INEPCIA O COMPLICIDAD DE LA CRÍTICA PROGRESISTA. Cualquier forma de despistar sobre la naturaleza sionista de la oligarquía es buena. Y no sólo en la derecha, sino también en la izquierda, aterrada ante la idea de tener que darle la razón en algo a Adolf Hitler. En el siguiente artículo de análisis, que reproducimos en su integridad, Donald J. Trump no es reconocido como un miembro de la oligarquía financiera occidental, sino como su adversario interno en los EEUU. Sin embargo, Trump no supone un cambio substancial en la línea neoconservadora sionista que rige los destinos de los EEUU como poco desde el 11-S. El neoconservadurismo, conceptualizado por el filósofo judío Leo Strauss, se resume en el «golpe de Estado» que debe posibilitar el tránsito de la democracia liberal al dominio oligárquico post-liberal puro y simple. Con cada vez menos apariencias o escenarios simbólicos presuntamente democráticos. La propia oligarquía, después del desgaste sufrido por los neocon sionistas de la era Bush a consecuencia de la guerra de Irak, tenía que presentar a su candidato neocon como una alternativa a quienes perpetraron aquellas atrocidades contra el interés nacional de los EEUU y en beneficio exclusivo del Estado de Israel, pero el discurso nacionalista de Trump, América primero, no se sostiene ante la evidencia palmaria y obscena de su sionismo, que los plumíferos progres de Jaque al Neoliberalismo prefieren ignorar. La política respecto de Israel constituye la piedra de toque para reconocer la marca de la oligarquía que controla los EEUU de espaldas y a despecho de los intereses nacionales de sus con-ciudadanos. Sólo un candidato presidencial anti-israelí —algo impensable actualmente en este país— ostentaría alguna pretensión de legitimidad o garantía como verdadera alternativa al poder oligárquico. Mas no es Trump, precisamente, quien responde a dicho criterio. Por tanto, el trumpismo tiene que ser la continuación del proyecto neoconservador judío. El sionismo es un nacionalismo —pero no un nacionalismo norteamericano—, y como tal resulta en última instancia incompatible con el liberalismo. Las recientes evoluciones del Estado de Israel hacia la forma de un Estado judío ilustran este extremo. Las prácticas económicas y políticas liberales, completamente corrosivas de la comunidad nacional, las reservó la oligarquía financiera occidental para las naciones gentiles y en calidad de arietes contra sus respectivos nacionalismos, de tal suerte que nacionalismo y «populismo» fueran estigmatizados por los liberales como gérmenes del fascismo. Con el trumpismo, empero, el componente puramente nacionalista judío del sionismo exige ya la liquidación de la herencia liberal. No es Trump, en definitiva, un desafío a la oligarquía judía, sino la consumación autoritaria de su poder en el hemisferio occidental y el cumplimiento de la profecía de dominación que define el judaísmo como «religión». La crítica de izquierdas o progresista de la oligarquía, a pesar de Karl Marx pero en su nombre, está estructuralmente incapacitada para denunciar este hecho. Tiene que reducir las cuestiones políticas a relaciones meramente económicas aunque la evidencia muestre, como protesta James Petras, que la clave última para interpretar los recientes acontecimientos históricos, por ejemplo la guerra de Irak, es el nacionalismo judío, el sionismo y no el petróleo o los intereses corporativos del capitalismo. 

A continuación, en color rojo, las partes del texto que ponen en evidencia la dependencia economicista y pseudo-marxista del análisis. En azul, aquellas otras que pueden recuperarse y reinterpretarse en el marco de un análisis crítico nacional-revolcionario de la oligarquía occidental.

Fuente.

Coronavirus y crisis sistémica del capitalismo

Wim Dierckxsens y Walter Formento

Con el gobierno de Trump no solo se manifiesta claramente la crisis agónica, turbulenta y conflictiva del capitalismo, sino que se evidencia con la actual Gran Depresión la imposibilidad de salir de la misma. Expresando un nacionalismo industrialista, anti-oligarquía financiera, Trump está en una confrontación total con las fuerzas del esquema de poder globalista (representadas en EEUU por el establishment financiero-político globalista en la cúpula del Partido Demócrata). En forma secundaria se enfrenta con el esquema continentalista (el establishment financiero-político del Partido Republicano, específicamente el Tea Party con el que no tiene su enfrentamiento principal y pudo acordar una coalición de gobierno para garantizar un mínimo de estabilidad).

Las empresas estrellas del globalismo en inteligencia artificial, informática, internet, robótica, supercomputadoras, telecomunicación, etc. (Facebook sino también a Twitter, Netflix, Alphabet, Google, Apple, Instagram, Amazon y Microsoft), muy a menudo con fuertes inversiones en China (Hong Kong, Shanghái, Taiwán), son atacadas a su vez por Trump, quien ha comenzado una guerra económica no tanto contra China como país, sino en primer lugar contra dichas empresas trasnacionales angloamericanas con fuertes inversiones fuera de EEUU, con la finalidad de que se “relocalicen” nuevamente en territorio estadounidense.

La crisis bursátil de 2008 afectó a los ‘valores estrella’ de la Bolsa esta manifestación ha hecho bajar las esperanzas de un nuevo ciclo tecnológico productivo dirigido por el capital financiero globalista. Con ello se manifestó en primer lugar que el capitalismo actual no estaba en condiciones de generar un ciclo expansivo en el ámbito de la producción. Lo que observamos desde entonces es la baja en las tasas de interés de los grandes bancos centrales para que los grandes consorcios obtengan crédito prácticamente gratuito para la recompra de sus propias acciones que no dejaron de subir, generando grandes beneficios para el 1% de la población acentuando una profunda desigualdad en la sociedad.

Al estar lo nacional subordinado al capital transnacional desprovisto de soberanía efectiva, tiene pocas posibilidades de mejorar las condiciones de vida de las poblaciones si no se entronca con una visión y política de soberanía popular. La imposibilidad de salir de la crisis capitalista en esta Gran Depresión obliga en última instancia una nueva racionalidad económica a escala global. En la Gran Depresión el capital se verá obligado a prolongar el ciclo de reproducción del capital para bajar el costo tecnológico a transferir al producto final y podrá sacar en el corto plazo a las empresas menos competitivas. Lo anterior es más factible al cerrar las fronteras, o sea con más proteccionismo, hecho que a su vez lleva la espiral de acumulación hacia abajo y agota la racionalidad económica capitalista.

En la Gran Formación Social Emergente (con potencialidad de estar integrada por diversos países con soberanía nacional recuperada) estas dinámicas ya han cobrado un claro tinte de “desconexión”, con marcados rasgos anti-imperialistas como es el caso de China y Rusia. De cualquier forma, es muy probable que el mundo del capital que hemos conocido hasta ahora, comandado por el Eje Anglosajón desde 1700, con sus sucesivas expansiones globalizadoras unipolares que han abortado cualquier clase de soberanía popular nacional, esté llegando a su fin con esta Gran Depresión. El colapso e implosión de esta última fase de globalización en la actual Gran Depresión afectará también, ya lo está haciendo, la propia existencia de bloques económicos y políticos, basados en el neoliberalismo como la Unión Europea.

Frente a esa decadencia, la Gran Formación Social Emergente (con China como epicentro y el tándem chino-ruso como motor) propone reconectar el capital ficticio a la economía productiva, redes de comercio, inversiones en infraestructuras y aprovechamiento de la energía en curso, de cara a una transición energética. Una Zona de Estabilidad, en definitiva, para posibilitar una alternativa post crisis al mundo con miras a una posible transición posiblemente gradual al post-capitalismo.

Por su parte, el Eje Globalista Anglosajón se resiste a ceder el puesto como hegemón mundial. Socava todos los intentos de construcción de la “autopista de la seda”, y son casi seguramente los responsables de la actual guerra biológica iniciada en China. Trump, por su lado, es consciente del inevitable repliegue del petro-dólar frente al petro-yuan-oro. Su administración oficialmente no se alinea con la Gran Formación Social Emergente, pero en medio de la Gran Depresión quedará clara su posición al respecto alineándose con el proyecto multipolar y pluriversal.

La crisis del coronavirus como causa pantalla de la Gran Depresión

El coronavirus está siendo usado como excusa para buscar la explicación de la quiebra de los mercados planetarios, cuando esto es algo que empezó mucho antes. La gran crisis económica se anunció mucho antes de la crisis del coronavirus. Desde setiembre de 2019 la Reserva Federal (FED) invertía un billón de dólares al día, creada de la nada o emitida sin respaldo, primero para salvar al megabanco JP Morgan, entre otros bancos, así como diferentes Fondos de Cobertura (Hedge Funds) netamente especulativos y de gran riesgo.

Como hemos señalado durante los últimos años en diferentes publicaciones nuestras, era cuestión de tiempo para que la ¨Madre de todas las Burbujas¨ (la bolsa de valores) explotase y el coronavirus sirvió para “encubrir” a los responsables de la misma y dejarla explotar con toda la fuerza. Han sido los bancos centrales, los megabancos y en primer lugar la Reserva Federal (Fed) de EEUU, los que han creado la gran burbuja bursátil otorgando crédito a tasas de interés bajas a los grandes bancos, a costo (casi) cero, para las grandes corporaciones que solían no invertir en la economía real, sino recomprando sus propias acciones obteniendo de esta forma ganancias sin producción y respaldo alguno. Hubo una mega-inflación de los precios de las acciones que enriquecieron al uno por mil (0,001%) de la población a costa del 99,999% restante. Estos números son muy gráficos de la situación de los beneficiados, por ello la “confusión” en el seno del gran capital financiero.

El coronavirus, en otras palabras, no es el causante del colapso bursátil sino la cobertura perfecta para los verdaderos responsables de esta gran crisis económica de raíz financiera: la Banca Central, la gran Banca privada transnacional y las grandes corporaciones transnacionales. Es difícil no dejarse llevar en la lectura de los hechos en este momento, por todo lo que implica el coronavirus, pero dentro de unos meses ya no habrá pánico en torno al virus pero sí se nos presentará una pesadilla más duradera, una Gran Depresión Económica varias veces más grande que la de los años treinta. El pánico creado por las grandes plataformas de comunicación global en torno al coronavirus ha sido la perfecta condición para implementar un estado de excepción en dos terceras partes del mundo y de pronto sirva de ensayo para las élites a fin de sostenerlo durante la Gran Depresión.

Con tres mil millones de personas en cuarentena (al incluir la India) y con la desesperación de averiguar donde se encontrara el momento donde la curva de infectados inicie su caída, presentamos aquí una representación gráfica ilustrativa (no científica) de la Universidad John Hopkins para poder tener una mejor idea de cuanto más hace falta soportar en diferentes países. La información corresponde al día 23 de marzo. A partir de la gráfica se observa que China, donde el virus apareció en diciembre de 2019, se encuentra ya bien avanzada en la fase de recuperación. Corea del Sur se encuentra prácticamente en el pico de la curva para comenzar el descenso. Hacia fines de enero se confirmaron los primeros casos en Italia y podríamos decir que el 23 de marzo se encontró (al igual que Irán) bien avanzada en la segunda fase acumulativa del coronavirus con 4,789 nuevos casos en 24 horas.

El coronavirus en su “recorrido” hace su entrada a Italia, vía la Nueva Ruta de Seda, afectando luego a España (6,368 nuevos casos en 24 horas), Alemania (4,183 casos), Francia y Reino Unido, países todos que se encuentran en la primera fase de aceleración. La segunda fase de aceleración exponencial es bien crítica ya que al fallar la recuperación, la situación se torna realmente grave para la población y la nación. Finalmente consideramos que EEUU (con 13,060 casos diarios el 23 de marzo), al igual que la India y muchos países latinoamericanos se encuentran todavía en la fase inicial de la llamada ‘pandemia’.

Desde que el 26 de febrero se registró el primer caso en Brasil y el virus empezó a propagarse a los demás países de la región. Las experiencias de contención tomadas por China y por Italia sirvieron para tomar medidas de precaución (como en Argentina, entre otros). Italia y España fueron los primeros países europeos sorprendidos por el aumento exponencial de casos. En España, los casos positivos se dispararon a partir del 25 de febrero, pero no fue hasta el 15 de marzo cuando se decretó la cuarentena en todo su territorio. El país europeo sumaba el 23 de marzo unos 33.000 casos y más de 2.000 muertes.

A nivel global las infecciones aumentaron de un día al otro en un 14%, que significa su duplicación en menos de 7 días, lo cual, según la Universidad John Hopkins, implica que el mundo como un todo se encuentra en la primera fase de aceleración. Si bien el coronavirus no entró al mismo tiempo en los diferentes países de América Latina (lo que dificulta el análisis), a partir de los tiempos de duplicación de los casos positivos no es fácil afirmar que tal o cual país tiene mejor control sobre la pandemia. Lo consideramos, sin embargo, un dato indicativo. Los días que tardan los casos positivos confirmados en duplicarse varía, durante la segunda semana de marzo, por país pasando de 1,2 días en República Dominicana a 3,8 días en Venezuela. La velocidad más elevada de la región supera tres veces la de Venezuela. En Brasil los casos se duplican cada 2 días y en Chile cada 2.5 días, situación más grave que la de Argentina y México con 2.7 días, Colombia y Costa Rica con 2.8 días y Perú con 3.2 días.

El estudio sugiere que EEUU alcanzará a mediados de abril el pico de la curva de infección. Trump, al igual que China, piensa reabrir la economía del país lo más pronto posible y probablemente lo haga el 12 de abril para volver a elevar la producción. Para los demócratas es una iniciativa precipitada y de riesgo, afirman que el país no habrá alcanzado el pico de la curva. Las elecciones presidenciales de noviembre obviamente es el argumento para lo que “define” esta discusión. El presidente sin duda quiere tener el país fuera de la crisis y con empleo aumentando antes de las elecciones. Para demócratas, que buscan nuevamente sacar al presidente Trump de la Casa Blanca, la prolongación de la salida de la crisis es su aliado principal en la campaña.

Retomando, con casi total seguridad nos encontramos ante una Gran Depresión, más grande aún que la de los años treinta y tal vez la última del capitalismo financiero. Sin pretender decir que la historia se repite linealmente, analicemos el comportamiento de la crisis bursátil en los años treinta. El 9 de setiembre de 1929 la bolsa de Nueva York cayó de su máximo histórico de 381,2 a 198.7 puntos, o sea llegó al 52% de su máximo en un lapso de 71 días.

El 23 de marzo de 2020 el índice S&P de la bolsa de Nueva York estaba en 2.191, o sea, al 68% de su máximo en menos de 30 días (el día 25 de febrero). En los años treinta hubo luego un repunte durante 155 días para que volviera a valer el 77% de su valor máximo, o sea los 5 meses período a lo que apuesta probablemente Trump. En apariencia el 17 de abril de 1930 se había salido de la crisis. Sin embargo a partir de esa fecha, la bolsa volvió a bajar durante 813 días (dos años y tres meses), alcanzando el 21% de su valor máximo el 27 de febrero de 1933, cuando alcanzó su mínimo histórico equivalente al 10% de su máximo en 1929. Si el 23 de marzo de 2020 el índice estaba apenas en un 68% de su máximo del 23 de febrero, es de esperar, entonces, que ha de bajar aún bastante antes de llegar a su mínimo histórico.

El 23 de marzo (un mes después del inicio de la crisis bursátil) el Congreso y la Reserva Federal llegan con un gran paquete para salvar de la caída bursátil a los grandes bancos y a las grandes corporaciones, y tratando de mantener a la vez el consumo popular. Es preciso que el consumo represente en EEUU el 70% del PIB gracias al enorme déficit en la balanza comercial y las promesas de pago (bonos del Tesoro) a los acreedores. Trump, sin duda, apuesta a levantar las medidas cautelares a partir del 12 de abril (a los 50 días de la crisis) y procurará que no ocurra el segundo desplome bursátil en los próximos siete meses, para poder asegurarse el triunfo en las próximas elecciones de noviembre.

Las fuerzas globalistas (´Big 5´: Facebook, Apple, Microsoft, etc.), en cambio, apuestan a conducir la bolsa de nuevo hacia su caída, antes del mes de noviembre. Han mostrado ya esta capacidad en nuestro artículo anterior, por su gran peso en la capitalización de la bolsa. Sin embargo, también vimos como Rusia logró empujar la bolsa a una caída en picada, aún mayor que los ´Big 5´, al poder “controlar” el mercado de petróleo, en “dialogo” con Arabia Saudita. Por lo tanto, el mercado también podría ser condicionado a la baja. También podría esperarse que Rusia-Arabia Saudita puedan neutralizar un movimiento a la baja impulsado por el ´Big 5´.

Las plataformas de comunicación nos “informan” que el ´Big5´ ha sufrido fuertes pérdidas, nos engañan de nuevo. Así señalan que el capital bursátil de Apple al día del 12 de febrero fue de 1.4 millones de millones de dólares y el 23 de marzo 987.726 millones de dólares. Aquí olvidan anotar que Apple y los ´Big5´ iniciaron la venta masiva de sus acciones causando el “desplome” en la bolsa. Vendieron sus acciones para iniciar la caída al liderar Sanders como posible candidato demócrata. Luego que Biden triunfe en el ‘big Tuesday’, los ’Big 5’ son los primeros en comprar sus acciones causando el repunte y obteniendo una ganancia entre la venta y posterior recompra. Cuando luego Rusia entró diciendo NO al OPEC+ de controlar la oferta de petróleo, mandó el precio de petróleo hacia abajo. Rusia y Arabia Saudita acordaron intensificar la oferta al momento que bajaba la demanda por el coronavirus. El precio se desplomó y la bolsa se fue en picada. En EEUU se vende hoy, a precios negativos incluso, el crudo de baja calidad ya que su costo de bodegaje resulta insostenible ante la bajísima demanda.

Nos preguntamos cuál apuesta a la elección es más probable: Trump o la del ‘Big 5’. Lo anterior no depende solo de las fuerzas internas en EEUU. Jugadores externos, y no solo Rusia, como también China podrían influenciar el resultado, no influenciando en la elección misma (como dirán los medios) sino en una situación económica más favorable para uno u otro partido. Recordemos en este momento que EEUU importa gran parte del producto destinado para el consumo interno desde China, de los conglomerados chinos y de las transnacionales globales ubicadas en China. No hay dudas que Trump hoy es el más interesado en hacer las paces con China, a pesar de expresarse de forma contraria como es su costumbre. El 26 de marzo tuvo una llamada telefónica con Xi Jingpin que fue catalogada como muy positiva pero sin revelar los contenidos.

Trump, para ser reelecto, no solo debería lograr parar el COVID-19 y garantizar la capacidad de compra del consumidor, sino que debería poder reimpulsar lo antes posible la actividad económica y, para ello, garantizar la importación de productos chinos sin lo cual no habrá oferta para la demanda “creada” con los $1.200 mensuales aprobados para cada ciudadano norteamericano. De no lograrlo, nos encontraremos con el triunfo de los demócratas pero con un gobierno-sombra (Shadow State o Deep State) de los globalistas y sus ‘Big 5’ que están “buscando” imponer su proyecto de gobierno global. El 26 de marzo Gordon Brown, Laborista y ex primer ministro del Reino Unido, llamó a crear un gobierno global temporal con poderes ejecutivos en el cuál participarían los bancos centrales, el FMI y el Banco Mundial para enfrentar la corona-crisis. Es la continuación aún más agresiva del unipolarismo sin solidaridad alguna.

Es un hecho que China, Rusia y Cuba están en la vanguardia de la solidaridad internacional en torno al coronavirus. China ya envió a 89 países los materiales más necesarios para enfrentarse al coronavirus. Semejante diplomacia hace mirar positivamente a cada vez más países hacia el Este, para ver cómo mejor salir de la Gran Depresión. La pregunta, sin embargo, ya no es cómo salir de la crisis capitalista, sino cómo salir de este capitalismo financiero en crisis sin perspectiva para las grandes mayorías.

El enfrentamiento con las grandes plataformas de comunicación

Para tomar mayor consciencia que otro mundo sea posible y necesario es crucial que se cuestione la información de los grandes medios controlados por las grandes plataformas globalistas (CNN, BBC, Deutsche Welle, Washington Post, New York Times, etc.) que no han parado de generar pánico en torno al coronavirus, y son expertos en divulgar día a día Fake News. La crisis económica actual se debe, según nos informan, al coronavirus.

A partir de la “crisis del coronavirus” lo que ya aprehendió bien la población en Occidente y en EEUU en particular, es la enorme dependencia económica que se tiene con China y en particular en lo que respecta a productos tan esenciales en la vida, como son los medicamentos. Los medicamentos en EEUU son básicamente importados de China, de laboratorios de propiedad de China pero también de laboratorios globalistas, y muy necesarios para enfrentar el coronavirus en pleno ascenso. Dichas importaciones bajaron a la mitad cuando hablamos de termómetros y máscaras; guantes e hisopos (bastoncillos de algodón, para tomar una muestra de la nariz o la garganta) bajaron en un tercio. Es obvio que en parte China ocupaba dichos productos para ‘consumo interno’. Hoy, no sería nada de extrañar que Trump y Xi Jinping logren un acuerdo para que con China formen un frente internacional para afrontar el coronavirus en respuesta a la propuesta globalista que presentó Gordon Brown desde Reino Unido.

Chart and data via the Associated Press

Llama la atención que, a finales de marzo, cuando EEUU se encuentra en el momento más “complejo” del coronavirus, cómo los comunicadores globalistas no paran de señalar lo poco e inapropiado que está haciendo Trump al respecto. Todo parece formar parte de una campaña para “hundir” al presidente como candidato, que figura como el muy probable ganador en las elecciones de noviembre. Llama mucho también la atención cómo los propios estadounidenses muestran la pérdida de confianza en los grandes medios en cuanto a las noticias sobre el coronavirus. Una encuesta llevada a cabo conjuntamente por NewsHour, NPR PBS y Marist, revela que solo 15% de los encuestados cree realmente en los medios y que aproximadamente la mitad de la población norteamericana no cree mucho o nada de lo que los grandes medios (CNN, Washington Post, New York Times, etc.) informan sobre el virus.

Era de esperar que los demócratas muestren mayor confianza en los medios, pero aun así solo el 21% verdaderamente cree contra el 33% de sus partidarios que realmente no cree en la información de los medios sobre el particular. Los independientes tomaron una posición intermedia entre ambos partidos.

El escepticismo en torno a los grandes medios, en otras palabras, es notorio y con ello se reduce la capacidad de manipular la opinión pública, no sólo sobre temas tan relevantes en la vida como el coronavirus, sino también sobre la gran crisis que está en proceso y las medidas que está tomando el gobierno y por ende la opinión del electorado sobre Trump como candidato.

Llama entonces, también, la atención que el porcentaje de aprobación de Donald Trump ha alcanzado el máximo en el tiempo de su presidencia, a pesar de la crisis económica y la pandemia del coronavirus. Consultados el por Gallup sobre cómo evalúan la reacción del presidente ante el brote, el periódico El País del 26 de marzo informa que un 60% la aprueba y un 38% la rechaza. Es notorio que el repunte en la opinión sobre el Presidente se debe principalmente a un aumento en el apoyo de los demócratas (+13% y probablemente votantes de Sanders) e independientes (+8%). Pareciera que no hay forma para los demócratas de evitar un segundo período Trump.

Hemos señalado en nuestro trabajo anterior que el coronavirus recorrió el camino de la Ruta de La Seda. Italia fue el primer país europeo duramente afectado por el virus. En este contexto hemos de señalar que Italia fue el primer país del G7 que se adhirió a la Nueva Ruta de la Seda muy a disgusto de EEUU. La respuesta positiva a este compromiso no se hizo esperar ya que hoy cuentan con la ayuda solidaria de China, Rusia y Cuba en torno al coronavirus. La nueva “Ruta Sanitaria Global de la Seda” que ya ayuda a 89 países terminaría de posicionar a la China multipolar con su ‘Nueva Ruta de Seda Económica’ podrá mundializarse ante los ojos positivos de los pueblos del mundo e incluso el norteamericano. Será la alternativa ante EL NUEVO GOBIERNO GLOBAL UNIPOLAR, para participar en un mundo multipolar y pluriversal. Conforme la lucha contra la crisis del coronavirus mundializa esta solidaridad podría expandirse después aún más durante la Gran Depresión en el plano económico.

Un gran cambio de paradigma

Lo que se nos viene encima es una crisis de una magnitud que solo la hemos visto en dos ocasiones en los últimos dos mil años. La primera fue entre los siglos IV y VI (entre los años 300 y 500 dc), cuando el Imperio Romana y el esclavismo desapareció y surgió el feudalismo. Y el segundo momento vino con el declive del feudalismo y el surgimiento del capitalismo a partir del siglo XVI (año 1500), cada una con su propia racionalidad económica. Lo que estamos viviendo ahora es una crisis de la racionalidad capitalista de escala mundial, es una crisis sistémica del capitalismo y con el coronavirus se vislumbra ante los pueblos la necesidad de otra racionalidad económica. Existe una preocupación fuerte a nivel planetario que los globalistas fomentan para crear miedo y hasta histeria planetaria, como si esta pandemia fuese la esencia de la gran crisis económica misma. Sin embargo esto es solo la antesala del primer acto, que empezará en septiembre (para los demócratas) o en marzo del año que viene (para Trump). Cuando las empresas abran dentro de un mes (Trump) o después de varios meses (Demócratas) las mismas en muchos casos van a estar quebradas y/o no van a poder pagar los salarios o más bien no ven cómo reconectarse con la economía real y productiva a menos que renuncien a una sola cosa: la ganancia empresarial. La actual Gran Depresión durará años y quedará cada vez más claro que no habrá salida con la racionalidad capitalista. El tiempo duro que nos espera revelará la consciencia necesaria y revelará la posibilidad de cómo mejor implementar una sociedad regida por otra racionalidad económica que ya no pone en el centro al capital sino la sociedad misma.

El 23 de marzo, el Congreso de EEUU aprobó una ley que permite al Tesoro (Min-de-Economía) junto con la Reserva Federal (Banco Central privado) destinada a salvar todo lo que hay que salvar, sea este capital especulativo o real. El 26 Trump firmó la ley y con la coordinación entre Tesorería y Reserva Federal Trump tiene a la Fed también bajo su control. La ley permite en el fondo una expansión monetaria sin límite. Otro tanto parecido sucede en la Unión Europea y el Reino Unido.

Al salvar una vez más el capital bancario corporativo y hasta especulativo (Hedge Funds) hasta el Esto [sic] podría producir un repunte a la economía especulativa pero no va a funcionar a largo plazo, al no reconectarse con la producción misma. En el corto plazo, Trump espera que la economía parece a salvo.

El plan no solo pretende rescatar el capital corporativo y bancario sino también la capacidad de compra de la población sin trabajo. La ley ofrece (mediante la Fed y el Tesoro) en el corto plazo, $1.200 por mes a los ciudadanos norteamericanos con la finalidad de mantener el consumo. Dicha medida, sin lugar a dudas, tendrá un efecto positivo también para la campaña electoral de Trump. La medida significaría también más dinero para menos productos, mientras esté paralizada la producción, y por lo tanto conllevaría a una inflación segura. Es por este motivo que Trump desea reiniciar la producción a mediados de abril. Al mismo tiempo Trump debe “acordar” ciertos pasos con China porque desde ese país, por Xi Jimping o por vía de los globalistas de Hong-Kong, viene buena parte de los productos de consumo norteamericano. EEUU se ha tornado una economía de servicios y ha trasladado la producción a la periferia global, sobre todo a China. No habrá duda entonces, que Xi Jinping está en posición óptima de negociar con Trump quien ya tuvo comunicación telefónica con el presidente de China.

La esencia del problema de la Gran Depresión es que no hay forma para los grandes consorcios de reconectar la inversión (con ganancia) con el ámbito productivo, economía real. Vea nuestro libro de 2018 al respecto. Desde la crisis de 2008 se consolidó una economía de burbuja y dinero emitido sin respaldo, o por helicóptero, que la infló cada vez más, salvando al gran capital y generando una desigualdad sin precedente en la historia del capitalismo. Lo que viene es una Gran Depresión sin salida, dos o tres veces más peligrosa que la de 1929, ya que desembocará en una crisis sistémica. Entonces el pueblo, incluyendo esta vez a la clase media, sí saldrá a la calle, porque también se darán cuenta que no sólo están desempleados sino que los bancos se encuentran cerrados para buscar sus ahorros. Ninguno de los doce premios Nobel de Economía desde 2008 ha explicado la crisis sistémica que se nos viene encima, ni previsto la Perestroika en la URSS ni mucho menos la de EEUU. En síntesis sus contribuciones no son de valor ninguno.

Ahora, en febrero-marzo 2020, ya estamos viendo la perestroika en EEUU y pronto incluso la posible caída del propio sistema capitalista. ¿Qué emergerá de entonces? Emergerá un sistema que aún no conocemos. En la transición hacia un nuevo orden económico mundial, como muchos lo llaman, como fase de transición hacia otra civilización: Putin, Trump y Xi Jinping ya están hablando de sentarse después de las elecciones en Estados Unidos, y decidir las nuevas reglas del juego para este mundo post crisis. Claro que hay otras opciones que se plantean desde el globalismo unipolar y desde algún otro continentalismo unipolar, etc. La OTAN anunció en estos días hacer ejercicios en la frontera de Europa con Rusia y habría armas nucleares en juego. Hemos de saber que Trump es la única persona que podrá decidir hacer uso de las mismas y como está enfrentado a este brazo militar de las fuerzas globalistas no habrá más que un peligro de contaminar aún más gente con el coronavirus, ganándose la OTAN únicamente el desprecio popular.

Si Trump gana las elecciones en noviembre, y con casi seguridad las ganará, podremos decir que el globalismo y el neoliberalismo han llegado a su fin. La Unión Europea organizada desde la City de Londres y la de París desde 2009-2013, es el ejemplo marco de este neoliberalismo desenfrenado a nivel continental, y está destinada a desintegrarse en muchos países en esta Gran Depresión. Será entonces la Perestroika para Occidente. A una Europa de muchos países, naciones y pueblos, no le queda otra alternativa que mirar hacia el Este multipolar. Ya no será una invitación a participar, Xi Jinping reconoce que ya no hay márgenes y tiempo para las indecisiones o la ambigüedad de tener un pie en Occidente y el otro en Oriente, sino que los tiempos claman por una definición. Europa no tendrá más opción que participar del mundo multipolar y pluriversal de naciones soberanas, ya no orientadas por el lucro sino regida por otra racionalidad económica, social, que está por definirse y que presentaremos su horizonte en nuestro próximo artículo que saldrá antes del 1 de abril.

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Bibliografía

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Globalintelhub, Operation Virtual Dictatorship, Zero Hedge, 21 de marzo de 2020.

CONCLUSIONES

Como puede observarse, el artículo falla por su obsesiva y frenética decisión de ignorar el sionismo como realidad determinante de la política estadounidense y anglosajona-occidental. Toda la obra de James Petras, a la basura. No existe. Ni se la menciona. Los autores, sin ocultar sus inexplicables simpatías por el demócrata Bernie Sanders y actuando de forma que sólo puede ser malintencionada, nos venden un Donald J. Trump redentor que representaría nada menos que la transición hacia un nuevo orden mundial multipolar, socialista y democrático. Fraude muy parecido al de Thierry Meyssan, de la Red Voltaire. La única conclusión posible es que estos analistas son falsos críticos y lacayos de la oligarquía, algo muy evidente en Meyssan, cuyos contactos con la élite son los únicos que explicarían la información que aparece milagrosamente en sus libros sin notas a pie de página o indicación alguna de fuentes.

Figueres, la Marca Hispànica, 1 de abril de 2020.

https://intra-e.com/lamarca/index.php/2020/03/31/trump-convalida-la-muerte-de-200-000-norteamericanos-fomenta-el-odio-contra-china/

https://carrer-la-marca.eu/wp-content/uploads/2020/04/trump-chabad.jpghttps://carrer-la-marca.eu/wp-content/uploads/2020/04/trump-chabad-150x150.jpgEDITOREconomiacoronavirus,crímenes del liberalismo,extrema derecha,fake news,imperialismo,judaísmo,neoliberalismo,oligarquía,sionismoINEPCIA O COMPLICIDAD DE LA CRÍTICA PROGRESISTA. Cualquier forma de despistar sobre la naturaleza sionista de la oligarquía es buena. Y no sólo en la derecha, sino también en la izquierda, aterrada ante la idea de tener que darle la razón en algo a Adolf Hitler. En el siguiente...Semanario online