ÉLITE GLOBALISTA: ¿DE DERECHAS O DE IZQUIERDAS?
EL NOVÍSIMO FRAUDE IDEOLÓGICO Y POLÍTICO DE LA OLIGARQUÍA FINANCIERA. La élite globalista estaría formada, según explican cientos de blogueros y youtubers, por presuntos multimillonarios progres que, por si fuera poco, podrían asimilarse al «comunismo ateo» e incluso al satanismo. Pero, ¿pueden ser progres el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Comisión Trilateral, el Club Bilderberg, Goldman Sachs, los Rothschild…? El término «élite globalista» resulta ya engañoso y nosotros preferimos hablar de oligarquía financiera (mucho más clarificador sobre naturaleza capitalista de la cosa), pero, sea como fuere y en el contexto del presente artículo, los dos vocablos se utilizarán como sinónimos. Es un escándalo intelectual plantear esta cuestión cuando estamos hablando de una minoría del 0,1% de la población que acapara el 50% de la riqueza mundial. La duda sobre las inclinaciones ideológicas de tamaña plutocracia parece absurda. Nadie en su sano juicio negaría que, por ejemplo, el judío Henry Kissinger encarna los rasgos humanos e ideológicos de la élite globalista. ¿Puede Henry Kissinger, tutor de Augusto Pinochet en Chile, ser empero considerado «de izquierdas» en algún sentido de la palabra? Una mafia racista de usureros que ha obtenido su inmenso capital en el casino de la especulación y promovido a escala planetaria el neoliberalismo del judío Milton Friedman, ¿podría ser otra cosa que derechista? ¿Pinochet era neoliberal o comunista? El simple hecho de vernos obligados precisar este punto pone en evidencia el grado de idiotización al que la oligarquía somete no sólo los medios de comunicación de los que es propietaria, sino innumerables lugares de internet que se presentan a sí mismos como rebeldes y transgresivos —políticamente incorrectos— pero a la postre resultan ser sólo meras antenas repetidoras de las consignas oligárquicas.
El doctor Quincy Wright, profesor de Derecho Internacional en la Universidad de Chicago, hizo la más clara y temprana declaración sobre el Nuevo Orden Mundial cuando en 1941 describió el Nuevo Orden Mundial como lo contrario del Nuevo Orden de Hitler. Wright dejó claro que la soberanía nacional y la independencia de las naciones individuales estarían limitadas por un Gobierno Mundial.
(Daniel Estulin)
Santiago Abascal —inspirándose en políticos ultraderechistas como Donald J. Trump, Jair Bolsonaro o Boris Johnson— habla de multimillonarios progres e ilustra la etiqueta con personajes como el especulador judío Georg Soros. La ultraderecha dice defender al «pueblo» contra las «élites», que serían, así, de izquierdas. Ahora bien, éste es sólo el primer nivel de un discurso demagógico que, desde la Revolución Francesa, se alimenta de raíces narrativas más profundas (y delirantes): 1/ la Modernidad toda sería el producto de una conspiración masónica orquestada contra la Iglesia católica por los filósofos ilustrados franceses del siglo XVIII; 2/ la entera masonería resultaría ser materialista, racionalista, atea y anticristiana; 3/ los masones obedecerían, en última instancia, a una orden satánica, a saber, los Illuminati, que celebraría sacrificios humanos y cuyo objeto último sería promover el pecado entre los hombres, propagar el mal en el mundo y, en definitiva, hacer imposible la segunda venida de Cristo. Etcétera.
Esta patética historieta de campanario, cuyos antecedentes más remotos se encuentran en las respectivas obras de Augustin Barruel Mémoires pour servir à l’histoire du jacobinisme (Memorias para servir a la historia del jacobinismo, 1798-1799) y John Robinson, se acostumbra a asimilar a las denominadas teorías de la conspiración y tenía hasta la fecha la utilidad de dejar en ridículo de antemano cualquier planteamiento crítico anti-oligárquico como cosa de excéntricos y perturbados mentales, de manera que la verdadera «conspiración», de matriz judeo-cristiana fundamentalista, pudiera continuar desplegándose con total impunidad. En sus versiones más antiguas, dicha interpretación teológica de los hechos históricos se asociaba a ideologías antisemitas cristianas, según las cuales los judíos serían demonios (por ejemplo en los famosos Protocolos de los Sabios de Sión), rasgo que se ha esfumado como por arte de magia en las elaboraciones ultraderechistas y sionistas más recientes del barruelismo standard. Cuando Santiago Abascal perora sobre las famosas e inexistentes élites «progres», es una variante sionista del barruelismo católico lo que se expresa por su boca. Como títere de la secta ultracatólica El Yunque, el líder de Vox es perfectamente consciente de la procedencia de sus «ideas» y, por este motivo, cabe afirmar que miente a sabiendas.
Dicho esto, conviene añadir que dedicaremos un artículo completo a la fantástica conspiración de los illuminati, conformándonos aquí por el momento, sobre este tema, con la anterior digresión.
EL SIGNIFICADO REFERENCIAL Y RELATIVO DE «DERECHAS» E «IZQUIERDAS»
Una segunda puntualización semántica es la concerniente a los términos «derechas» e «izquierdas». ¿Son conceptos adecuados para analizar la idiosincrasia ideológica de la oligarquía financiera? Desde luego, afirmar que la élite globalista es de derechas no nos permite profundizar mucho en la estructura de la cosa, pero, en todo caso, antes de hilar más fino respecto a esa materia conviene descartar las pistas falsas que la propia oligarquía ha dejado en el camino a fin de transformar toda crítica anti-oligárquica en más agua para su molino. Así las cosas, si pretender que la élite globalista es de izquierdas o progresista significa como poco lo que parece significar, a saber, que se puede combatir una oligarquía financiera mundial desde posiciones políticas e ideológicas de derechas, entonces sí tiene bastante sentido refutar de antemano esta pretensión, la cual constituye un gigantesco fraude conceptual, político y moral al servicio de los oligarcas.
Por otro lado, «derechas» e «izquierdas» no son vocablos con un contenido ideológico determinado, sino a lo sumo indicaciones políticas orientativas sobre grupos o familias de ideologías. Al igual que el «norte» y el «sur» en la brújula, se trata de puntos de referencia relativos. Si estamos en Italia, el norte es Alemania, pero en Alemania el norte pasan a ser los países escandinavos. Y Oslo es una ciudad nórdica, pero también meridional, puesto que se encuentra al sur de Narvik. Con la derecha y la izquierda políticas sucede algo parecido. No hay una ideología sustancial de derechas y una ideología sustancial de izquierdas, sino ideologías situadas más a la derecha o a la izquierda que otras en función de un concepto ideal y normativo de «progreso histórico».
En las sociedades del Ancien Régime anteriores a la Revolución Francesa, la burguesía capitalista y sus opciones políticas e ideológicas ostentaban un carácter progresista y de izquierdas frente a las opciones políticas e ideológicas reaccionarias del trono y el altar. Una vez instalada en el poder y liquidada la sociedad feudal por la sociedad industrial moderna, el espacio político e ideológico derechista fue ocupado, sin embargo, por la denominada derecha liberal. En efecto, por esas fechas habían surgido ya opciones ideológicas más «progresistas» —vale decir, situadas «a la izquierda» del liberalismo—, como el socialismo, el anarquismo, el comunismo, la socialdemocracia, etcétera. La derecha reaccionaria de ayer y la derecha liberal de hoy se funden en el denominado espacio político-ideológico liberal-conservador, porque, extinto el Ancien Régime de forma irreversible, la derecha reaccionaria carece de fundamento económico y sociológico propio; sólo puede legar algunos de sus símbolos y legitimidades aristocráticas o religiosas a los nuevos ricos, la burguesía industrial. Porque la Revolución Francesa fue en última instancia una revolución burguesa, liberal, no una revolución comunista perpetrada por «ateos». Quienes llegaron al poder en 1789 eran, pese a toda la poesía revolucionaria, los capitalistas de hoy. Y si respecto a los señores feudales tales capitalistas eran a la sazón «de izquierdas», frente al proletariado y las ideologías socialistas o comunistas del siglo XIX y parte del XX —hasta 1989—, no cabía en cambio la menor duda, entonces, de que los liberales, burgueses y capitalistas debían ser considerados derechistas.
Esta ambigüedad del liberalismo capitalista —derechista en relación con el comunismo, izquierdista en relación con el feudalismo— se ha acentuado tras el fracaso de los sistemas comunistas de procedencia bolchevique o leninista. El liberalismo se ha apropiado del vocabulario de la izquierda social: progreso, libertad, justicia social y modernidad —conceptos reivindicados por las izquierdas anticapitalistas— pasan a convertirse a finales del siglo XX en valores presuntamente liberales. El comunismo es calificado de cosa reaccionaria y asimilado al fascismo e incluso al islamismo. Con ello, singularmente a partir del derrumbamiento del muro de Berlín, los recortes sociales, la inestabilidad («movilidad») laboral perpetua, el imperio más absoluto de la especulación, la dictadura de la banca, las deslocalizaciones con salarios a la baja, etcétera, representan el meollo de la denominada economía moderna. El socialismo sería una idea «pasada de moda», léase: superada por el «progreso» capitalista, el único «real» tras la muerte de las utopías. Ese «progreso», sin embargo, implica la hegemonía social del mercado frente al resto de las instituciones y, por ende, la mercantilización absoluta de las relaciones sociales. La esclavitud laboral, paradójicamente, pasaría a ser ahora supuestamente «progresista» y el sindicalismo, una institución obsoleta. Pero, además, conviene subrayar que el liberalismo promueve fenómenos políticos y sociales, no sólo económicos. Para los neoliberales, empezando por Margaret Thatcher, las sociedades no existen, son ficciones: en realidad sólo «existen» los «individuos». Mientras que, desde el punto de vista económico, el mercado se impone al estado y lo reduce al mínimo, desde el punto de vista social el liberalismo emprende la extirpación de las naciones, que son sustituidas por el mercado único mundial poblado de grandes corporaciones económicas formalmente apátridas.
Que el individuo, sus deseos y sus derechos se convierten en valores supremos y finiquitan toda forma de colectividad comunitaria orgánica tiene consecuencias que se pretenden así asociar a la «izquierda», cuando son el resultado del individualismo neoliberal, es decir, de las políticas de derechas. El neoliberalismo, en efecto, intenta fracturar las naciones generando o agravando conflictos internos que atomicen las comunidades nacionales y las conviertan en meras sumas de individuos, es decir, en aquéllo que los sociólogos denominan la masa (amorfa). A tales efectos, el neoliberalismo moviliza, por ejemplo, la inmigración. Con ésta no sólo se busca abaratar el «valor de mercado» de la mano de obra autóctona engrosando adrede una bolsa permanente de parados, sino que también quiérese una finalidad política y social: dividir a los trabajadores mediante un multiculturalismo donde ya no se pueda hablar de la vieja clase obrera nacional organizada, sino de autóctonos y extranjeros o, en su caso, de moros y cristianos. Otro tanto cabe afirmar de las identidades de género: las mujeres contra los varones; los homosexuales contra los heterosexuales, los transgénero contra las feministas… Y lo mismo de la promoción de micro-nacionalismos divisivos, los independentismos: catalanes (o vascos) contra españoles, valencianos blaveros contra catalanes…. Etcétera. El neoliberalismo se ha propuesto liquidar las naciones-Estado y cada identidad individual o grupal subnacional constituye una fisura donde introducir su perversa palanca para agrandar la fragmentación y reducir el planeta a un inmenso mercado poblado por individuos aislados e impotentes, aptos sólo para ser explotados sin resistencia en beneficio de la oligarquía financiera.
Todos estos fenómenos son, por tanto, insistamos en el único punto que nos interesa precisar aquí, propios de la derecha liberal. La única derecha real en la práctica, a pesar de los ultras, porque la derecha reaccionaria puede distinguirse por sus ideas e incluso por unas siglas políticas, pero carece de base social desde que el tipo de sociedad a cuyos intereses respondía, la feudal, desapareció mucho tiempo ha. Por este motivo, cuando la derecha reaccionaria y la extrema derecha se presentan como opciones anti-burguesas o anti-liberales, sólo buscan engañar. En su programa político no van a incluir a buen seguro el retorno a la sociedad feudal, de manera que la única derecha a la que sirven, les guste o no, sean o no conscientes de ello, es la derecha capitalista, liberal y, en la actualidad, oligárquico-financiera neoliberal. La misma que llena el país de inmigrantes islámicos y promueve el movimiento LGTB.
EL GLOBALISMO DE LA ÉLITE GLOBALISTA
Ya estamos en condiciones de comenzar a responder a la retorcida pregunta sobre si la élite globalista es de izquierdas o de derechas. El punto de partida será el concepto mismo de globalismo. La globalización constituye un fenómeno ligado al neoliberalismo capitalista que surgiera en los años 70-80 del siglo pasado. Si aceptamos la evidencia innegable de que el neoliberalismo es un fenómeno que, ante todo, ataca las condiciones laborales, sociales y políticas de los trabajadores, la élite globalista sólo puede ser «de derechas». Q.E.D. (quod erat demonstrandum): que era lo que se quería demostrar.
Las políticas de inmigración —asociadas erróneamente a la izquierda— son inseparables de la globalización porque se fundamentan en el precepto neoliberal de la libre circulación de la mano de obra. Los efectos sociales de los movimientos migratorios masivos y descontrolados que interesan al neoliberalismo son dos: 1/ presionar a la baja los salarios de los trabajadores y obreros autóctonos no cualificados, 2/ promover una sociedad multicultural como primer paso para lograr la fractura interna de la comunidad nacional.
Y «esto» es un proyecto «de derechas» al servicio del gran capital mundialista aunque se vista de discursos humanitarios y presuntamente izquierdistas. Cuando el judío Georg Soros financia ONGs o partidos presuntamente de izquierdas para favorecer la llegada de inmigrantes a Europa, estamos ante una política derechista y esas «izquierdas» son falsas izquierdas, derechas disfrazadas. Sépanlo o no, acéptenlo ya de una vez o no los patriotas, Georg Soros es un liberal anti-comunista, no un progre. El propio Soros reconoce, y es un hecho de dominio público, que su maestro y filósofo de referencia es el también judío Karl Popper, autor de la obra The Open Society and its Enemies (La sociedad abierta y sus enemigos, 1945), clásico de la crítica liberal anti-marxista. Tanta es la influencia del ultraliberal Popper en Soros que las siglas de sus famosas fundaciones humanitarias —Open Society— reproducen el nombre del libro citado. No son progres tampoco, por tanto, sino liberales y consecuentemente derechistas, las vinculaciones de Soros con los movimientos LGTB, una parte esencial de la agenda liberal oligárquica cuyo objeto es la división de la comunidad nacional, el enfrentamiento de género hombre-mujer, la absorción de la mujer blanca estéril en el mercado de trabajo, dicho brevemente: la destrucción de instituciones familiares que son la base del crecimiento demográfico de las naciones occidentales. Tampoco es progre el independentismo catalán (liderado por un político de derechas: el neocon sionista convergente y católico Carles Puigdemont). Nada más lejos de la intención de Soros que promover el nacionalismo: pero tanto en Ucrania como en Cataluña o dondequiera que le convenga, Soros financiará los micro-nacionalismos como un mal menor frente a las naciones, es decir, como herramientas útiles para fragmentar las grandes comunidades nacionales de Occidente.
La élite globalista es ante todo una oligarquía financiera y ni siquiera cabe preguntarse —aunque quizá algunos ultras sí deban hacerlo— si instituciones y corporaciones como el Fondo Monetario Internacional, la Comisión Trilateral, el Club Bilderberg o Goldman Sachs son «de derechas» o «de izquierdas». ¿Alguien puede sostener que el Fondo Monetario Internacional (FMI) es un organismo comunista ateo? Veamos qué caracteriza, según la Wikipedia (poco sospechosa de complicidad con el comunismo), las principales críticas que se le hacen al FMI:
Las principales críticas se centran en el papel dominante que tienen los países desarrollados dentro del organismo, lo que causa que el FMI oriente sus políticas globales al fomento de un capitalismo que suele denominarse neoliberal, a causa de haber impuesto a los países en vías de desarrollo —y más recientemente a algunos países europeos— sus programas económicos basados en el Consenso de Washington que consisten en la reducción del déficit y del gasto público y consecuentemente de servicios y prestaciones sociales, con fundamento en las políticas y teorías monetaristas y en el principio de libre mercado, que deben llevarse a cabo como condiciones de los préstamos realizados y que según sus críticos ha provocado un aumento de la brecha entre ricos y pobres y un empeoramiento de los servicios públicos, como la sanidad. También está acusada por haber apoyado y financiado a las dictaduras militares en Latinoamérica y África, y se le han criticado puntualmente sus políticas sobre medio ambiente y alimentación. Sus políticas (especialmente, los condicionamientos que impone a los países en vías de desarrollo para el pago de su deuda o en otorgar nuevos préstamos) han sido severamente cuestionadas como causantes de regresiones en la distribución del ingreso y perjuicios a las políticas sociales. Algunas de las críticas más intensas han partido de Joseph Stiglitz, economista jefe del Banco Mundial de 1997 a 2000 y Premio Nobel de Economía 2001.
¡Qué progre y social-comunista antójase la élite globalista, señor Abascal! Y añade la Wikipedia:
Algunas de las políticas criticadas son: saneamiento del presupuesto público a expensas del gasto social. El FMI apunta que el Estado no debe otorgar subsidios o asumir gastos de grupos que pueden pagar por sus prestaciones, aunque en la práctica esto resulte en la disminución de los servicios sociales a los sectores que no están en condiciones de pagarlos. Generación de superávit primario suficiente para cubrir los compromisos de deuda externa. Eliminación de subsidios, tanto en la actividad productiva como en los servicios sociales, junto con la reducción de los aranceles. Reestructuración del sistema impositivo. Con el fin de incrementar la recaudación fiscal, ha impulsado generalmente la implantación de impuestos regresivos de fácil percepción (como el Impuesto al Valor Agregado). El concepto de servicios, en la interpretación del FMI, se extiende hasta incluir áreas que tradicionalmente se interpretan como estructuras de aseguramiento de derechos fundamentales, como la educación, la salud o la previsión social. Políticas de flexibilidad laboral, entendido como la liberalización del mercado de trabajo. Estos puntos fueron centrales en las negociaciones del FMI en Latinoamérica como condicionantes al acceso de los países de la región al crédito, en los años ochenta. Se argumenta que provocaron una desaceleración de la industrialización, o desindustrialización en la mayoría de los casos. Las recesiones en varios países latinoamericanos a fines de los años noventa y crisis financieras como la de Argentina a finales de 2001, son presentadas como ejemplos del fracaso de las «recetas» del Fondo Monetario Internacional, por cuanto esos países determinaron su política económica sobre la base de recomendaciones del organismo.
Todo esto no suena demasiado izquierdista y, mucho menos, comunista. Tampoco «ateo» porque, según Karl Marx:
El dinero es el celoso Dios de Israel, ante el que no puede legítimamente prevalecer ningún otro Dios.
La verdad del cristianismo es el judaísmo:
El cristianismo ha brotado del judaísmo. Y ha vuelto a disolverse en él. El cristiano fue desde el primer momento el judío teorizante; el judío es, por tanto, el cristiano práctico, y el cristiano práctico se ha vuelto de nuevo judío.
Un ejemplo paradigmático de este fenómeno: el «nacionalista catalán» (¿?) Jordi Pujol i Soley, capo, con su esposa Marta Ferrusola —alias la Madre Superiora—, de la camorra regional del Clan del Pinyol. ¿Comunista ateo Jordi Pujol? La cuestión de la estrecha relación entre capitalismo liberal, cristianismo y judaísmo queda para otro artículo.
A continuación podemos preguntarnos si la Comisión Trilateral, otro de los pilares de la élite globalista, es comunista y de izquierdas o más bien capitalista y de derechas. Veamos qué nos dice al respecto la Wikipedia:
La Comisión Trilateral es una organización internacional privada fundada en 1973. Fue fundada por iniciativa de David Rockefeller, exmiembro ejecutivo del Council on Foreign Relations y del Grupo Bilderberg y aglutina a personalidades destacadas de la economía y los negocios de las tres zonas principales de la economía capitalista: Norteamérica, Europa y Asia-Pacífico. Precisamente la inclusión de miembros de Japón es la principal diferencia con el Grupo Bilderberg. En la reunión del Grupo Bilderberg en 1972, David Rockefeller propuso la creación de la «Comisión Internacional para la Paz y la Prosperidad» (International Commission of Peace and Prosperity), conocida comúnmente como «Comisión Trilateral». La iniciativa tuvo muy buena acogida en la reunión. La primera reunión de miembros ejecutivos tuvo lugar en Tokio, Japón en octubre de 1973. La Comisión Trilateral está vinculada con (o incluso forma parte de) el Grupo Bilderberg y el Council on Foreign Relations. Funcionamiento. La Comisión Trilateral se congrega periódicamente manteniendo en sus encuentros reuniones en las que se unen proporcionalmente miembros de las tres áreas geográficas, combinando políticos, empresarios y personalidades académicas. La importancia de sus miembros le genera numerosas críticas, que alimentan teorías de conspiración relacionadas con el supuesto «Nuevo Orden Mundial». Miembros. La comisión es presidida por el expresidente del Banco Central Europeo Jean-Claude Trichet —por Europa—, el geopolitólogo Joseph Nye —por Norteamérica—, y el directivo farmacéutico Yasuchika Hasegawa —por la región Asia-Pacífico—. Entre las personalidades que han formado parte destacan los expresidentes de Estados Unidos Bush padre, Jimmy Carter y Bill Clinton y el exsecretario de estado de Estados Unidos Henry A. Kissinger.
Como puede observarse, todos los promotores de este organismo vinculado al Club Bilderberg son «peligrosos izquierdistas» sospechosos de comunismo ateo. Las élites de multimillonarios progres personificadas al decir del líder «patriota» Santiago Abascal ostentan un cariz —harto familiar— de puercos capitalistas. Para convencernos de que, a pesar de las apariencias, estamos ante un «nido de infecto rojerío ateo» que practica «sacrificios satánicos» (albañal dixit), sólo tenemos que consultar la lista de participantes españoles en los congresos de esta logia:
El abogado español Antonio Garrigues Walker también es miembro de la Trilateral, así como Juan Villalonga. Han sido también españoles de la Trilateral en el pasado, personalidades como Carlos Ferrer Salat, José Luis Cerón Ayuso, Emilio Ybarra, Claudio Boada Vilallonga, José Antonio Segurado, Jaime Carvajal Urquijo y Jesús Aguirre y Ortiz de Zárate (Duque consorte de Alba). En septiembre de 2013 eran miembros de la organización los españoles Ana Botín (consejera delegada de la filial británica del Grupo Santander y miembro del consejo de administración de Coca-Cola), Jaime Castellanos (empresario del sector de medios de comunicación), Alfonso Cortina (expresidente de Repsol), Pedro Miguel Echenique (físico teórico, antiguo miembro del consejo rector del Consejo Superior de Investigaciones Científicas) de 2001 a 2007) y exvicepresidente de Innobasque de 2008 a 2012), Óscar Fanjul (expresidente de Repsol), Esther Giménez-Salinas (ex rectora de la Universitat Ramon Llull y consejera del Grupo Santander), Abel Matutes (exministro de Asuntos Exteriores de España, presidente del Grupo Matutes y propietario de Fiesta Hotel Group) e Ignacio Polanco (presidente del grupo PRISA).4 Otros miembros recientes han sido Javier Solana (ex Alto Representante de Política Exterior de la UE), Borja Prado (presidente de Endesa) y Fernando Rodés (consejero delegado del grupo de comunicación Havas).
¡¡¡El comunismo (¿?) de Ana Botín sería de sobras conocido!!! La heredera del Banco de Santander, en efecto, resulta ser una conocida progre —y encima feminista— al igual que el presidente de la patronal Carlos Ferrer Salat y los gestores de Endesa, PRISA, Telefónica, Repsol…
EL GRUPO BILDERBERG COMO EPICENTRO DE LA IMAGINARIA CONSPIRACIÓN PROGRE
Quien defienda la igualdad racial pasa, en el discurso de la ultraderecha sionista actual, a ser un progre. En realidad, el principio de igualdad racial entre los pueblos gentiles —es decir, sólo entre los no-judíos— es fundamental para promover la inmigración, el multiculturalismo y el mestizaje dentro de las comunidades nacionales blancas. Mas nada tiene de progre a pesar, una vez más, de las superficiales apariencias decorativas, este imperativo «izquierdista» (¿?). En efecto, tras el proyecto de liquidación de las naciones no se esconden satánicos comunistas ateos, sino precisamente los ideólogos liberales en tanto que instrumentos del sionismo y del nacionalismo teológico-bíblico judío. Sus aliados naturales son los puritanos evangélicos anglosajones («arios»). Verifíquese el dato y acto seguido cabrá comprender que quienes critican el antirracismo supuestamente progre, estos salvapatrias de pacotilla, son adoradores de Israel que manipulan a los trabajadores nacionales para ganar tiempo y dar una nueva vuelta de tuerca al criminal designio oligárquico de destrucción de las naciones todas (excepto una), ya muy próximo a su consumación.
La documentación básica sobre la Comisión Trilateral vinculaba este foro de Rockefeller al Grupo Bilderberg. No se trata, por tanto, de ningún secreto conspirativo, porque aparece publicado incluso en la Wikipedia:
En la reunión del Grupo Bilderberg en 1972, David Rockefeller propuso la creación de la «Comisión Internacional para la Paz y la Prosperidad» (International Commission of Peace and Prosperity), conocida comúnmente como «Comisión Trilateral». La iniciativa tuvo muy buena acogida en la reunión. La primera reunión de miembros ejecutivos tuvo lugar en Tokio, Japón en octubre de 1973. La Comisión Trilateral está vinculada con (o incluso forma parte de) el Grupo Bilderberg y el Council on Foreign Relations.
El tipo de personajes —«capitalistas liberales»— que pululan por el Grupo Bilderberg es, en consecuencia, el mismo que ya hemos visto en el caso de la Comisión Trilateral. Será difícil encontrar comunistas en Bilderberg porque resulta que, precisamente, esta camorra de la OTAN se fundó para fomentar la solidaridad inter-atlántica (estadounidense y europea) ante la «amenaza roja» (la Trilateral incluía también al Japón; Bilderberg, no):
El 29 de mayo de 1954 tuvo lugar la primera reunión, propuesta por el exiliado consejero político polaco Józef Retinger. Este, preocupado por el antiamericanismo que estaba causando el Plan Marshall en Europa, decidió reunir a los líderes europeos y norteamericanos para promover el entendimiento entre ellos. Entre los invitados estuvieron el príncipe neerlandés Bernardo, que decidió promover la idea, David Rockefeller, quien financió la reunión, y el primer ministro belga Paul van Zeeland. La idea era que los invitados fueran dos de cada país, uno conservador y el otro progresista. El éxito del encuentro animó a los organizadores a preparar una conferencia anual. Se creó un comité de dirección y Retinger fue designado su secretario permanente. Al igual que organizaba la conferencia, el comité de dirección también mantenía un registro de los nombres de los asistentes y detalles de contacto, con el objetivo de crear una red informal de individuos que se podrían invitar unos a otros en privado. El propósito declarado del Grupo Bilderberg era «hacer un nudo alrededor de una línea política común entre Estados Unidos y Europa en oposición a Rusia y al comunismo». El economista holandés Ernst van der Beugel sustituyó a Retinger en el puesto en 1960, tras la muerte de este. El príncipe Bernardo fue presidente de la reunión hasta su muerte, en 2004.
Parece bastante difícil de detectar la supuesta élite de multimillonarios progres, ateos y cripto-comunistas que domina el mundo. Los rabinos, antes bien, acostumbran a ser personajes que creen en Dios —el mismo dios que los cristianos y los musulmanes— oriundo del relato bíblico. Para los oligarcas, sus enemigos serían más bien ateos y satánicos, pero también utilizan el término helenismo para referirse a la cultura grecorromana, europea, aria, como «el mal absoluto». Esa cultura que institucionalizó la racionalidad, la filosofía, la ciencia y la democracia… A los ojos del judaísmo ultraortodoxo, núcleo ideológico de la oligarquía, dicha herencia cultural —la nuestra auténtica, única— es literalmente diabólica. Cuando los presuntos «patriotas» ultras identifican la oligarquía con el racionalismo, el materialismo, la ciencia, la democracia, el satanismo, etc., identificándose a sí mismos de forma automática con el Dios cristiano, mimetizan el discurso de los rabinos, es decir, de la oligarquía. Así, mediante una jugada maestra de los eternos manipuladores de la historia, léase: de la oligarquía, las fuerzas de la presunta resistencia anti-oligárquica y patriótica se convierten, sin saberlo, en correligionarias de las famosas élites globalistas. Es completamente cierto que, en la última etapa de su proyecto profético de dominación planetaria, la oligarquía judía construirá un sistema totalitario de «planificación central», ¡¡¡pero no será comunista, sino sionista!!! Hurgar en supuestas amenazas rojas y ateas o satánicas de las élites globalistas despista completamente a los luchadores de la resistencia anti-oligárquica, porque los ideólogos orgánicos de la oligarquía son hoy pastores ultra-nacionalistas judíos de la secta Chabad Lubavitch y no revolucionarios izquierdistas.
Les recomiendo, ahora, que lean —quizá con otros ojos, más críticos– las citas de la Wikipedia sobre las distintas teorías de la conspiración relacionadas con el Club Bilderberg:
Teorías de conspiración. «El mayor atractivo de estas reuniones es que sus participantes tienen la oportunidad de debatir abiertamente entre ellos y saber qué opinan las personas más poderosas del mundo» (Étienne Davignon, presidente del Club Bilderberg). El grupo es acusado de conspirar para imponer un gobierno mundial, un dominio capitalista y/o una economía planificada. «Se trata de una lista exclusiva de figuras de influencia global que ha captado el interés de una red internacional de conspiracionistas, quienes durante décadas han visto al grupo Bilderberg como un esquema globalista-corporativo y están convencidos de que una élite poderosa está moviendo al planeta hacia un nuevo orden mundial oligárquico» (Kenneth P. Vogel, periodista). Miles de videos sobre el grupo Bilderberg pueden verse en YouTube y entre los defensores de esta teoría de conspiración están la ultraderechista Sociedad John Birch, la activista política Phyllis Schlafly, el escritor Jim Tucker, el activista Lyndon LaRouche, el locutor de radio Alex Jones, el político Jesse Ventura, quien hizo del grupo Bilderberg un episodio en su serie televisiva Conspiracy Theory with Jesse Ventura, o el escritor ruso-canadiense Daniel Estulin. «Decir que estamos luchando por un gobierno mundial es exagerado, pero no completamente desacertado. Nosotros pensamos que no podemos seguir luchando para siempre unos contra otros para nada y matando a gente o dejándola sin hogar. Por ello, creemos que una comunidad única a lo largo del mundo sería algo positivo» (Denis Healey, miembro fundador del Grupo Bilderberg). En el reportaje La derecha corteja a la izquierda (1994), el periodista argumenta que las teorías conspirativas del populismo de derechas se remontan a 1964: en el libro A choice, not an echo, Phyllis Schlafly argumenta que el Partido Republicano fue secretamente controlado por intelectuales de la élite, dominados por miembros del grupo Bilderberg, cuyas políticas internacionalistas pavimentaron el camino hacia el comunismo mundial. «Es inevitable y no importa. Siempre habrá personas que crean en conspiraciones, pero las cosas suceden de una manera mucho más incoherente. Cuando la gente dice que este grupo es un gobierno secreto mundial, yo digo que si lo fuéramos, deberíamos estar avergonzados de nosotros mismos» (Etiénne Davignon, presidente del Club Bilderberg). El investigador y profesor en Psicología y Sociología G. William Domhoff cree que el rol de los foros de relaciones internacionales y los clubes sociales, como el club Bilderberg, no es nada más que un medio para discutir ideas, conseguir consenso y crear cohesión social dentro de la élite. Opina que el rumor de la teoría conspirativa puede ser perjudicial y que puede evitar la asistencia de ciertas personas a ellos. Para él, son más o menos la misma gente que pertenece a otros clubes, pero colocados en roles más importantes como el de capitalista o líder político, visibles y fáciles de combatir. «Siniestras camarillas y los lobistas de Bilderberg manipulan al público para instalar un gobierno mundial que no conoce fronteras y que no rinde cuentas ante nadie, salvo a sí mismo» (Fidel Castro, expresidente de Cuba). El escritor James McConnachie comenta que los teóricos de la conspiración tienen un punto a su favor, pero fallan en comunicarlo efectivamente. Para él, el grupo Bilderberg actúa en una forma consistente con una conspiración global, pero lo hace sin un grado de atrocidad, algo que no entienden los teóricos de la conspiración. Según McConnachie, los conspiracionistas ven al Club Bilderberg como el mal absoluto. «Ocasionalmente tienes que darle crédito a los teóricos de la conspiración, los cuales plantean cuestiones que los medios principales han ignorado. Es reciente que los medios han cubierto al Club Bilderberg, pero ¿escribirían los medios si no estuvieran estas acusaciones?» (James McConnachie, escritor). «Su objetivo final es el control de absolutamente todo el mundo, en todos los sentidos de la palabra. Actúan como si fueran Dios en la Tierra» (Daniel Estulin).
Para terminar, añadiremos un fragmento de la obra de Daniel Estulin con el que el propio Estulin no ha sido coherente porque, en ese caso, seguramente no hubiera podido convertirse en un escritorzuelo barato pero de relativo éxito:
El doctor Quincy Wright, profesor de Derecho Internacional en la Universidad de Chicago, hizo la más clara y temprana declaración sobre el Nuevo Orden Mundial cuando en 1941 describió el Nuevo Orden Mundial como lo contrario del Nuevo Orden de Hitler. Wright dejó claro que la soberanía nacional y la independencia de las naciones individuales estarían limitadas por un Gobierno Mundial.
Este pasaje puede encontrarse en la página 117 de La verdadera historia del Club Bilderberg, Barcelona, Planeta, 2010. Toda la obra de Estulin posterior a la redacción del fragmento citado es un intento sistemático de borrar las pistas de tal línea interpretativa, intentando hacernos creer que la oligarquía es «nazi». Un delirio o desvergüenza intelectual —del que ya hemos hablado en CARRER LA MARCA— cuya función es la misma que el delirio ultraderechista de los fantásticos multimillonarios progres: difuminar la evidencia aplastante de que la oligarquía financiera responde a consignas y directrices ideológicas capitalistas, neoliberales, sionistas y judeo-cristianas. En las antípodas, consecuentemente, del nacional-socialismo. La élite globalista es, por tanto, «de derechas» y antifascista. Hete aquí la verdad que los fachas —pero también los progres— no pueden asimilar.
Figueres, la Marca Hispànica, 16 de junio de 2020.
https://carrer-la-marca.eu/elite-globalista-de-derechas-o-de-izquierdas/https://carrer-la-marca.eu/wp-content/uploads/2020/06/netanyahu-chabad.jpghttps://carrer-la-marca.eu/wp-content/uploads/2020/06/netanyahu-chabad-150x150.jpgCulturaDestacatsUncategorizedcrímenes del liberalismo,destacats,extrema derecha,imperialismo,judaísmo,neocolonialismo,neoliberalismo,oligarquía,sionismo,voxEL NOVÍSIMO FRAUDE IDEOLÓGICO Y POLÍTICO DE LA OLIGARQUÍA FINANCIERA. La élite globalista estaría formada, según explican cientos de blogueros y youtubers, por presuntos multimillonarios progres que, por si fuera poco, podrían asimilarse al 'comunismo ateo' e incluso al satanismo. Pero, ¿pueden ser progres el Fondo Monetario Internacional (FMI),...EDITOREDITOR intra@intra-e.comEditorCARRER LA MARCA
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