¿CÓMO SE PRODUCEN LOS ATENTADOS DE FALSA BANDERA? (1). LA TEORÍA DEL GRIFO
EL SEÑOR X, AUTOR INTELECTUAL DEL TERRORISMO ISLÁMICO, ES TAN OCCIDENTAL COMO SUS VÍCTIMAS. En la foto, Netanyahu saluda a un terrorista de Estado Islámico que se recupera de sus heridas en un hospital israelí. La descripción habitual de los famosos atentados de falsa bandera nos muestra a agentes de la CIA o del Mossad disfrazados de terroristas islámicos que luego asesinan a unos inmigrantes árabes que pasaban por ahí y arrojan sus carnets de identidad en el sitio para que sean identificados como autores del crimen. Pero todo esto es pura fantasía conspiranoica: la realidad resulta a la postre mucho más sencilla y trivial. Se la contamos a continuación.
EL TERRORISMO ISLÁMICO ES UNA INVENCIÓN DE OCCIDENTE (2). LA CONEXIÓN SAUDÍ
El terrorismo ultraderechista autóctono es ya, según las autoridades, la principal amenaza a la seguridad de la sociedad alemana. A partir de este «hecho», se justifican todo tipo de medidas policiales y judiciales para controlar a los nazis. Asombroso. Una violencia islamófoba calcada del molde sionista y del bien documentado terrorismo israelí se convierte, para los políticos y los medios de comunicación oligárquicos, en algo así como el resurgir de Hitler. El salto entre la realidad de los hechos —incluso los más aparentes— y el discurso institucional resulta demasiado enorme y vulnerable a la crítica como para pasarlo por alto.
En su deposición talmúdica dominical (véase: «Instinto básico», El Mundo, 23 de febrero de 2020, p. 4), Arcadi Espada protestaba por que el atentado de Hanau fuera calificado de ultraderechista: con ello se estaba mancillando la sagrada palabra derecha, con cuyo significante fálico —discípulo inconsciente de Julius Evola— el propio escribiente en prosa se identifica. Además, a pesar de las reiteradas y enérgicas negativas de los interesados, el liberal-sionismo de la nueva ultraderecha resulta tan notorio que incluso un intelectual oligárquico orgánico especializado en mentir, manipular e ignorar los hechos debería intentar alguna explicación, pero Espada afirma que Vox es un partido nacionalista español. ¿Percibe acaso en su evacuación el populismo de las explicaciones fáciles y las fake news, ése al que son tan aficionadas las élites mucho antes de inventarse las supuestas armas de destrucción masiva de Saddam Hussein? Pues no, para Espada, Hazana es un atentado nacionalista o, mejor, nazionalista. O sea, nazi.
Nosotros sostendremos, por el contrario, que el atentado de Hanau es sólo nacionalista en la medida en que el sionismo es un nacionalismo, vale decir, un nacionalismo judío de extrema derecha; incluidas las versiones sionistas cristianas —trumperas o no— de dicho nacionalismo. Como en el caso del atentado sionista de Breivik, este factum no queda afectado por aquéllo que el terrorista, un perturbado mental, pensara o dejara de pensar al respecto. La motivación de sus actos es la islamofobia y en la mente de Tobias Rathjen hay más o menos la misma hasbara (propaganda) que en la de un soldado israelí adoctrinado por los rabinos ultraortodoxos, a saber: «los musulmanes son invasores y hay que detenerlos mediante una suerte de cruzada liberal judeo-cristiana a la altura del choque de civilizaciones» (Samuel Huntington dixit). Así las cosas, quienes van a ser investigados, detenidos e incluso encarcelados no serán los sionistas alemanes, sino los nazis alemanes infiltrados en la AfD (Alternativa por Alemania), que poco o nada tienen que ver con el asunto.
RECONSTRUCCIÓN CRÍTICA DE LOS HECHOS
¿Cómo se ha llegado hasta aquí? La teoría de la conspiración que me propongo exponer refuta las conspiranoias reptilianas o satánico-sacrificiales habituales, difundidas por la propia oligarquía para reducir la crítica anti-oligárquica al ridículo más bochornoso. Nuestra interpretación se basa en realidades incontestables que, precisamente por este motivo, los comentaristas oligárquicos eluden habitualmente con una mezcla de temor y malicia. Porque es más fácil burlarse del abate Barruel que, verbi gratia, justificar las vinculaciones entre el terrorismo «islámico» y Arabia Saudí, un aliado de EEUU. Aquí vamos sólo a resumirlas: ni siquiera nos molestaremos en probarlas por cuanto son ya lugares comunes de notoriedad pública. De suerte que basta juntar las piezas del puzzle —obvias— para percibir cierta imagen archiconocida que, de forma inesperada, aparece ante nuestros ojos.
Quien introduce a los inmigrantes africanos en Europa es un judío de ideología ultraliberal y presuntamente anti-sionista llamado George Soros. El anti-sionismo de Soros puede antojársenos incompatible con el conjunto de la teoría, pero lo cierto es que Soros sólo puede ser ultraliberal y anti-nacionalista si también se pretende anti-sionista, un acto ineludible de respeto a las apariencias y, por qué no decirlo, a la inteligencia de la opinión pública. Ahora bien, resulta harto dudoso que Soros sea realmente un anti-sionista, más bien ocurre que asume uno de los dos papeles repartidos entre los miembros de la oligarquía: 1/ liberales, individualistas, relativistas y anti-nacionalistas para las naciones gentiles (que deben ser descompuestas); 2/ nacionalistas, comunitaristas, racistas y supremacistas para la nación o pueblo escogido. La ideología oligárquica es el conjunto articulado de los dos rostros de Jano colocados, según convenga, en su preciso lugar: superliberal y humanitario en Londres o Nueva York; nacionalista, racista y genocida en Tel Aviv.
En cualquier caso, observemos un hecho: Netanyahu salió en defensa de Soros cuando éste fue amenazado de expulsión por las autoridades húngaras y se desató una campaña antisemita contra el perpetrador o autor intelectual X de las «invasiones» de inmigrantes:
El embajador de Israel en Hungría, Yossi Amrani, emitió un comunicado pidiendo a Orban y su partido que retiren los carteles difundidos en todo el país contra el multimillonario judío-estadounidense nacido en Hungría George Soros. Los líderes de la comunidad judía húngara dijeron que los anuncios están alimentando el sentimiento antisemita. “Hago un llamamiento a los involucrados en la campaña publicitaria para que reconsideren las consecuencias”, escribió Amrani en el comunicado, que fue aprobado por el Ministerio de Relaciones Exteriores en Jerusalén. “Nadie puede beneficiarse de una campaña que recuerda la lección histórica”, dijo Amrani. “Más allá de la crítica política de una persona determinada, la campaña no sólo evoca recuerdos tristes, sino también siembra odio y miedo”. “Es nuestra responsabilidad moral elevar la voz e invitar a las autoridades pertinentes a ejercer su poder y poner fin a esta propaganda”.
La evidencia era tan escandalosa que, para sembrar la máxima confusión al respecto, Israel rectificó al día siguiente. En todo caso, este episodio terminó con la credibilidad del presunto anti-sionismo de Soros; defendido por Israel, púsose en evidencia la verdadera función ideológica del especulador: combatir todos los nacionalismos goyim, no-judíos, de tal suerte que la palabra «nacionalista» suene a insulto y sinónimo de «nazi», disolver las identidades étnicas, culturales y nacionales de la gente —«gentiles»— en el magma mundialista amorfo de la inmigración global. Todo ello para dejar a los individuos, mondos y lirondos, solos, indefensos, aislados, des-historizados, ayunos de raíces e incapaces —por activa o por pasiva— de cualquier posible solidaridad comunitaria, en las garras de la depredadora oligarquía financiera a la que el propio Soros pertenece.
Queda claro, en todo caso, que quien «trae» a los inmigrantes africanos no es un «invasor» islámico, sino un oligarca occidental que se codea con los jefes de gobierno de nuestro hemisferio.
¿INVASIÓN MUSULMANA O TRAICIÓN DE LAS ÉLITES OCCIDENTALES?
Pero hay una prueba todavía más importante de que no nos hallamos ante una invasión, sino ante una traición.
Soros instalará o no a los inmigrantes africanos en el porche de nuestra casa, por decirlo así, pero quien abre la puerta para que las futuras milicias mercenarias del gobierno mundial puedan entrar en el país son los políticos profesionales occidentales. ¿Tales evidencias pueden ser interpretadas como una invasión de Occidente por el Islam? Quizá sí en las mentes de algunos musulmanes, pero se trataría de una invasión muy peculiar, dirigida desde dentro por los propios líderes y prominentes oligárquicos occidentales. Este hecho, como veremos, resulta fundamental a la hora de explicar el fenómeno del terrorismo yihadista.
Una vez instalados en Europa con la complicidad de la oligarquía judeo-cristiana y sionista occidental, los inmigrantes africanos deben ser transformados en terroristas. De religión mahometana en la mayor parte de los casos, aunque muy pocos de ellos verdaderos terroristas, dichos inmigrantes serán adoctrinados en el salafismo, la versión radical del Islam que establece las bases teológicas de la ideología yihadista. Pero, ¡ah sorpresa!, de esa tarea pedagógica se encarga nada menos que la Arabia Saudí, un fiel aliado de Occidente. Y esto, una vez más, con el consentimiento de la oligarquía occidental. Porque, en efecto, es el aliado saudí quien financia las mezquitas salafistas en toda Europa. Y salafistas son los imanes que difunden la doctrina radical, embrión conceptual de la yihad. De manera que la mayoría de los los inmigrantes africanos que se convierten en terroristas, dan ese paso cuando ya están residiendo en territorio occidental. Y lo hacen siempre con el beneplácito de los poderes oligárquicos, los mismos que contemplan sonrientes la difusión de las mezquitas saudíes y del salafismo mientras, al mismo tiempo, afirman cínicamente que viven entregados a la lucha contra «el terror» aunque, por razones de seguridad, tengan que recortar las libertades de sus queridos conciudadanos.
QUINCE MILLONES DE MUERTOS PROVOCÓ LA POLÍTICA INGLESA DE HAMBRUNAS EN LA INDIA ENTRE 1860 Y 1901
CÓMO SE PRODUCEN LOS ATENTADOS YIHADISTAS DE FALSA BANDERA O LA TEORÍA DEL GRIFO
No son atentados islámicos, sino atentados perpetrados por la oligarquía sionista occidental contra sus verdaderos enemigos, a saber, los autóctonos europeos de Occidente.
En efecto, una vez creado el caldo de cultivo del terrorismo «islámico» con el adoctrinamiento salafista de los inmigrantes africanos, no es necesario que agentes de la CIA o el Mossad perpetren esos famosos y ridículos atentados con disfraz que difunden los blogs conspiranoicos o los propios interesados en propalar la intoxicación idiotizante. Antes bien, las agencias de inteligencia occidentales disponen de información sobre los atentados que se van a realizar y operan como un grifo que se abre y se cierra en función de la conveniencia oligárquica. Si la oligarquía quiere un atentado, la policía lo ignorará, vale decir, dejará hacer a los terroristas —y luego, a ser posible, los ejecutará in situ—; si no resulta oportuno en ese momento el atentado, los detendrá y las fuerzas del orden se colgarán la correspondiente medalla. Los casos de atentados perpetrados por yihadistas fichados e incluso en contacto con los servicios de información occidentales son tantos, que uno se pregunta cómo es posible que la policía los haya permitido. Hete aquí la respuesta. Las protestas populares y populistas exigiendo más eficacia y mano dura contra los terroristas resultan útiles siempre, empero, para legitimar democráticamente la severidad de las medidas de control y represión generalizadas en perjuicio de toda la población, pero, especialmente, de los opositores, críticos y desafectos al régimen oligárquico.
El objeto último de la oligarquía no es sólo el progresivo desmantelamiento de la «democracia liberal». Para los oligarcas, se trata de desencadenar una guerra civil de religión en Occidente y con tal objeto debe propiciarse la respuesta autóctona a los atentados yihadistas. En la agenda oligárquica, todos los ciudadanos europeos —«nazis»— debemos convertirnos en genocidas matamoros al estilo de Sarajevo o Kosovo —un ensayo experimental del futuro genocidio árabe— a los efectos de poder ser luego juzgados como transgresores de los preceptos humanitarios y castigados en estricta consecuencia. De ello nos ocuparemos en la continuación del presente artículo.
Figueres, la Marca Hispànica, 23 de febrero de 2020.
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