero, pero desde el Tratado de Maastricht en régimen de exclusividad. De la misma manera que una empresa privada puede fabricar zapatos, los bancos privados fabrican, pues, dinero. Así las cosas,  ¿por qué el Estado no iba a fabricar zapatos o medicamentos o barcos de guerra o instalaciones industriales de interés estratégico, etcétera, si un gobierno democráticamente elegido lo decide?  Conviene aclarar que los préstamos de la banca privada, ya sea a particulares, ya a Estados, no proceden de depósitos en efectivo de los ahorradores, como una interesada leyenda usuraria convertida en creencia popular —y populista— nos quiere hacer creer y ha devenido algo así como una opinión dogmática de sentido común. Los bancos privados crean el dinero ex nihilo (de la nada), cada vez que emiten un préstamo, añadiendo una simple cifra —la cantidad prestada— a la columna de activos contables y entregando acto seguido al prestatario un trozo de plástico denominado tarjeta de crédito. El dinero se produce, pero actualmente el Estado no puede producirlo. ¿Por qué? Insistamos en este punto: sólo porque una ley, aprobada a espaldas de los ciudadanos, lo prohibió. La cuestión es entonces la siguiente: ¿no podría financiarse el Estado a sí mismo sin pedir créditos que comportan el consiguiente abono de intereses al prestamista privado? ¡Vaya! ¡Estamos ante una típica utopía progre, un imposible, gritarán al unísono los sabiondos de tasca mientras nos vuelven la espalda con la arrogancia característica del tonto de remate! Pues bien, resulta que así funcionaban las cosas —la producción estatal de dinero— antes de que una ley, una mera norma jurídica sacada de la chistera parlamentaria sin respetar siquiera los requisitos formales de procedimiento, convirtiera lo posible en imposible y el Estado social más avanzado de Europa —la Francia gaullista, es decir, nacionalista—  iniciase el proceso que ha conducido a su presente bancarrota social. Esa ley fue impuesta a los pueblos por los banqueros —quienes utilizaron como brazo ejecutor a políticos títeres, culpables de un delito de alta traición— en beneficio único y exclusivo de la oligarquía financiera. La ley en cuestión, repitamos y subrayemos este punto, ha arruinado el Estado social y posibilita la paulatina esclavización laboral de los trabajadores. Pero esa ley puede ser abolida de la misma manera que fuera instaurada en Francia 3 de enero de 1973 y luego aplicada al resto de Europa —incluida España— con la aprobación del Tratado de Maastricht. No es, por tanto, ningún sueño izquierdista para consumo alucinatorio de las almas cándidas, sino algo que ya existió y funcionó perfectamente durante décadas al servicio la nación. Posibilidad, pues, real, válida y exigible, que sólo necesita el respaldo democrático de una fuerza política comprometida hasta sus últimas consecuencias con la idea de poner fin a la nauseabunda y criminal dictadura de los usureros imperante en nuestros días. 

Antes de continuar, el lector nos exigirá pruebas de lo que estamos afirmando, como si hubiésemos hecho un descubrimiento raro, sospechoso de excentricidad. Lamentablemente, dichas piezas de convicción son muy fáciles de obtener, están ahí, delante de nuestras narices, pero la masa no quiere verlas porque entonces sus creencias más asentadas, su forma de vida e incluso el respeto debido a sí mismos como personas, se derrumbaría. Quedaría en evidencia que los sabiondos de la tasca son en realidad unos payasos y que los políticos y los banqueros les han tomado el pelo desde que tienen uso de razón. En definitiva, quedaría probado, más allá de toda duda, que esos listillos eran en realidad tan manipulables como los niños de cuatro años. Las aseveraciones que acabamos de hacer, en efecto, se basan en la doctrina publicada por premios Nobel de economía y, además, en tratados científicos o académicos universitarios de uso común que, sin embargo, la mayoría de los afectados por la dictadura bancaria desconoce. Hay blogs especializados que explican el tema de la producción del dinero, al menos en parte, pero pocos ciudadanos hacen el esfuerzo de intentar entender esta información, por otra parte tan simple ¡Unos hechos elementales que los banqueros, por supuesto, no tienen ningún interés en divulgar!

Nos remitimos acto seguido a la obra de Jorge Verstrynge Contra quienes luchar (Barcelona, Península, 2013, pp. 67-68). El profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense cita literalmente, traducido al castellano, Circus Politicus (París, Albin Michel, 2012), de Christophe Deloire y Chistophe Dubois:

“Algunas fechas históricas, fundamentales para nuestras democracias, no figuran en los libros de historia. Así, ¿quién recuerda que, el 3 de enero de 1973, el Parlamento francés promulgó una ley que le entregaba a los bancos privados la tarea de crear lo esencial de la moneda en circulación? Por cierto, saltándose el Gobierno varios trámites tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado (…) Solo que, desde entonces, el Estado ya no puede pedir empréstitos al Banco de Francia y se ve obligado a recurrir al sector privado, a cambio de un buen tipo de interés [en beneficio de los bancos]” (Deloire y Dubois, op. cit.).

Verstrynge no cita la página de su fuente, así que, para no dejar lugar a dudas, hemos decidido cotejar la información traducida con el texto original en francés.

El fragmento completo se encuentra en las página 466-467 de la obra:

Certaines dates historiques, fondamentales pour nos démocraties, ne figurent pas dans les livres d’Histoire. Pourtant, conformément à la théorie du chaos, des événements à peine plus bruyants qu’un battement d’ailes de papillon peuven déclencher des effets majeurs des dévennies plus tard. Le 3 de janvier de 1973, una loi a ainsi été promulguée qui confiait aux banques privés la soin de créer l’essentiel de la monnaie en circulation. / Ce ne sont pas les banques privées qui créent la monnaie, peut-on s’offusquer. Mais si, malgré les apparences. Car la monnaie ets une chose fort complexe. Nous pensons aux pièces de billets, aux lingots d’or, mais l’essentiel de l’argent n’est pas palpable. La monnaie fiduciaire, que nous trouvons au fond de nos poches ou dans nos portefeuilles, est émise et mise en circulation par l’Estat, mai elle ne représente pas gran-chose. La monnaie scripturale (celle des comptes en banque) est incomparablement plus importante. Et celle-là ets essentiellement crée par le crédit. Lorsqu’une banque accorde un crédit à un particulier ou une entreprise, elle ne va pas chercher l’argent quelque part, elle crée de la monnaie par une écriture comptable. Ainsi elle augmente ce qui l’on apelle la masse monétaire, autrement dit l’argent en circulation. Ce sont les crédits qui font les dépôts, et non l’inverse.

Traducido:

Ciertas fechas históricas, fundamentales para nuestras democracias, no aparecen en los libros de historia. Sin embargo, según la teoría del caos, eventos apenas más fuertes que un aleteo de alas de mariposa pueden desencadenar efectos importantes más adelante. El 3 de enero de 1973, se promulgó una ley que confiaba a los bancos privados la tarea de crear la mayor parte de la moneda en circulación. / No son los bancos privados los que crean la moneda, podemos responder airados. Pero, sí, a pesar de las apariencias. Porque el dinero es una cosa muy compleja. Pensamos en billetes, lingotes de oro, pero la mayor parte del dinero no es tangible. El dinero fiduciario, que encontramos en el fondo de nuestros bolsillos o en nuestras billeteras, es emitido y puesto en circulación por el Estado, pero no representa mucho. El dinero de los libros (el de las cuentas bancarias) es incomparablemente más importante. Y ése es esencialmente creado por el crédito. Cuando un banco otorga crédito a un individuo o una empresa, no va a buscar dinero a otro lugar, antes bien, crea el dinero mediante una entrada contable. Por lo tanto, aumenta lo que se llama oferta de dinero, en otras palabras, el dinero en circulación. Son los créditos los que hacen los depósitos, no al revés.

Como puede observarse, la cita de Verstrynge, aunque correcta en lo esencial, no es muy exacta. Los autores añaden:

Mas la loi de janvier de 1973 va interdire à la Banque de France de prêter à l’État, obligeant ce dernier a emprunter “sur les marchés” via les banques privées. Pendenrt des décennies, inverseurs et banques rechercheront les emprunts d’État, qui permetront s’enrichir en percevant taux d’intérêt et commissions. Jusqu’à l’actuelle crise des dettes souveraines.

Traducido:

Pero la ley de enero de 1973 prohibirá que el Banco de Francia preste al Estado, obligando a este a pedir prestado “en los mercados” a través de bancos privados. Durante décadas, los inversores y los bancos buscarán bonos del gobierno, lo que permitirá enriquecerse al recibir tasas de interés y comisiones. Hasta la actual crisis de la deuda soberana.

Maurice Allais, Premio Nobel de Economía (1988), fue marginado por sus ideas contrarias a la usura bancaria y la globalización neoliberal.

La fuente citada por los autores del texto original son las actas de las sesiones de la Asamblea Nacional, es decir, del Parlamento francés. Los autores citan además otras dos obras: La Dette publique, un affaire rentable (Yves Michel, 2011), de André-Jacques Holbecq y Philippe Derudder, y La Crise mondiale d’aujourd’hui. Pour de profondes réformes financières et monétaires (Clément Juglar, 1999), de Maurice Allaisun premio Nobel de economía marginado posteriormente por los medios de comunicación como consecuencia de su postura contraria al neoliberalismo y a los criminales privilegios usurarios de la banca. Allais equipara los banqueros a los falsificadores de moneda:

“Par définition, la creation monétaire ex nihilo que practiquen les banques est samblable, je ne hésite pas à le dire pour que les gens comprenent bien ce qui est en jeu ici, à la fabrication de monnaie par des faux-monnayeurs, si justement réprimée par la loi. La seule differénce est que ceus qui en profitent sont différents” (citado por Deloire y Dubois, op. cit., pp. 469-470, fuente: Allais, M., La crise…, op. cit., p. 2).

Traducido:

“Por definición, la creación monetaria ex nihilo que practican los bancos se puede equiparar, no dudo en decirlo para que la gente entienda lo que está en juego aquí, a la producción de dinero por parte de los falsificadores, tan justamente reprimida por ley. La única diferencia es que quienes aquí se benefician de ella son otros”.

Un premio Nobel de economía acusa a los banqueros de ser meros falsificadores de moneda. No hay trampa ni cartón. Las consecuencias de la ley de 3 de enero de 1973, según Deloire y Dubois, fueron devastadoras (p. 469):

Desde entonces, ¡el Estado ya no pudo pedir prestado al Banco de Francia! Se vio forzado, para financiar sus déficits, a solicitar inversores privados. Prestándole al Estado, éstos cobraban los intereses de la deuda. Se enriquecían gracias a la deuda pública, mientras que los contribuyentes la reembolsaban y pagaban los intereses. / Desde los años 70, no hemos dejado de reembolsar, no sólo la deuda, sino también (y sobre todo) estos intereses, si hubiésemos reembolsado un préstamo a interés cero, la deuda de Francia sería muy inferior. Según un cálculo de André-Jacques Holbecq y Philippe Derudder, habría sido reducida casi a cero en 2007.

Deloire y Dubois no dudan en citar una frase muy conocida del antisemita Henry Ford, autor de El judío internacional:

Es una suerte que la gente no comprenda nuestro sistema bancario y monetario, porque si ése fuera el caso, creo que se produciría una revolución al día siguiente.

Por si fuera poco, la ley de 3 de enero de 1973, según Verstrynge, fue aprobada de manera improcedente. Aunque el orden de la cita de Verstrynge no se corresponde con el original, en la página 468 del libro de Deloire y Dubois se hace referencia a este hecho:

La —delicada— cuestión de la creación monetaria no fue planteada en primera lectura, ni en la Asamblea Nacional ni en el Senado. ¿Como se encuentra entonces en la ley? La historia es extraña. Todo se decidió en la reunión de la comisión de finanzas del Senado el 9 de diciembre de 1972. El ponente general del texto presenta una enmienda aceptada sin la más mínima discusión: “El tesoro público no puede presentar sus propios efectos al redescuento del instituto de emisión” (le Trésor public ne peut présenter ses propes effets au réescompte de l’Institut d’emisión).

Una jerga técnica, completamente críptica, cuya finalidad era “colar” la ley y que sus consecuencias pasaran completamente desapercibidas ante la opinión pública. Hemos intentado, en otros artículos, dar una orientación segura sobre la identidad de la oligarquía y su ideología, que puede caracterizarse provisionalmente como judeo-cristiana fundamentalista, sionista y ultraliberal.

Volvamos ahora, para concluir, al libro de Verstrynge (op. cit., p. 70):

“(…)Ahora bien, el problema no reside en si el poder del Estado ha disminuido” (…), sino en que el Estado ha sido privatizado (puesto al servicio del capital) e “independizado” de su pueblo.

Con el Tratado de Maastricht (o Tratado de la Unión Europea, TUE), el modelo de banco central privatizado de 3 de enero de 1973 se extenderá a toda Europa, con su cúspide en el Banco Central Europeo (BCE). En realidad, este proceso es la culminación de otro anterior, de profundas raíces históricas, que comenzó con la fundación del Banco de Inglaterra (1694), propiedad de los Rothschild, y la Reserva Federal (FED) en EEUU:

En 1910 (y tras el pánico financiero de 1907), el Congreso estadounidense organiza una reunión (secreta) de los grandes banqueros del país y occidentales (Rockefeller, J. P. Morgan, Vanderlip, P. Warburg, Rothschild) que desembocará, en 1913, en la creación de la Reserva Federal estadounidense; en realidad, un cartel mundial de los once mayores bancos privados: Barings [sic], Hambros [sic], Lazare, Erlanger, Schoder [sic], Seligman, Speyer, Maller [sic], Rothschild, Morgan, Rockefeller; en definitiva, un alto nivel de control sobre el dólar que utilizarán para financiar la I Guerra Mundial, que llevará a las crisis de 1929 y 1937 y a la II Guerra Mundial como intento de solución de las Grandes Depresiones, guerra que se llevará a cabo a crédito (Verstrynge, J., op. cit., pp. 63-64).*

El Estado, por tanto, sigue y seguirá existiendo e incluso, en la siguiente fase de desarrollo de la oligarquía financiera, aumentará sus poderes hasta extremos totalitarios, un hecho que ya comienza a observarse en la transición de la retórica ultraliberal a la retórica “nacionalista” y “proteccionista” de los neocon (neoconservadores) como Donald J. Trump.

 Georges Pompidou, promotor de la ley de 3 de enero de 1973, con Guy de Rothschild y el rabino Jacob Kaplan.

Pero, en cualquier caso, no será un verdadero Estado nacional, antes bien, acentuará sus rasgos sionistas y anti-nacionales objetivos a pesar de las apelaciones al “patriotismo” características de personajes histriónicos como el actual presidente de EEUU o Boris Johnson, Jair Bolsonaro y Santiago Abascal, entre otras fotocopias de Benjamin Netanyahu. La oligarquía judeo-cristiana ha comprado los Estados gentiles con la finalidad de exterminar a una parte de sus habitantes y esclavizar al resto. Y esto es exactamente lo que, en tiempo real, está sucediendo ante nuestros ojos.

Figueres, la Marca Hispànica, 4 de julio de 2020.

*La lista contiene algunos errores: no es Maller*, sino Mallet, ni Schoder*, sino Schröder, Baring y no Barings*, Hambro y no Hambros*.

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